Mientras crecen las perspectivas por la construcción modular, incluso Carabias estuvo a punto de alojar la primera fábrica de producción de paneles, en un proyecto fallido que luego se ha trasladado a Aranda de Duero (Burgos), a Segovia ha llegado la tendencia de la ‘Container house’, la casa diseñada y construida a partir de material reutilizado y reciclado. En este caso, tres contenedores de mercancías marítimas permitirán levantar una vivienda de tipología popular en Navafría, adaptada a la normativa urbanística de la zona.
Este proceso constructivo de la arquitectura doméstica con parámetros de economía circular, permite que el dinero ahorrado con el reciclaje se invierte en la adquisición de sistemas de persianas o instalaciones de calefacción de mayor calidad. El precio de un contenedor marítimo, dependiendo del uso y las medidas, puede oscilar de media entre los 1.700 y los 4.500 euros.
Los promotores del proyecto de Navafría, dos ingenieros de Madrid, relacionados con la construcción, con tres hijos, acudieron con la idea ya predeterminada al estudio SF23 Arquitectos, que lo integran Carlota González y Darío Núñez, quienes ya trabajan en la dirección de la obra.
Alzado de la vivienda - Foto: D.S.Dos contenedores marítimos de 12 metros de largo por 2,5 de ancho, más otro de seis metros de longitud y la misma anchura, sirven de estructura para una vivienda unifamiliar de 80 metros cuadrados, con un presupuesto aproximado de unos 60.000 euros, aunque si se hubiera llevado a cabo con el sistema tradicional, habría ascendido a unos 90.000 o 100.000 euros. El tiempo en ejecutar el proyecto también se reduce considerablemente, si la previsión normal sería de un año, el trabajo podría estar terminado en unos seis meses.
Darío Nuñez subraya que la elección de la parcela es muy importante, teniendo en cuenta que una vivienda modular no se puede colocar en determinados espacios porque hay ordenanzas urbanísticas que fijan el ancho y largo de fachada, que en este proyecto son los valores que marca el contenedor. En este caso se trata de una parcela amplia, en ladera, con vistas a la sierra. Independientemente de que luego haya que enfoscar o colocar una cubierta inclinada, siguiendo la normativa, hay un volumen muy preestablecido.
A los arquitectos les llegó el proyecto tras el primer confinamiento, donde se comenzó a popularizar salir de las grandes ciudades, el teletrabajo y acercarse a la ‘España vaciada’, a la naturaleza, en una especie de huída que, aunque menor, sigue siendo una tendencia.
Aunque los contenedores se pueden comprar nuevos, en esta ocasión ya han tenido un uso marítimo, primando también el concepto verde de reutilización de materiales. Se convertirán en una casa ‘normal’, hablando en términos tradicionales. Carlota González explica que se trata de una vivienda de planta baja, con dos dormitorios, salón cocina-comedor y un hall de entrada para acceder a la escalera, más el bajo cubierta, donde se ubica una habitación con baño-aseo, y una terraza, con unas vistas espectaculares.
En total unos 80 metros cuadrados habitables, partiendo que los dos contenedores más largos se separan entre sí unos 90 centímetros para asumir los seis metros que mide el que va colocado arriba y poder cumplir la normativa. González matiza que «tiene que ser un volumen plano, no permite que el bajo cubierta vuele».
¿Dónde están las ventajas?. Los arquitectos señalan que lo que aportan los contenedores es la estructura, por lo que el ahorro se concentra en la mano de obra y el material, lo más caro. Esta casa de Navafría, construida en ladrillo, podría costar en torno a 90.000 o 100.000 euros y podría salir en 60.000, depende de lo que pidan los clientes, que apuestan por calidades media-altas. Así, lo que pueden ahorrarse con el contenedor se invierte en acabados, como grandes ventanales que elevan presupuesto en vidrio. Aunque se va por el lado de la austeridad, probablemente costaría la mitad de precio de una casa de la misma superficie con medios tradicionales de construcción.
La obra ha comenzado hace dos semanas, una vez replanteados los huecos para la cimentación. Partiendo de que el hormigón hay que dejarlo descansar casi un mes, mientras que pasa ese tiempo, se van abriendo los huecos y modificando los contenedores, colocando los marcos, operación a la que le sigue el montaje del contenedor de arriba. Previamente se ha ensayado el hormigón y se sabe que ha adquirido resistencia. En este plazo ya se cuenta con la cimentación y la estructura de la casa, lo que no sería menos de dos meses, en condiciones normales. A partir de que esté montada la estructura, el ritmo se va normalizando comparado con una vivienda tradicional. El oficio principal en esta primera fase es el del herrero, artesanal, que modifica los contenedores, para abrir huecos, reforzar en las zonas sea preciso y la formación de la cubierta. Los tabiques se proyectan en pladur, siempre pensando en una economía circular, sostenible.
Carlota González y Darío Núñez procurarán hacer ‘gestos’ para que se reconozca cierta singularidad, pero insisten en que el aspecto último de la casa será el de una vivienda popular de Navafría, con un enfoscado de fachada tradicional con tierra de la zona. La climatización se basa en aerotermia con posibilidad de combinar en un futuro con geotermia en un entorno dominado por la domótica para poder controlar a distancia desde la temperatura a la luz que entre por la ventanas cuando se levantan las persinas, acondicionamiento pasivo, basado en la eficiencia energética por la orientación, con aislamiento en el exterior de las cajas de los contenedores.
Para llevar a cabo una ‘Container house’ la burocracia administrativa no cambia, desde la elaboración del proyecto hasta la licencia municipal, igual que si fuera de módulos de hormigón o de ladrillo. Lo que se reduce es la mano de obra y los costes, además de imprimir más rapidez en la ejecución del proyecto. Puede que, al ser la primera experiencia en Segovia, se pueda estar pagando la novatada, explican los arquitectos, pero están iniciando el ‘boom’ de la vivienda modular, aunque ahora sus clientes anden preocupados por lo que piensen los vecinos cuando vean aún en el solar, en un entorno verde, en plena primavera, tres contenedores marítimos.