«¿Te ha tocado a ti también? ¿Pero qué pasa? ¿El sorteo solo lo han hecho en este edificio?». Aún no había puesto un pie en la calle y el 9-J ya me había regalado la primera anécdota del día. Mi vecino Aitor, como yo, había resultado 'agraciado' con formar parte de una de las mesas electorales de las europeas en el colegio Domingo de Soto. Una experiencia que ya anticipo que no me resultó un calvario aunque escuchara cerca de veinte veces a lo largo de la jornada aquello de «¿Te ha tocado?», acompañada la frase con tono y cara de compasión.
Estaba citado a las ocho de la mañana en el Domingo de Soto y llegué con diez minutos de antelación pensando que qué importaban diez minutos si me iba a pasar allí más de 12 horas. Sabía que me iba a encontrar con caras familiares -entre ellas la de mi tío César, que ya me había dicho que le habían llamado como suplente- pero no tantas. Allí estaban también un vecino del barrio que con el que siempre me saludo, Julián -coincido casi todos los días con él en el autobús- y Esther, amiga de mi suegra; estos dos últimos también como suplentes. Ambos, y también mi tío, se libraron. Para mí, no había escapatoria.
Reconozco que iba un poco confiado porque sabía que las listas al Parlamento Europeo son cerradas y no abiertas como en unas generales al Senado, y eso facilitaría el recuento al final del día. Pero no esperaba la cantidad de documentación que nos aguardaba encima de una mesa. A los vocales de mesa nos mandan a casa unos días antes una especie de libro de instrucciones, pero admito que no lo cogí hasta la víspera y sin detenerme mucho. Menos mal que mis compañeras de mesa, Mayte -la presidenta- y Nieves -la otra vocal- tomaron enseguida las riendas con la ayuda de Carlos, el representante de la Administración General del Estado, que en todo momento nos transmitió tranquilidad.
Como hasta las nueve de la mañana no abría el colegio colocamos con calma las papeletas de los 34 partidos entre los que se podía elegir (sí, 34, incluido Juntos por Extremadura, del que hablaré después), dejamos apartados los papeles que no nos iban a hacer falta hasta el escrutinio y resolvimos la primera incidencia: un trabajador de Correos nos acababa de entregar la credencial de un interventor del PP pero había un error en la documentación. Previa llamada en balde al número de teléfono de incidencias que nos habían facilitado y a la Junta Electoral, decidimos esperar a que llegara el interventor en cuestión para resolverlo, pero no apareció en todo el día. Un problema menos.
Nunca sabes cuándo va a saltar la liebre y se va a acabar la paz en una jornada electoral. Un policía nacional nos advirtió que la Junta Electoral había prohibido pasar con mascotas a votar a los colegios y que eso podía generar conflictos. Tampoco se dio el caso. Sí que generó bastante más confusión la distribución del censo de votantes entre las mesas. Hay ciudadanos que están acostumbrados a votar siempre en la misma, otros que consultan el listado de calles que la Administración deja a la puerta de cada mesa… En otros comicios, si la calle donde está tu casa tenía designada la mesa A, todos los miembros de tu familia votaban en esa mesa. En estas elecciones europeas, no.
De los apellidos que empezaran por A hasta los de la K, tenían que ir a la mesa A; de la L a la Z, a la B. Fue lo más problemático del día, aunque los electores lo aceptaron de buen grado y los apoderados de los partidos nos echaron una gran mano. Ayudó también la escasa participación que hubo en comparación con unas elecciones generales, municipales o autonómicas. A ninguna hora se formaron colas para votar. Si las hubiera habido y a alguien le hubiera tocado aguardar su turno dos veces…
Casi el único amago de 'sublevación' se produjo bien prontito porque una mujer decía no encontrar las papeletas de la Agrupación de Electores Se Acabó La Fiesta. «¿Se Acabó La Fiesta? ¿Qué es eso?», nos preguntamos. Sí que conocía a Alvise Pérez y había leído que se presentaba, pero no recordaba cómo se llamaba su agrupación. El móvil nos sacó de dudas enseguida. Y las papeletas estaban en su sitio y la mujer pudo votar su elección. No fue la única en nuestra mesa. Otras diez personas apoyaron a Alvise, solo una menos que a Sumar.
Pero lo del recuento, que no estuvo nada mal, lo dejamos para el final. Mayte, Nieves y yo aprovechamos los ratos muertos -que hubo unos cuantos- para conocernos más. Desde lo más clásico (dónde vivimos, en qué trabajamos...) hasta conversaciones con más recorrido a medida que avanzaba la jornada y aumentaba la confianza. Chuchi, del bar La Oja Blanca, ayudó a fortalecer los lazos al traernos a mitad de mañana unos torreznos que nos dieron la vida hasta la hora de comer, para lo que nos turnamos sin que fuera necesario debatir. La instrucción era que siempre hubiera dos personas al menos en la mesa y nosotros fuimos demasiado generosos quizás en nuestro esfuerzo y casi todo el tiempo nos quedamos los tres, y desde las tres a las cinco y media de la tarde allí casi solo se oía el sonido de los pajarillos.
Yo me entretuve charlando a ratos y a otros viendo portadas de periódicos, apuntando una idea para un posible reportaje que me dio un votante amigo y comparando la participación nacional con la de nuestra mesa. Llegué a dudar de que alcanzáramos el 50 por ciento, algo que no ocurrió hasta las seis y media de la tarde, casi coincidiendo con el último juego del partido de Alcaraz. Pudimos ver en el móvil esos últimos puntos. ¿Y la capacidad de superación del murciano nos dio el último aliento? Ja. Esto ya se estaba haciendo demasiado largo.
Nos temíamos, además, que pudiera haber una pequeña avalancha de votantes al acabar el partido, pero tampoco fue así. Las elecciones europeas siguen sin interesar mucho a los ciudadanos, aunque no faltaron a ejercer su derecho al voto en el Domingo de Soto algunos segovianos ilustres como los exalcaldes José Antonio López Arranz y Emilio Zamarriego o el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, José Luis Concepción.
A las 19.59 una mujer introdujo la última papeleta de manera presencial en la urna. Quedaban nuestros votos, el voto por correo y el recuento. ¡Ay el recuento! ¿Saldría a la primera? Salió. Ante la mirada de la exalcaldesa Clara Martín, de la concejala de Servicios Sociales, Azucena Suárez, de un apoderado de Vox y de una ciudadana que a lo largo del día había preguntado si podía asistir al escrutinio y así fue porque estaba en su derecho. En nuestra mesa ganó el PP, seguido por el PSOE y Vox. Pero casi más sorprendentes que los 11 votos a Se Acabó La Fiesta fue el que se llevó Juntos por Extremadura. Fue la guinda a una jornada que acabó para nuestra mesa a las 21.40 horas y que resultó más gratificante de lo que habría imaginado. Gracias, Mayte, y gracias, Nieves, por hacer que lo haya sentido así.