Seguro que lo primero que ha pensado es en sus corbatas... Desde luego, si había un atuendo característico del periodista José María Carrascal, que falleció el pasado viernes por la noche a los 92 años, eran precisamente sus coloridas corbatas, pero el legado que deja va mucho más allá de su colección de estas. Porque Carrascal consiguió tatuar su nombre como uno de los profesionales más carismáticos de la televisión, en donde introdujo, por ejemplo, el editorial en sus informativos.
Después de trabajar como corresponsal en Berlín y Nueva York, donde cubrió grandes acontecimientos como la guerra de Vietnam, la llegada del hombre a la luna o la dimisión de Richard Nixon como presidente de EEUU, en noviembre de 1989 regresó a España para empezar a trabajar en televisión con 60 años. El 25 de enero de 1990 presentó el primer informativo de una televisión privada (Antena 3) en medio de una gran expectación a nivel nacional por el nacimiento de la cadena.
«Fue una experiencia traumática porque no tenía ninguna experiencia en televisión. Lo más difícil fue adaptarse al medio porque ya no se trataba de escribir tu crónica, sino de hablar directamente», reconocía el también académico de televisión. Pese a su inexperiencia en este ámbito, Carrascal era un profesional, «había visto mucha televisión norteamericana» y eso lo trasladó a su informativo «Noticias de la noche», un espacio desde el que marcó un modo muy particular de hacer un noticiero al incluir un editorial diario.
«España no estaba acostumbrada a ver editoriales, que eran mis comentarios, no más de 40 segundos, pero en esos 40 segundos cada segundo y cada coma estaban pensados y eso chocó. En eso, mi informativo rompió moldes», aseguraba el comunicador, al que se le recuerda también por sus inconfundibles corbatas, «corbatas con personalidad», como él mismo decía.
Se despidió de su audiencia en la madrugada del 15 de agosto de 1998. Según el periodista, el nuevo director de informativos de Antena 3, Ernesto Sáenz de Burugara, «no quería informativos de autor». Desde entonces, continuó publicando columnas de opinión en La Razón y ABC, aunque en la actualidad solo escribía para el último. De hecho, anduvo con la pluma entre los dedos hasta apenas unos días antes de fallecer.