Elías de Andrés, sobrino del famoso herrero del mismo nombre y cuarta generación de una familia entregada a este oficio, mueve por su taller la veleta de la torre de San Esteban con absoluta confianza. La emblemática estructura descansa tumbada sobre una vieja pero resistente mesa de trabajo con ruedas, y Elías, sin miedo ni problema, se ofrece a levantarla con la ayuda de una grúa y su compañero Eusebio para que la fotógrafa pueda captarla en toda su dimensión. A él, por pudor, le cuesta un poco más ponerse al lado, pero accede para que la foto incluya la referencia de una figura humana que permita contrastar tamaños. Porque cuando luce en la torre, a más de 60 metros del suelo, difícilmente uno toma conciencia de los más de 300 kilos de peso y más de tres metros de altura de este conjunto de cobre de tres cuerpos (bola, gallo y cruz) que terminó sucumbiendo ante el vendaval que sacudió la ciudad durante la semana del 16 al 22 de diciembre.
El famoso gallo se puso en la torre de San Esteban por primera vez a principios del siglo pasado y la estructura actual llevaba sin moverse de allí desde mediados de los años 70. Sin embargo, el pasado 19 de diciembre ya hubo que acordonar la zona por riesgo de caída y cuatro días después, una vez que el viento dio tregua, se desmontó con la ayuda de tres grúas y fue trasladada a esa suerte de quirófano del hierro del que podrá salir en breve. En cuestión de días si la meteorología lo permite, ya con el eje enderezado y con unos rodamientos nuevos que le devolverán la capacidad de girar, después de muchos años fija, hiciera viento o no, debido a que los viejos estaban oxidados.
Esa falta de giro fue precisamente la que provocó que se doblara el eje y hubiera que desmontar todo el conjunto, ya en la víspera de Nochebuena.«Si el gallo se moviera con el viento no habría habido problema, pero al permanecer fijo hacía resistencia», explica De Andrés, «así que claro, con lo que soplaba aquel día...». «En origen por supuesto que giraba, pero tenía los rodamientos gripados porque les entró agua y se acabaron oxidando hace ya muchos años», continúa el herrero, que cuando habló con este periódico el pasado martes ya contaba con tener lista la veleta para esta semana. «El trabajo no es difícil, cuestión de dedicarle el tiempo que necesita y ya está, cuatro días o igual menos». Consiste en «desarmar la veleta, dejarla en tres partes, quitar los rodamientos que están encima y debajo del gallo, ponerlos nuevos y enderezar el eje, que es lo que torció el viento».
La veleta de San Esteban volverá a girar con el viento - Foto: Rosa BlancoAl tejado de la torre ya le hicieron «un arreglo bueno» en los días posteriores a la retirada de la veleta. «Le hemos puesto un dado de hormigón y le hemos metido una placa», continúa. «Los ladrillos que había estaban ya pasados y ahora le hemos hecho una base, un cajón de hormigón, con una ferralla o estructura metálica» que servirá así de soporte. Con la placa de anclaje nueva que también se ha colocado la veleta podrá aguantar futuros golpes de viento «sin ningún problema». «No lo habrá mientras gire el gallo, claro», incide. Así que «en poco tiempo» podrá estar puesta de nuevo en la torre. «Cuando diga el Obispado, porque el hormigón lo pusimos antes de Nochebuena y ya está fraguado, pero también habrá que hacerlo cuando el viento lo permita, porque al final tienes que subir a más de 60 metros de altura y allí arriba, a poco que haga ya se nota mucho», destaca.
Elías de Andrés se inició en el oficio de herrero «nada más salir de la escuela». «Empecé con mi padre, que tenía el negocio a medias con mi tío», a quien le debe el nombre y que ya tiene 85 años. El sobrino va por los 63, pero cuenta con seguir «hasta que Dios quiera» o, dicho de otro modo,«mientras el cuerpo aguante. Él y su primo, hijo de Elías, son la cuarta generación de herreros de una familia cuya labor con el hierro es visible en numerosas iglesias, mesones, puentes, calles, plazas y otros espacios públicos de la ciudad, incluido el quiosco de la Plaza Mayor. Las últimas barandillas que se han puesto en el Palacio Episcopal son de Elías, así como toda la obra de hierro realizada recientemente en el patio.
La Diócesis tiene «plena confianza» en él, tal y como destaca a El Día Andrés de la Calle, párroco de la unidad Segovia Centro, donde se integra San Esteban. Una iglesia histórica, del siglo XII, «con la torre más bonita de Segovia y me atrevería a decir que de España», valora, pero cerrada al culto desde hace más de un año por el lamentable estado de su interior. «Llevo 18 años esperando que alguien se acuerde de esta pobre infeliz», lamenta De la Calle, que ahora sí confía en que poco a poco se vaya avanzando en su restauración. «Ahora estamos viendo qué arreglos nos cubre el seguro y cuáles no», señala. «Después de lo de la torre haremos obra interior» para ir reparando las humedades que han invadido hasta dejar absolutamente impracticable el presbiterio, y también una capilla, «la del Cristo de la mano tendida», que se ve hoy «amenazada» de la misma manera. Y después confía en que la Junta impulse por un fin la esperada rehabilitación integral de este templo románico que, eso sí, más pronto que tarde volverá a estar coronado por su emblemática veleta.