La carrera del director francés Jonathan Millet se había centrado hasta el momento en el formato del documental y había rodado en los países más peligrosos de África y de Asia. Quizás por esa vena arriesgada que tanto le gusta su primer largometraje de ficción: La red fantasma, es una película de espías inspirada en hechos reales cuyos protagonistas son sirios.
¿Se considera usted osado? Porque en La red fantasma toca un tema delicado, dado que están muy recientes los acontecimientos reales en los que están basados.
Creo que mi primer largometraje retrata quién soy como realizador y lo que siempre me ha llamado la atención es la realidad, lo que ocurre en nuestro mundo. Hay directores que les gusta hablar de amor, de ecología; a mí me interesa la geopolítica. Es un tema que puede parecer demoledor, pero cuando empezamos a contar que era una película de espías, que era una búsqueda de criminales de guerra, todo el mundo quería verla. Es decir, funciona hablar de la guerra mediante el espionaje.
De alguna forman su película, para los europeos, provoca desasosiego porque deja claro que el conflicto de países que creemos fuera de nuestras fronteras lo tenemos también dentro con esos exilados y lo que arrastran. ¿Lo ve usted así?
Lo que quise contar es que todo está unido. No se puede pensar que el conflicto bélico está a 1.000 kilómetros y personalmente no me va a afectar. Creo que lo que ocurre en Siria tiene que ver con problemas comunitarios. En Europa, se decide constantemente en que países se interviene en conflictos bélicos y en cuáles no. Esta película es una historia de sirios que buscan a otros conciudadanos para hacer justicia. Durante más de 10 años Europa no intervino en la guerra y los sirios no han tenido más remedio que tomarse la justicia por su mano.
Las pruebas que están saliendo a la luz, y que menciona su película, hablan claramente de torturas en el régimen de Bashar al-Assad, pero ¿qué futuro cree que puede tener Siria en manos de islamistas?
Hay tantos intereses cruzados en Siria, pero lo que puedo afirmar es que durante casi 13 años nadie se ha atrevido a impedir que un dictador bombardeara a su propio pueblo, porque tenían miedo al estado islámico. Hoy Bashar ha caído y para los sirios es un alivio enorme, sobre todo porque creen en la justicia. Bashar fue uno de los peores que dictadores que se conocen, veremos en el futuro que sucede.
Pero, los católicos de Siria están asustados sobre qué les puede ocurrir en un estado islamista.
Desde luego entiendo su preocupación, pero hoy el foco está puesto en Siria. Va a haber un nuevo futuro, el mundo entero mira a este país y para que alguien permanezca en el poder va a tener hacer malabarismo, buscar un equilibrio, yo no creo que acabe el país en el radicalismo.