Plàcid Garcia-Planas Marcet (Sabadell, 60 años), jefe de sección de Internacional de La Vanguardia, que ha recibido el Premio de Periodismo 'Cirilo Rodríguez', organizado por la Asociación de Periodistas de Segovia, asegura en esta entrevista que «las redes sociales nos provocan ansiedad porque segundo a segundo nos empujan al futuro sin poder respirar, sin poder vivir el presente (...). Nos roban la reflexión. Nos roban el presente». Recién llegado como enviado especial a Ucrania afirma que ha visto más cadáveres que en las diez guerras que ha cubierto en tres décadas, pero lo que más le ha impresionado, más allá del dolor humano, «es ver cómo se matan pueblos en un paisaje marcado por los monumentos soviéticos a la fraternidad entre esos mismos pueblos».
¿Cuál es su impresión tras ganar el Premio de Periodismo en memoria de Cirilo Rodríguez'?
Más que impresión, es responsabilidad. Recibir el 'Cirilo' te ata al futuro, porque significa que, como periodista, tienes que tener la misma autoexigencia que antes. O más. No es el premio y adiós, sino que el galardón te acompaña hasta el final de tu vida profesional. Para mí, ser de nuevo candidato era regresar a Segovia, y esto es siempre un placer. Me decía ayer un finlandés, maravillado, que una ciudad como esta no la tienen en Finlandia. Además, esta primavera es verde, aún queda nieve en las montañas, los titiriteros en las calles... Lo que me gusta de este premio es que se ha fundido con la ciudad, se han unificado.
¿Qué le dice a un catalán una ciudad como Segovia?
Muchísimo. Porque, como decía Unamuno, a los catalanes nos pierde la estética, y esta ciudad es pura belleza. Y porque mi familia es textil lanera de Sabadell desde muchas generaciones, y la lana nos unía a Castilla la Vieja. Comprábamos lana en Béjar (Salamanca) desde mediados del siglo XIX. Tejíamos con lana castellana, ya los lazos comerciales provocaban, inevitablemente, lazos de amistad. En los años treinta, mis abuelos llegaron a vivir varios meses en Béjar. Era como una segunda ciudad..
¿Cómo se encuentra en este momento el ejercicio del periodismo?
Yo no quería ser periodista, sino arquitecto, pero me dieron miedo los números y terminé de… corresponsal de guerra, ¡por miedo, por miedo a los números! Hice periodismo porque no sabía qué hacer, y la vida acaba llevándote por donde no esperas. Me puso en la sección de Internacional de La Vanguardia sin buscarlo demasiado y, en 1991, me enviaron a la primera guerra del Golfo también sin buscarlo: me llamo Plàcid (Plácido), no estoy programado para la guerra. De pronto me encontré con un boli y una libreta en medio de un conflicto y ala, a contarlo en dos o tres folios. Pero no me considero reportero de guerra, sino reportero sin más. Si uno no sabe hacer un reportaje en Segovia, no lo sabe hacer en Kyiv.
¿Entonces, que es para usted el reporterismo?
Es la esencia del periodismo. En el reporterismo cabe todo, un análisis de un párrafo, un diálogo, un dato... Sin saber muy bien lo que era, me empecé a enamorar del reporterismo en Bosnia. El reporterismo es como el sexo, se aprende practicando. Mis crónicas de la primera guerra del Golfo, mi primera guerra, no valen un churro. Fue un año después, en Sarajevo, donde empecé a reflexionar sobre la palabra, sobre cómo transmites el dolor del otro. Cada vez que se encendía Bosnia me enviaban a mí, y hubo un momento que me sentí gilipollas, pensé que era el tonto que no sabía decir que no, y estuve a punto de decirle al director del diario que no iba a más guerras. Que fuera otro. Pero no se lo dije. Lo que me mantuvo en el oficio fue el reto narrativo. Veía que el dolor del otro se explicaba muy mal, que se narraba, y se sigue narrando, desde el patetismo de raíz romántico. Y convertir el dolor del otro en un paso de Semana Santa es un error. El reto narrativo me llevó a encontrar dos herramientas para transmitir el dolor del otro. Una, la lírica: a todos los estudiantes de periodismo les recomiendo leer poesía porque te enseña a poner mucha intensidad en pocas palabras. Y la otra herramienta es la paradoja, y la guerra intensifica la paradoja.
En uno de esos mensajes poéticos, cortos, no de twitter, ¿cómo le podía transmitir a un castellano algo que se ha vivido con mucha inquietud, como es el procés?
Si nos escucháramos más unos a otros llegaríamos posiciones insospechadamente cercanas. Una de las cosas que me entristecen de la desaparición del reporterismo es que es una herramienta de conocimiento, que he echado en falta en el procés. Tambien he echado en falta a un reportero del diario ABC, no un tertuliano o un analista, paseando por Olot con libreta, boli y reset mental. Y al revés, a un reportero del diario Avui paseando por Jerez de la Frontera. Para escucharnos. Palpitarnos...
¿Cómo está ahora la situación, después del escándalo del espionaje con 'Pegasus'?
Me estás metiendo un territorio que odio y es el del análisis... Me temo que el conflicto catalán es más profundo que el propio Pegasus, que ya es gravísimo. Está en un callejón sin salida por ambas partes, y me encantaría, repito, que nos empezáramos a escuchar más entre todos obviando a los políticos, porque ellos tienen sus propios intereses. No hay consenso sin diálogo.
Regresemos al periodismo, usted asiste a conflictos pero hay quien define como antológicas sus crónicas desde ferias de armas...
Cuando fui por primera vez a la feria de armamento terrestre más grande del mundo, en París, me impactó su inmensidad, sus moquetas, su lujo, su champagne, y me sorprendió que ningún periodista de guerra hubiera ido al huevo de la serpiente que es ese evento. Es una feria de profundas paradojas. Todo se vende para la «defensa» y la «protección», parece que nadie tiene la más mínima intención de disparar a nadie. Promocionan todo para el soldado, fusiles, misiles, drones… incluso calzoncillos-armilla para protegerte de la explosión de las minas, todo excepto ataúdes o bolsas de plástico para envolver un cadáver, que es el punto final de cualquier batalla. En la feria del 2014 se celebraban los cien años del inicio de la Primera Guerra Mundial, miré con qué pistola había asesinado Gavrilo Princip al archiduque Francisco Fernando de Austria y a su esposa, lo que dio origen a la conflagración y a todos los desastres del siglo XX. El fabricante de la pistola, la belga FN Herstal, todavía existe. Y tenían estand en la feria. Me acerqué para provocarles un poco, comentarles la que habían liado, pero no hizo falta: la empresa alardeaba en sus folletos de que la pistola de Princip la habían fabricado ellos..
Han destacado de usted que funde literatura y periodismo, ¿es la clave?, ¿ahora no se produce esta unión?
Es que periodismo es literatura. Literatura es la palabra correcta en el sitio adecuado, y ¿acaso el periodismo no es la palabra correcta en el sitio adecuado? Existe la literatura de la ficción, El Quijote o Harry Potter, y la literatura de la observación, y a contrarreloj, que es el periodismo y es el reporterismo. El problema que tenemos en castellano es que cuando dices literatura te lleva a la ficción, y para mi literatura es el empleo eficaz de la palabra. A veces, en periodismo, la eficacia es la poética, empieza por la buena escritura.
Entre sus libros escribió el ensayo-crónica 'El marqués y la esvástica. César González-Ruano y los judíos en el París ocupado', junto con la historiadora Rosa Sala Rose, que acabó con uno de los premios hasta ese momento más prestigiosos del periodismo español y le trajo algún disgusto...
Si el objetivo del periodismo es cambiar la realidad para mejorar el mundo, por muchas crónicas de guerra que haya podido hacer no he cambiado la realidad, a lo máximo que he llegado es a llevar al lector al lugar donde estoy y compartir reflexiones con él. Cuando escribí esa investigación, cuatro años, veinte archivos y ocho países, cambié la realidad, porque quitaron un premio y el nombre de un jardín en Sitges. Durante todo esa trabajo me dio la sensación de hacer de periodista, de periodista de investigación, aunque lo que contaba hubiera ocurrido hacía setenta años, pero como era nuevo, era noticia. Noticia viene de novedad..
Desde la crisis económica la situación pinta mal para las empresas editoras, que son quienes sostienen los medios, ¿pero, el periodismo ha hecho algo mal para estar tan en precario?
El problema no es el periodismo, es la sociedad, que es de donde sale el periodismo. Si la sociedad es precaria, el periodismo será precario. El problema al final no son sólo los sueldos, que también, sino mental. ¿Qué entendemos por periodismo? Hay muchísimos jóvenes que no leen, y si no lees, no escribes, entonces no hay periodismo. Hay tuits, frases sueltas, pero el periodismo es algo más.
¿Qué encuentran las nuevas generaciones que quieren ser periodistas?
Muchos, quizá la mayoría, piensan que el periodismo no es lo que esperaban. Confunden el ser periodista con ser influencer, estrellas de televisión… No saben que el periodismo, en el fondo, es diario, agotador, muchas veces no sale tu nombre, tienes que editar a otros, es farragoso. Llevo 34 años de periodista y el 90 por ciento de mi trabajo es editar a otros, un trabajo anónimo. Demasiados estudiantes de periodismo se quedan con los fuegos artificiales que ven en las redes, con el flash, y desconoce que para avanzar es costoso. Sudas.
¿Qué hay de prejuicio de las redes sociales hacia el periodismo?
Tu pregunta es interesante porque distingue entre redes sociales y periodismo, con lo que estoy de acuerdo. No es un prejuicio, sencillamente las redes lo ignoran, lo ningunean, no existe. Lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia. Hace poco escuché en Radio Clásica que los que sufren depresión viven en el pasado y los que sufren ansiedad es porque viven en el futuro. Y las redes nos provocan ansiedad porque segundo a segundo nos empujan al futuro sin poder respirar, sin poder vivir el presente. Las redes, con su frenética inmediatez, nos roban la reflexión. Nos roban el presente.
¿Qué impresión le ha causado la guerra por la invasión de Rusia a Ucrania donde ha realizado su último trabajo como enviado especial?
En un solo mes en Ucrania he visto más cadáveres que en las diez guerras que he cubierto en tres décadas. Pero lo que más me ha impresionado, más allá del dolor humano, es ver cómo se matan pueblos en un paisaje marcado por los monumentos soviéticos a la fraternidad entre esos mismos pueblos, ver cómo un lado y otro se acusan de nazis en un paisaje marcado por monolitos en recuerdo a la victoria conjunta contra el Tercer Reich.