Cuando se analizan las competiciones domésticas sin filtro, pasa lo que pasa: equipos de la zona media devoran a los grandes sin aparente explicación. Pero, si ponemos el filtro de Europa en el análisis, de repente lo que era verde es azul, lo que era transparente casi es opaco y lo que era certeza ahora es duda. Todo cambia: la Champions devoró al Atlético y casi al Real Madrid, que sobrevivió a un espléndido Rayo porque tiene a dos futbolistas estupendos arriba. El ejercicio colectivo de los vallecanos superó con amplitud a los de Ancelotti, que ya estaban en el Metropolitano defendiendo el 2-1 de la ida de octavos antes de que el cuadro de Íñigo Pérez dijese su última palabra en el Bernabéu. Que el público blanco terminase casi abroncando a su equipo en medio de una victoria lo dice todo.
La nada
Una vertiente del 'cholismo' más radical habla de partidos en los que no sucede nada (o prácticamente nada) y de repente sucede un gol ganador. Entre la ida y la vuelta de la Liga de Campeones, la visita a Getafe invitó a Simeone a pensar en uno de esos duelos: se encontró con un penalti estúpido, inverosímil, de esos del neofútbol en los que el VAR llama por una posición 'antinatural' de las manos (¿Cómo nos protegemos de un impacto contra un compañero o un rival? ¿Con las manos pegadas al cuerpo?) después de un par de rebotes. Quizás no midió bien el Atlético: si hay un técnico y un equipo especialista en que nada suceda son Bordalás y el Getafe. Sacó petróleo de la superioridad numérica y selló el 2-1 en la recta final. Y el Barça, sin jugar, durmió líder.
Uno de nueve
Las consecuencias de pensar en Europa son malas con fondo de armario… y nefastas sin él. El Athletic solo ha ganado uno de sus últimos nueve partidos (siete empates y una derrota) y en lo que llevamos de año sólo cuatro de 14. No es fácil tener la cabeza en una remontada ante la Roma y jugar contra el Mallorca: solo algunos privilegiados pueden ganar sin pensar en lo que están haciendo.