Además de enfermero, Marcos Pastor Galán es hijo de profesor de Lengua y Literatura, lo que le proporciona algunas herramientas extra para plasmar sobre el papel lo que están viviendo los profesionales sanitarios. No ha querido desaprovecharlas y acaba de publicar ‘Un día más, un día menos’ (Ediciones Derviche), un libro de un centenar de páginas que, aparte de un relato de la pandemia, se ha convertido también en una terapia para su autor.
«Tengo unas cuantas compañeras que siguen yendo al psicólogo porque lo recuerdan con sufrimiento. Escribir ha sido mi forma de desahogarme», señala este joven de 30 años actualmente destinado en la planta de Pediatría del Hospital General, su sitio natural dada la extensa formación que acumula en este ámbito de la enfermería infantil. Sin embargo, durante más de dos meses su misión estuvo en una de las plantas que se reservaron en el Complejo Asistencial de Segovia para los pacientes de la covid-19, esa enfermedad desconocida para todos cuando arrancó este infausto 2020 y que a él le ha llevado de la frustración al estrés y de la tristeza al orgullo, pasando además por una convalecencia precisamente a causa del coronavirus.
Repasa esa montaña rusa de emociones en este libro que define como «mi historia personal y profesional durante la pandemia». Prologado por el médico adjunto de Medicina Interna del Hospital General Pablo Bachiller, quien coordinó el despliegue sanitario en los primeros momentos, recuerda cómo «en 15 días se llenó el Hospital». «Al principio creíamos que lo sabríamos llevar fácilmente, pero cuando empezaron a ingresar más enfermos nos sentimos frustrados porque nos tuvimos que inventar sobre la marcha una forma de trabajar, aunque luego no fue algo malo», cuenta Marcos.
La Covid-19 no solo les puso a prueba como profesionales, sino también a nivel físico y emocional. Él enfermó, aunque no supo que lo había pasado hasta semanas después porque dio un falso negativo. A pesar de la debilidad que sentía, su sentido de la responsabilidad y la solidaridad con sus compañeros le llevaron a pedir el alta voluntaria tras estar apenas tres días de baja. En el libro relata lo que se encontró al reincorporarse: «Además de en el gimnasio y en la cafetería habían puesto camas en el salón de actos, y me llevaron allí. En ese momento sentí tristeza, pero no por mí, sino por los pacientes, porque no era una situación digna, aunque fuera una emergencia», apunta.
El libro no elude ninguna de las cuestiones que han marcado la pandemia en Segovia. Ni las carencias de la provincia en infraestructuras sanitarias que ha evidenciado, ni la elevada incidencia que ha tenido. «Mi madre se infectó y, aunque lo pasó en casa, estuvo muy grave», desvela Marcos. El miedo a contagiar a sus seres queridos se convirtió en uno de los retos con los que tuvieron que lidiar médicos, enfermeras, técnicos de rayos, celadores... Él metía a diario la ropa de trabajo en la lavadora –la mochila que utiliza está descolorida– y dormía separado de su mujer. «Pero cuando venía aquí [al Hospital] tenía tantas preocupaciones que no me acordaba de nadie. No tenía ni el móvil», señala.
Preguntado acerca de cuántas lágrimas ha derramado, asegura que no ha llorado mucho pero se le quedaron grabadas las historias de dos pacientes en las que profundiza con algo más de detalle en el libro. Una se refiere a una compañera de trabajo y amiga que tenía a un familiar ingresado en el Hospital, y la otra está relacionada «con un paciente que estaba viviendo una situación durísima».
Agarrar la mano o acariciar la cabeza de aquellos que más estaban sufriendo o que incluso estaban a punto de morir ha constituido su forma de dar consuelo, pero siente que aún una parte de la sociedad no valora la labor de los sanitarios: «La gran mayoría sí que lo ha empezado a hacer, pero a mí personalmente me han dicho en Segovia que somos unos jetas, unos vividores y que nos privatizarían para que se nos acabara el chollo».
El aumento progresivo de los contagios que se está produciendo y la posibilidad de que la segunda oleada se adelante vuelve a situar a los sanitarios en el foco de atención como pilar de resistencia del sistema. Este enfermero segoviano llama a la tranquilidad, «porque las instalaciones ya están medianamente preparadas -los conductos de oxígeno de la cafetería o del hospital no se han retirado- y tenemos la experiencia de marzo y abril». Pero pide a la ciudadanía que no baje la guardia. Quien no se crea que esta crisis de salud es real que lea ‘Un día más, un día menos’, que incluye ilustraciones (realizadas por su padre) y que también reserva un capítulo -dentro de los 15 con los que cuenta- para las teorías conspiranoicas. Su editor, José Domingo Pardillos, ha dicho que le tocó emocionalmente. «No somos héroes ni caraduras. Se está viendo ahora con los módulos prefabricados que han instalado para reubicar los despachos de los directivos del Hospital. Tenemos la capacidad que tenemos», concluye Marcos, que el próximo martes 1 de septiembre, de 11.00 a 14.00 horas, firmará ejemplares en Entrelibros.