'La Chata', una mujer sencillamente espectacular

Patricia Martín / Ical
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Los vecinos del Real Sitio de San Ildefonso mantienen muy viva la personalidad y legado de la infanta Isabel de Borbón

'La Chata' a caballo en el Palacio Rea de La Granja

Este 22 de abril se cumplen 90 años de la muerte de la infanta Isabel de Borbón y Borbón ‘La Chata’, primogénita de Isabel II, cuyos restos descansan en la Colegiata del Palacio Real de La Granja (Segovia), por el vínculo tan especial que tuvo con el Real Sitio. Una mujer con una personalidad arrolladora y un concepto de la monarquía muy diferente al que imperaba en su época. Los vecinos de La Granja, generación tras generación, no olvidan a ‘La Chata’, protagonizará una visita guiada muy especial el 8 de marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer.

Para los libros de Historia de España es la Infanta María Isabel Francisca de Asís Cristina Francisca de Paula Dominga, nacida el 20 de diciembre de 1851 en el Palacio Real de Madrid como la hija primogénita de la reina Isabel II y Francisco de Asís de Borbón. Para los vecinos de La Granja simplemente ‘La Chata’. El historiador del Arte y portavoz de la empresa ‘Guías La Granja de San Ildefonso’, Daniel Vera, explica que a lo largo de los próximos meses van crear rutas sobre personajes ilustres “dentro de los jardines y el Palacio de La Granja”, y para el Día de la Mujer, qué mejor que dedicárselo a ‘La Chata’.

“Estamos ante un personaje que marca mucho el devenir de la monarquía. Una mujer espectacular desde nuestro punto de vista que no necesitó de nadie para hacer su vida, ni el trabajo que realizaba cuando se casó y cuando enviudó”, detalla Daniel Vera. La infanta Isabel, con su manera de hacer las cosas, le dio una vuelta a la imagen de la monarquía y se acercó al pueblo a través de los eventos que organizaba. “La fiesta de las tortillas, que luego se repartía para todo el mundo, sobre todo para los pobres. Otra acción era conseguir juguetes para los niños desfavorecidos”, resume el historiador granjeño.

Por su posición, doña Isabel fue involucrando a la gente con dinero en este tipo de obras de caridad para ayudar a los que menos tenía. Puso mucho empeño en que los nobles, resume Daniel Vera, tuvieran entendieran que la riqueza hay que compartirla con otros estamentos más pobres.

Isabel se ganó el corazón de sus vecinos, aunque viviera en un palacio y formara parte de la familia real.“El pueblo la quería muchísimo y le da ese apelativo de la Chata de forma cariñosa. Cuando se se instaura la II República, era tan su popularidad que, siendo casi ya octogenaria, fue a la única de la familia de Alfonso XIII a que se le permitió seguir en España, aunque decidió salir de España. Sólo cinco días después de llegar Francia, el 22 de abril de 1931, murió de causa natural, en un convento cercano a la capital parisina. Fue enterrada en Francia, concretamente en el cementerio parisino de Montmartre. En la primavera de 1991, Juan Carlos I firmó la orden para que sus restos fuera trasladados a la Colegiata del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso. La Chata era tía abuela de su padre, don Juan, y quiso que reposara en el municipio al que estuvo tan vinculada.

“La Colegiata cuenta del grado para poder enterrar en ella a reyes e infantes de España”, subraya Daniel Vera. El propio don Juan Carlos presidió el solemne acto de la inhumación en la Real Colegiata, donde también descansan Felipe V e Isabel de Farnesio. En el regreso de La Chata a La Granja también estuvo don Juan.

Más allá de las verjas de palacio

La abuela de la infanta, la regente María Cristina, y su madre, Isabel, pasaron diferentes periodos en el Palacio Real de La Granja, pero el vinculo más fuerte y duradero de la Chata fue a raíz de la muerte de su marido Cayetano de Borbón. Doña Isabel tuvo que afrontar un durísimo episodio personal tras sufrir un aborto. Las secuelas de este infortunio llevaron a Cayetano al suicidio. Ya viuda, decide hacer una vida independiente, viajar más y las temporadas de verano, como mínimo, las pasaba en el Real Sitio.

Su presencia en La Granja hacía también mover a la nobleza a estos parajes, según relata el historiador del Arte. La infanta no dudaba en hacer mucha vida más allá de las verjas de los jardines del palacio. “Un comportamiento social al que no estaban acostumbrados con una monarquía que ya venía dando bandazos durante todo el siglo XIX con un montón de derrocamientos y vueltas al poder”, subraya.

La Chata era plenamente consciente de que para proteger el sistema monárquico no había que permanecer a distancia del pueblo, sino todo lo contrario. “Es trabajar por el pueblo, con el pueblo, y escuchar sus peticiones”, remarcar Daniel Vera, sobre el pensamiento político de la infanta Isabel, para añadir la losa que suponía “los bochornosos episodios de corrupción de María Cristina e Isabel”, por los que el estado español estaba perdiendo dinero.

Volviendo a los libros de Historia, fue princesa de Asturias en dos periodos. Entre 1851 y 1857 hasta el nacimiento de su hermano Alfonso, y más tarde, desde la proclamación de éste hasta el nacimiento de su primera hija, Mercedes (1874-1880).

Seguir su huella 

En el Palacio Real de la Granja, en una de las habitaciones de la primera planta, se conserva un piano de cola, y sobre él, tres grandes fotografías de La Chata durante sus estancias en La Granja. En el exterior, en los jardines, podemos pasear Bosquete de La Chata, que está muy cerca de la ermita, donde cada 28 de agosto, según recuerdan las crónicas, se cumple con una tradición instaurada por ella, la Misa de la Pera.

En esta parte del jardín, hay una escultura de Isabel de Borbón y Borbón, parajes de los que tantas veces disfrutó en sus paseos. “Se movía libremente por el pueblo, no solía ir acompañada de escoltas”, resume Daniel Vera, “no tenía miedo de nada. Ella sólo tuvo buenos actos”. Su huella es fácil de seguir en La Granja en pleno siglo XXI, establecimientos de varios sectores llevan su nombre.

“Fue una persona muy querida que ha pasado a la historia. Una tradición de boca a boca con las historias de La Chata”, dice el historiador, para concluir que hay quien dice que “La Granja era un sitio más alegre cuando estaba La Chata”. También fue querida al otro lado de la sierra de Guadarrama. En la capital, le dedicaron la Calle de la Princesa.