Editorial

Trump declara la guerra a las democracias liberales

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha declarado una guerra comercial a las pocas democracias plenas que persisten en el mundo, Canadá y la mayor parte de la Unión Europea. Su último show en el Congreso hace pocas horas ofreció ingredientes de exageración, mesianismo e histrionismo equiparables a los que de personajes de la altura de Maduro, Bukele o Bolsonaro para evidenciar ante el mundo que Estados Unidos ya no están comprometido con los valores democráticos liberales, sino que más bien está alineado con las dictaduras más iliberales del planeta, con quien comparte sus ansias neocolonialistas y su inclinación por acabar con el imperio de la ley.

En clave doméstica, puede decirse también que Estados Unidos ha dejado de ser un aliado fiable para Europa y más bien se sitúa entre quienes trabajan para que el proyecto europeo quiebre y sea derrotado. Su nueva política arancelaria no tiene un origen económico sino geopolítica para imponer una ideología reaccionaria. Europa y Canadá sobran en la cosmovisión de Trump por la mismas razón que no le gustan a Putin y a la caterva de partidos iliberales europeos que financian uno y otro: porque son un modelo en el que pueden mirarse sus sociedades e intuir las miserias del discurso populista de sus administradores. Por el contrario, la UE, con sus abundantes fallas, es el sueño de tantos estados, como España antes y hoy Georgia o Ucrania, que tienen muy reciente la bota del imperialismo o la dictadura de los autócratas.

Cabe preguntarse qué puede hacer Europa ante un nuevo orden que no solo la orilla en el contexto internacional (en realidad esto lleva ocurriendo ya años) sino que trabaja en varios frentes para debilitarla y demolerla. El hecho de que no se haya actuado hasta ahora es otro ejemplo de ensimismamiento de la Comisión de Úrsula Von der Leyen que, pese a las señales claras de inicio de hostilidades, en lugar de dar pasos para reforzar el proyecto, ha preferido seguir con una agenda vistosa en los titulares, pero ajena a los intereses cotidianos de la mayoría de sus ciudadanos que ha provocado una evidente pérdida de legitimidad social. El último Colegio de Comisarios, que sitúa como número dos a la española más entusiasta de la Agenda Verde, es un buen ejemplo de cuán alejados están en Bruselas de la realidad de los territorios. Alguna responsabilidad tendrán entonces en que el tercer partido en el Europarlamento sea el de los aliados de Trump.

No obstante, Europa ha sabido demostrar recientemente, con la invasión de Ucrania o la lucha contra la pandemia, su capacidad de adaptarse a nuevas realidades. Se impone en este sentido acelerar la integración, reformar la gobernanza, impulsar su autonomía estratégica, priorizar su competitividad y su modernización y llegar a acuerdos con otros espacios económicos para proteger sus intereses. En cualquier guerra, quien resiste gana y hay muchas razones para pensar que esta vez estamos en el lado correcto de la historia.