Con motivo de la festividad de San Alberto Magno, patrón de las Ciencias, este sábado, 23 de noviembre, la Asociación de Químicos de Castilla y León (AQCyL) entrega su premio anual, un reconocimiento a la labor científica, técnica, cultural, social y humanitaria, que en su 13ª edición ha recaído en la profesora segoviana Martina Gutiérrez Miguel, del IES Andrés Laguna, donde imparte clases de ESO y Bachillerato y es tutora de Bachillerato de Investigación. El jurado destaca «su brillante y dilatada trayectoria docente», que va más allá de las clases oficiales, ya que ha conseguido transmitir a varias generaciones su amor por la Química y ha preparado a alumnos para las Olimpiadas Químicas, así como participando con éxito, junto al alumnado, en programas como el de Rutas Científicas del Ministerio de Educación o el de Incubadora de Sondeos, de la Universidad Complutense, entre otros. En 2010 consiguió el Primer Premio del concurso 'Tú puedes hacer', convocado por la obra social de Caja Madrid.
Asegura Martina, gratamente sorprendida, que la noticia del premio, y la repercusión que ya ha tenido, y por la que está recibiendo multitud de felicitaciones, le ha «impactado un poco, por lo inesperado, porque creo que los docentes no estamos acostumbrados a reconocimientos».
Este es su último curso antes de la jubilación, a los 70 años y, después de 35 en la docencia, resume su experiencia y trayectoria diciendo que «lo importante es que he sido y soy francamente muy feliz enseñando».
«Aunque siempre me ha gustado la enseñanza, a medida que ha pasado el tiempo he descubierto pues que es una labor noble la que hacemos, y tan bonita; y sí, es cansada, porque de verdad es cansada, pero a mí me ha hecho muy feliz a lo largo de mi vida. Es la reflexión que estoy haciendo desde que me notificaron el premio», añade.
Infancia. Nacida en una pequeña localidad de la provincia, Riaguas de San Bartolomé, actualmente tiene poco vínculo con el pueblo porque a los 10 años se fue para estudiar en la capital segoviana, interna en colegio de las Jesuitinas. Eran otros tiempos en los que el acceso a la formación era más difícil, y sobre todo en el medio rural y para las mujeres pero, aunque sus padres «no tenían formación de ningún tipo, eran muy inteligentes y con unos valores impresionantes. Me ofrecieron la oportunidad de estudiar a pesar de que, cuando fueron a pedir opinión a la maestra para continuar estudiando fuera del pueblo, dijo 'haga usted lo que quiera pero van a perder el tiempo porque es muy revoltosa y no se centra'. Recuerdo a mi madre con el semblante descompuesto cuando llegó a casa y dijo: 'que me ha dicho que no, que hacemos el tonto'. Pero a mí me encantaban las Matemáticas y la Lengua, me encantaba ir a la escuela aunque es verdad que no me llevaba muy bien con esa maestra. Mis padres no le hicieron caso».
Años después su padre quiso que estudiara Farmacia y «seguramente económicamente hubiera sido muy potente, porque además estaba empeñado en que tuviera una farmacia en propiedad, pero nunca me he arrepentido - estudió primero Magisterio y luego se licenció en Químicas en Valladolid -. He tenido mucho empeño en hacer cosas que a mí me satisfacían, y reconozco que también he tenido muy buenos alumnos que han respondido bien. Para mí el verdadero reconocimiento es el de los alumnos».
Da por buenas tardes y noches revisando trabajos de alumnos para seleccionar los que iban a concursos, reuniones en los recreos e incluso se ha quitado horas de sueño y estar con su familia «pero porque me agrada, me satisface», dice.
«Creo muchísimo en la juventud», recalca, y reniega del «cualquier tiempo pasado fue mejor». Sí reconoce cambios y ha trabajado con todas las leyes educativas de la democracia pero considera que en lo esencial la enseñanza será siempre igual. Ha tenido que adaptarse a nuevas tecnologías - «es una herramienta, un medio, no un fin», apostilla - pero está convencida de la importancia de la labor del docente para el futuro de muchos jóvenes, como le ocurrió a ella con su flechazo por la Química gracias a una buena profesora de esta materia.
Cuando se jubile, además de pasar más tiempo con sus nietos, cree que se postulará a profesora emérita, para seguir enseñando ya de forma voluntaria. También sopesa otro voluntariado: «visitar a gente sola porque me he sensibilizado sobre la soledad con una vecina, que estaba solita, e iba un día a la semana a verla cuando estaba en una residencia; nadie más iba».