Al rescate de la memoria sumergida

Sergio Arribas
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Montserrat Iglesias triunfa con su primera novela, 'La marca del agua', inspirada en el drama de la desaparición del pueblo segoviano de Linares del Arroyo, anegado por las aguas del pantano del río Riaza.

Imagen de San Juan procedente de Linares que se conserva en el monasterio de Santa María de la Vid. - Foto: DS

A su abuelo segoviano, Marcos Iglesias González, le recuerda como un hombre recio y callado, fiel al estereotipo del carácter castellano. «Solo hablaba en catarata cuando nos contaba lo que era su pueblo, que él consideraba que también era el nuestro», comenta a El Día de Segovia Montserrat Iglesias, autora de la novela 'La marca del agua' (editorial Lumen), una historia de ficción inspirada en Linares del Arroyo, el pueblo que su familia paterna tuvo que abandonar a principios de los 50. La localidad, enclavada en los márgenes del río Riaza, desapareció bajos las aguas del pantano de Linares y sus vecinos se establecieron, a partir de 1949, en un nuevo pueblo, llamado La Vid, en la provincia de Burgos.

Marcos y Genara, los abuelos de Montserrat, eran oriundos de Linares del Arroyo, del que tuvieron que marchar con sus dos hijos pequeños, Demetrio, de 8 años —el padre de la escritora—y Aristónico, que entonces era un bebé de apenas un año. Otros vecinos emigraron a Aranda, Segovia, Valladolid… pero ellos, como la mayoría, decidieron comprar tierras y casa en el pueblo burgalés de colonización.

El origen del libro —la primera novela larga de la autora madrileña, licenciada en Periodismo y Filología Hispánica— reside en la «nostalgia» que tenía su abuelo por «lo desaparecido», una añoranza que también detectó incluso en su padre y su tío Aristónico, que llegaría a ser alcalde de La Vid. La escritora palpó el sentimiento desde pequeña, en aquellos viajes familiares al pantano de Linares sin razón aparente, por cualquier mínima excusa.

La escritora Montserrat Iglesias.La escritora Montserrat Iglesias. - Foto: DS

«Cuando tenía 16 años —continúa Montserrat Iglesias— escribí un cuento que titulé 'El Pantano' que resultó fallido. No tenía la técnica [de escritura] pero tampoco la vida para entender lo que era la melancolía y la nostalgia. Sabía lo que era porque me lo habían transmitido, pero no podía verbalizarlo».  A los 40 años fue cuando por fin escribió 'La marca del agua', que surgió como el proyecto fin de máster de narrativa de la Escuela de Escritores de Madrid. «Me dije ¡es ahora o nunca! Nuestra generación somos casi los últimos que hemos oído directamente la narración de lo que pasó. Por eso —recalca— esa voz de hombre en primera persona, la del protagonista, con la que quería dar voz a los damnificados por el progreso».

En 1931 se notificó a los vecinos de Linares del Arroyo que su pueblo iba a ser expropiado y que desaparecería sumergido bajo las aguas del embalse que se proyectaba construir en sus tierras. Tal y como recuerda un cartel existente en La Vid, el Instituto Nacional de Colonización y autoridades municipales buscaron un nuevo emplazamiento para estos vecinos de Segovia. Lo encontraron cerca, en una finca de 2.500 hectáreas bañadas por el río Duero, con tierras fértiles de regadío y monte, apropiadas para la agricultura y la ganadería. De esta manera, los vecinos de Linares del Arroyo formaron La Vid en 1949, dos años antes de que se inaugurará el nuevo pantano del río Riaza.

«Claro que fue un drama», afirma. «La gente rehace su vida y claro que llega a ser feliz y prospera. No quería hacer a mis abuelos o vecinos y paisanos como víctimas porque ellos no se veían como tales. Salieron adelante con mucho esfuerzo pero nadie les reconoció el sacrificio». «Es mucho más que lo material —continúa la autora madrileña— porque también perdieron sus tradiciones y memoria. Sus muertos quedaron debajo del pantano y perdieron también un lugar, el que les habían legado y ellos iban a legar a sus hijos».

Portada del libro 'La marca del agua'.Portada del libro 'La marca del agua'. - Foto: DS

ACTO DE JUSTICIA. De esta manera, con 'La marca del agua' Montserrat Iglesias pretende que emerja una historia tan sumergida como el propio pueblo de Linares. «Es una humilde manera de hacer una pequeña justicia con esta gente», explica la escritora, que desvela cómo le llegó un mensaje de un vecino de Linares del Arroyo. «Gracias por dar voz a los que no la tenían, me decía. Ya solo con eso merece la pena haber escrito esta novela».

María Moral, a sus 86 años, que fuera vecina de Linares del Arroyo, le contó a la escritora madrileña la anécdota que da título al libro. «Ahora se desalojarían todos a la vez. Entonces cada vecino ponía una piedra a unos metros de su casa. Cuando llegaba el agua a la piedra, sabía que tenía que marcharse». La novela comienza cuando Marcos, el protagonista, se levanta y comprueba que el agua ha llegado a la marca. Vuelve a su casa para decírselo a su hermana Sara y la encuentra colgada de un machón de la cuadra. Conmocionado por el suicidio baja su cuerpo y e introduce el cuerpo en un carro, que tapa con una colcha que formaba parte del ajuar, para emprender un camino desde Hontanar del Río —nombre ficticio que alude a Linares— al pueblo nuevo.

Montserrat Iglesias, profesora de Secundaria, ha escrito la novela «desde la entraña y la exigencia literaria», bajo la inspiración de un hecho real, la desaparición de Linares del Arroyo, aunque con un relato basado en la ficción. «Para llegar al lector no tienes que estar pegado a la verdad porque quizá no puede encajarse en una trama», afirma la novelista. En 'La marca del agua' Linares del Arroyo se llama Hontanar del Río y La Vid es, simplemente, 'el pueblo nuevo'. Aunque todo es ficción, Montserrat bautiza al protagonista con el nombre de su abuelo —Marcos— y desarrolla la trama en escenarios reales, para lo que contó con la ayuda, entre otros, de los ayuntamientos de la zona o de la casa del parque de las Hoces del río Riaza.

Foto antigua de Linares tomada en una casa particular de La Vid.Foto antigua de Linares tomada en una casa particular de La Vid. - Foto: DS

CASI 70 AÑOS DESPUÉS. El periodista, historiador y escritor segoviano Guillermo Herrero se preocupó hace años en investigar sobre el terreno sobre las consecuencias emocionales de la desaparición de Linares del Arroyo; al realizar diversas entrevistas en La Vid con vecinos oriundos del pueblo segoviano y sus descendientes. Herrero, que acompañó a Montserrat Iglesias en la presentación de su novela en Segovia (este pasado jueves 9 de diciembre en la Biblioteca Pública del Estado), explica que el pueblo quedó sentenciado en la Segunda República, cuando los vecinos recibieron notificación oficial de que se iba a proceder a la expropiación forzosa de todos los edificios y las tierras situadas en la ribera del río Riaza. Aquella era una época en la que no existían ni declaraciones de impacto ambiental ni había plazos para presentar alegaciones a proyectos de este tipo.

Aunque la Guerra Civil retrasó el proyecto, éste resurgió con fuerza en los años 40, hasta que finalmente se consumó a inicios de los 50. «Como no podía ser de otra manera, el abandono de Linares del Arroyo resultó traumático. Todas las personas mayores de allí a las que pude entrevistar,  hace años, se sentían arrancados de su tierra», afirma.

«A mí me emocionaba —añade— encontrar octogenarios que en La Vid te enseñaban con orgullo su carné de identidad, donde se indicaba que habían nacido en Linares del Arroyo, o que tenían decoradas las paredes de sus casas con fotos de su pueblo natal. Algunos, incluso, me comentaban que, los años en que el nivel del pantano estaba más bajo, iban allí, a ver la torre de la iglesia de San Juan».

De acuerdo con Herrero, los hijos de Linares del Arroyo que todavía viven son capaces de describir, con sumo detalle, su pueblo. «Casi 70 años después, siguen añorando su pueblo». Para el periodista segoviano, cuando un pueblo se sumerge bajo las aguas, «sus vecinos no solo han perdido su casa o sus tierras; pierden algo más importante: sus raíces. Es eso precisamente lo que le ocurre al protagonista de 'La marca del agua', Marcos, que lucha por evitar que el cuerpo de su hermana muerta, Sara, quede bajo el agua». «Es una novela excepcional tanto por recuperar la historia de Linares del Arroyo como por la bellísima forma en que está escrita», recalca.