En la Librería Cervantes está contenida la historia de España y de Segovia desde el siglo XX hasta nuestros días. Y no solo por los libros que pueblan sus añejas estanterías y mostradores. La trayectoria de este establecimiento y de la familia que lo regenta y los clientes, proveedores y literatos que han atravesado su puerta permiten hacer un repaso de los acontecimientos políticos, sociales y culturales más importantes vividos en España durante los últimos 117 años.
En esa historia centenaria de la Librería Cervantes aparece en cada momento un personaje que conecta con un hecho trascendental. En 1938, por ejemplo, Francisco Herrero Valduvieco, hijo del fundador del establecimiento, fue fusilado por realizar labores de espionaje para los republicanos. La caída y auge de la sociedad española en el siglo XX se convirtió también en la de la Librería Cervantes, que vivió su época dorada en los años 60 probablemente.
«Se vendían los libros de texto por camiones», cuenta Guillermo Herrero, que ha recogido todos estos hitos en 'Librería Cervantes. Una página en la historia de Segovia'. Un libro que es también la epopeya de un comercio que ha logrado sobrevivir a la decadencia del comercio tradicional y la expansión arrolladora de las plataformas de venta digitales. «Entiendo que la clave ha sido nuestra capacidad de adaptarnos a cada tiempo», apunta Herrero, el último representante hasta el momento de una estirpe de libreros que inició su abuelo, Cándido Herrero Bernal.
Natural de Espirdo y de espíritu emprendedor, emigró a Madrid para después regresar -en los primeros años del siglo XX- a Segovia, donde abrió una librería en la calle San Francisco, junto a la Casa del Sello. Pronto la trasladó a la Calle Real, donde permanece a día de hoy como testigo de la vida cultural e intelectual de la ciudad. Ya en 1925 tenía 900 referencias en librería y 800 en papelería, y los listados de clientes demuestran que numerosos intelectuales acudían a comprar. Como anécdota su actual responsable revela que en los años 50 suministraban periódicos y revistas extranjeros a los actores que se encontraban en Segovia grabando películas.
La historia de España y de la Librería Cervantes volvieron a entrecruzarse en los años 70. Al mismo tiempo que el país dejaba atrás el régimen franquista e iniciaba un periodo de modernización, la librería adquirió el edificio en el que se encontraba, lo construyó de nuevo y estrenó una nueva etapa con Guillermo Herrero García al frente. En este momento de transformación, el nieto del fundador apostó por lo que después se ha convertido en una de las señas de identidad del establecimiento. Llenó su escaparate de artículos originales y atractivos que hoy todavía hacen que muchos niños peguen su cara al cristal, como sus enormes gomas de borrar.
De esa época es también el impulso a su sección de obras religiosas y la creación de su propia editorial, que en la actualidad aguanta el tipo a pesar de la gigantesca competencia existente en el sector. Premio Marqués de Lozoya a la mejor tarea cultural en 2010, y Premio Comercio Tradicional de la Junta de Castilla y León en 2019, la Librería Cervantes continúa cultivando la pasión por la lectura. «A mí me gusta mucho la provincia de Segovia y tengo libros de aquí en casa de toda la provincia. Hasta del pueblo más perdido siempre intento hacerme con uno. Creo que la lectura, aparte de ser un placer, da una cierta cultura. Y creo que la cultura es buena, más en los tiempos que vivimos», reflexiona el actual responsable de la librería.
La renovación tecnológica que ha liderado todavía prosigue. «Ahora mismo le he dicho a una clienta que no tenía un libro pero que lo podía encontrar en dos librerías de Zamora. Gracias al proceso de digitalización lo podemos mirar en el mismo momento, pero también tiene sus peligros en el sentido de que hay una empresa que a nivel mundial se lleva el 95 por ciento del negocio. Nosotros hemos intentado mantener nuestra esencia, pero resulta complicado», argumenta. Como consuelo, el libro impreso mantiene el envite del 'ebook'. «No ha pegado el salto cuantitativo suficiente para amenazar a la librería tradicional, pero no significa que en diez años no lo haga», concluye Herrero.