Tres años no tienen por qué ser necesariamente 1.095 días. En la guerra en Ucrania parecen haber quedado reducidos a uno, al que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, eligió para comenzar las conversaciones con Rusia y acabar con el conflicto sin contar con Ucrania. «La gente que ha ido a la guerra dirá: ¿Para qué nos habéis mandado a morir? ¿Para terminar ahora así? Porque si tenemos que ceder los territorios podríamos haberlo hecho ya en febrero del 2022 y ya está», denuncia la presidenta de la Asociación de Ucranianos en Segovia, Mariya Zalishchuk.
Para canalizar la frustración que tiene ha decidido en los últimos días seguir lo menos posible las noticias. «Sentimos rabia e impotencia y nos sentimos como el niño pequeño que busca a alguien que le defienda. Pero ya no hay a quien acudir, solo queda aguantar y aguantar», resume esta ucraniana, nacida en la ciudad de Noviy Rozdil, al oeste del país, donde todavía vive su hija mayor: «Allí, igual que aquí, saben poco. Lo único que me dice es que si llega Rusia, los ucranianos tienen poco que hacer».
Quienes no han salido del país se han acostumbrado a vivir en guerra, según cuenta Zalishchuk. «El ser humano es muy fuerte. Un día llamo a mi madre y le digo 'Mamá, hay aviso de bombardeo, ¿dónde estás?'. Y me respondió 'Ay no, ya voy a casa, pero no porque pueda venir un misil. Es que está lloviendo y llevo las patatas, a ver si se me van a mojar. La prioridad es vivir día a día o al menos sobrevivir», relata la presidenta de la Asociación de Ucranianos en Segovia, indignada con el ninguneo de EEUU, aunque asegura que era consciente de que este sería el desenlace desde que Trump ganó las elecciones frente a Kamala Harris el pasado mes de noviembre.
Zalishchuk emigró a España en 2001 buscando trabajo, como otros muchos compatriotas, pero no se ha olvidado de sus raíces y recuerda que la invasión de Ucrania por parte de Rusia comenzó mucho antes de febrero de 2022. Por eso no tiene reproches para el Gobierno de Zelenski: «Me sentí orgullosa del Gobierno. Por fin alguien daba la cara y decía 'esto es mío y lo voy a defender». También se muestra agradecida con el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, por haber reconocido a los ucranianos como víctimas, pero pide fortaleza a Europa. «Más que nada por su futuro porque aquí parece que mandan dos y los demás se tienen que achicar», indica, al tiempo que advierte de las posibles consecuencias del acuerdo de paz que se vislumbra entre EEUU y Rusia: «Si no le paras los pies, puede ir más. Ya no estamos hablando de Ucrania, estamos hablando del resto de los países. Porque cuando uno hace algo y ve que nadie le reprocha ni le para ni nadie dice 'Ah, bueno, pues vamos a seguir'. U otro va a decir 'Mira, no le ha pasado nada. Voy a hacer yo lo mismo».
La comunidad ucraniana en Segovia asciende a unas 150 personas pero Zalishchuk cree que aumentará en vista de los acontecimientos. Porque la convivencia entre ucranianos y rusos se presenta imposible. «No tenemos por qué convivir con Rusia. Somos dos países independientes, diferentes, cada uno con su cultura. Además, si empezamos a leer la historia, primero existía Ucrania, aunque los rusos digan que Ucrania no existía. Muchas veces el desconocimiento nos machaca también», concluye Zalishchuk.