"Aquí no habrá paz"

Yemeli Ortega (EFE)
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Cada vez más civiles en Israel compran armas y adquieren entrenamiento convencidos de que la guerra continuará

"Aquí no habrá paz" - Foto: Manuel Bruque

«Desenfunden, apunten, ¡fuego!», grita un militar retirado a civiles israelíes antes de que resuene el estruendo en ráfaga. Tras la reciente flexibilización legal para adquirir armas en Israel, miles de personas, traumatizadas por la masacre de Hamás, aprenden a disparar, muchas convencidas de que la paz no llegará.

«Academia Israelí de Antiterrorismo y Seguridad», se lee sobre una reja con alambre de púas entre las colinas desérticas de Efrat, un asentamiento hebreo en la Cisjordania ocupada, en cuyo interior los estridentes disparos y el olor a pólvora inundan el ambiente.

Aunque es la primera vez en su vida que sostiene una pistola, a Moria no le tiembla la mano. Junto a esta madre de seis niños, una decena de personas -judíos religiosos, agricultores y programadores informáticos- toman una clase básica de tiro. El blanco al que apuntan: imágenes de milicianos palestinos encapuchados o armados.

«Quiero saber cómo se usa esta cosa, aunque espero no tener que usarla. Mi esposo está en el Ejército, estoy sola con los niños en la casa, debo protegerlos», asegura Moria mientras se ajusta la faja donde se adhiere la pistola, alrededor de su menudísima cintura.

Esta mujer de 39 años es habitante de una de las aldeas aledañas a Gaza, donde más de 1.000 milicianos de Hamás se infiltraron el 7 de octubre para torturar, masacrar y secuestrar a israelíes, en un ataque que combinó con el lanzamiento de miles de cohetes y ha dejado unos 1.400 muertos, 5.400 heridos, más de 200 secuestrados y otros tantos desaparecidos.

Tras ello, el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, un ultranacionalista conocido por su retórica racista y antiárabe, impulsó su añeja iniciativa de flexibilizar los criterios para otorgar permisos de armas, que fue aprobada por un comité del Parlamento el 15 de octubre. Y, desde entonces, se han presentado más de 100.000 solicitudes para lograr una licencia. 

Aquel fatídico 7 de octubre se convirtió en un punto de inflexión positivo para el mercado armamentístico en Israel: «Desde ese día, hay un aumento del 200 por ciento en la venta de armas y entrenamientos», asegura el coronel Sharon Gat, fundador de Caliber 3, una de las academiashebreas  de seguridad más reputadas, que entrena a uniformados y civiles.

A cualquier precio

Las seis sucursales de la empresa reciben diariamente más de 1.500 aprendices, que pagan unos 250 euros por cada día de entrenamiento con exagentes del Ejército, la Policía o los servicios secretos.

La sede principal, en Efrat, tiene una tienda que ofrece pistolas semiautomáticas de entre 3.000 y 7.000 shékels (700 y 1.600 euros), además de chalecos antibalas, anillos en forma de calavera y collares con balas de adorno. El mostrador principal, cuya caja no cesa de facturar, es una mesa de cristal con miles de casquillos en el interior.

Según el coronel Gat, «la gente quiere pagar cualquier cantidad de dinero» para responder a un ataque como el de Hamás.

Organizaciones que abogan por el control de armas, como Gun Free Kitchen Table, advierten de que armar a más civiles traerá más asesinatos, suicidios, accidentes, violencia doméstica y la transferencia de armas a organizaciones criminales y terroristas.

Ofir Matityahu, un administrador israelí de 38 años, está convencido de que el ataque de Hamás «fue solo un aperitivo» y que la violencia se incrementará, incluso en Jerusalén, ocasionando una «guerra civil» con los habitantes de origen palestino. «El 95 por ciento de los árabes viviendo aquí no son leales al Estado de Israel. Dentro de su corazón, son todos Hamás, y en cuanto tengan la oportunidad nos matarán sin dudar. Por eso necesito estar armado y todos deberían hacer los mismo», indica mientras compra una pistola.

Este soldado reservista ya lleva colgado en el hombro un rifle que le dio el Ejército y quiere que toda la población se prepare armándose. «Hicimos todo lo que pudimos para protegernos de la gente de Gaza: construimos búnkeres, tenemos el (sistema antimisil) Cúpula de Hierro, construimos el muro... pero después del 7 de octubre, ahora sabemos que aquí nunca habrá paz», zanja.