La historia en pequeñas perlas

A.M.
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El cronista oficial del Real Sitio de San Ildefonso,  Eduardo Juárez Valero, recoge en un libro sus crónicas 'Desde el paraíso'

El historiador Eduardo Juárez - Foto: Rosa Blanco

e entre los 101 artículos de colaboración periodística que ha recogido en su libro ‘Desde el paraíso’ el cronista oficial del Real Sitio de San Ildefonso, Eduardo Juárez Valero, donde nació, en1968, doctor en Geografía e Historia, hay uno que le costó «dios y ayuda» y fue el primero que escribió tras salir del hospital, donde había sido tratado por coronavirus, una experiencia desgarradora en lo físico y en lo psíquico que está a punto de publicar. Lo tituló ‘En el vado de Oquendo’ e intentaba contar cómo se había abstraído en los momentos más duros de asfixia, casi de muerte, imaginándose en mitad de un paraje idílico en el centro de la Sierra del Guadarrama, en el Pinar de Valsaín.

Pero de sus aportaciones recogidas en El Adelantado de Segovia y El Día de Segovia también hay otras que recuerda haber escrito con satisfacción, como la publicada por este periódico en el que, según reconoce, parte de la risa y acaba en el enfado, sobre su experiencia en la selectividad en la Universidad Carlos III de Madrid, «con las barbaridades que ponían los estudiantes». Se lo envió a su amiga la periodista Nieves Concostrina, que participa en el programa de la Cadena Ser ‘Acontece que no es poco’, y lo terminaron leyendo en las redes «miles y miles de personas en todo el país, algunos dándome zapatilla y otros atacando al sistema educativo», admite este profesor universitario que imparte temas humanísticos —historia, paleografía, diplomática medieval, biblioteconomía y documentación—, pero también da clases en otros ámbitos como la UNED, el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado o la Universidad Antonio de Nebrija.

El título de la publicación, que acaba de ver la luz, lo llevaba en la cabeza desde hacía años. Recuerda que, tras nombrarle cronista, en 2012, le correspondió recibir al entonces rector de la Universidad de Valladolid (UVa), Marcos Sacristán, quien le saludó y su respuesta fue: «Bienvenido al paraíso» o lo que es lo mismo, apunta, «la manera de definir la suerte que tengo de vivir en un sitio como este, incluido Segovia», ciudad a la que también incluye en alguno de sus artículos. 

Y es que, de la misma manera que en el programa de La 8 ‘Historietas de Segovia’, que protagoniza con el periodista Sergio Arribas, trata de mostrar a los segovianos lo maravilloso que es el lugar donde viven, en sus artículos aspira a convencer a sus vecinos del sitio «asombroso donde tienen la suerte de residir, no quiere decir que seamos localistas y que pensemos que es el paraíso, es uno de los paraísos, pero es la suerte que uno tiene de escribir desde allí».

En realidad lo que le apetece, después de un proceso muy profundo de investigación –aunque esté detrás de otro tema siempre mira con el rabillo del ojo a ver si aparecen nombres como los de La Granja o Valsaín– es transmitir la historia del pueblo, de quienes viven en el paraíso, no sobre sobre reyes ni políticos, sino acerca de la gente y las cosas que les hacen conectar con el entorno en que viven.  De hecho, los artículos que más le divierte escribir son aquellos donde muestra lugares del bosque, del jardín, de las montañas o cuando cuenta dónde está un árbol concreto, relata entusiasmado y emocionado, sentimientos que no le faltan, como tampoco locuacidad, antes de parar y sentenciar: «Es importante luchar por preservar el conocimiento». 

Y eso que, según contó recientemente en Cyltv, siendo ya cronista, comenzó a plantearse «la locura» de escribir un libro, en tomos, sobre el fin de la República y el proceso de la Guerra Civil en La Granja, empezando por los siglos XVIII-XIX, pero terminó desechándolo «porque estos libros de historia los leen los académicos y la gente común que es para quien debe trabajar un cronista, para los vecinos y visitantes, al final pierden la idea, lo ven como un ejercicio académico de investigación histórica, entonces empecé a escribir pequeñas perlas en las que contaba un detalle de la historia de La Granja».

Una de las habilidades de quien colabora también en medios como Radio Nacional de España, es embelesar a los oyentes con sus historias de la Historia, al entender que «ese es el camino». Lo dice después de recordar un artículo de ABC, de principios del siglo XX, que informaba sobre una visita de Albert Einstein a España, donde pronunció una conferencia en la Universidad Central, la actual Complutense, en Madrid. 

Con ironía señala que el periodista escribía que «había sido impresionante aunque el público no había entendido nada, pero se había roto las manos aplaudiendo». Confiesa que él no está dispuesto a que pase eso, todo lo contrario, «que cuando cuente algo de La Granja conecte con la gente, es la obligación de un cronista, mantener viva la historia del pueblo y difundirla». La fórmula es transmitir a un nivel no académico, divulgar la historia, lo que Eduardo Juárez considera que «es lo donde falla la Academia en este país, no solo en términos históricos, generalmente como no ocupamos ese espacio los profesionales de la historia lo hace otro tipo de personas, entonces ahí se manipula la información y se convierte en doctrina».

Al hilo de una reciente grabación sobre la Guerra de las Comunidades, para el programa de La 7 que dirige Javier Pérez de Andrés, Juárez concluye que «los segovianos somos los únicos en toda España que seguimos describiéndonos como comuneros, hay miles de cosas que hay que contar a la gente para que comprenda el lugar donde vive, si dejamos la historia a la lectura del profesional y del entorno académico todo acaba perdiéndose». 

Ser comunero, dice como si estuviera dictando una lección, no significa ser comunista ni nacionalista de Castilla, «nadie sabe lo que es la Ley Perpetua de Ávila, que es una preconstitución, la primera en la historia del mundo donde se establecía los principios de una monarquía democrática, el primer conato de sistema liberal en el mundo, esto siempre se asocia a la leyenda negra de España (...) a los primeros que se nos ocurrió poner una estatua en homenaje a Juan Bravo fue a los segovianos, en 1921, la de Aniceto Marinas». Pero cuando se colocó, recuerda, intelectuales como Ortega y Gasset, Machado, Quintanilla o Ignacio Carral, criticaban el emplazamiento, «qué ceguera... lo que importa es el significado que tiene», expresa con la misma rotundidad como si fuera la última frase de la clase del día.