Patrimonio para conocer nuestras raíces

M.Galindo
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El folclorólogo Juan José Prat Ferrer reivindica el valor del folclore como seña de identidad de los pueblos

Juan José Prat, junto a la portada de su libro. - Foto: Rosa Blanco

Mucho más allá del traje regional, la copla, el romance o la jota, el folclore abarca multiples aspectos de la cultura popular cuya transversalidad llega a todas las capas sociales y culturales.

Pese a su importancia, pocas son las obras que analizan el folclore desde el punto de vista global, y menos los autores e investigadores que se dedican a su estudio, por lo que el trabajo del profesor Juan José Prat Ferrer (Camagüey (Cuba), 1953) no solo es importante por su extensión y documentación, sino por que sienta las bases de la folclorología como ciencia y objeto de estudio.

En 2008, el doctor en Filosofía por la Universidad de California publicó «Bajo el árbol del paraíso. Historia del los estudios sobre el folclore y sus paradigmas», que es ya una obra de referencia nacional e internacional a la hora de abordar el conocimiento sobre un aspecto de la cultura tan importante como escasamente valorado por la comunidad científica.
Afincado en Segovia desde hace mas de dos décadas, Prat Ferrer asegura que el libro «nace de la ignorancia y de la curiosidad» por el folclore, que reconoce que «siempre me ha interesado desde mis años de estudiante en California, donde había cátedra de folclore, y a partir de ahí intenté buscar una historia de esta disciplina, de la que sólo había estudios parciales o muy antiguos, y me puse a indagar y tomar notas».

Sus estudios iniciales se ampliaron durante siete años hasta cristalizar en el libro, cuya conclusión principal es la definición de folclore que acuña el autor. Así, Prat señala que el folclore «es el conjunto de elementos, actos y procesos culturales expresivos que se transmiten en variantes en los grupos humanos según las reglas de creación, de transformación y de transmisión de la comunidad a la que pertenecen y que forman parte de su identidad y su patrimonio».

Bajo esta premisa, el folclorólgo construye una teoría que se basa en la cultura popular como caldo de cultivo del folclore. «La cultura elitista u oficial tiene el copyright, los derechos de autor, en la cultura comercial la obra se hace por equipos que desarrollan patentes y la cultura popular está a disposición de todos y se puede reproducir sin caer en el plagio», señala.

Para Prat, el folclore «es un patrimonio intangible, aunque el patrimonio tangible es también folclore, aunque preferimos llamarlo artesanía», pero advierte que esta transversalidad hace que haya «mucha falsedad» en estas manifestaciones artísticas.

«A veces se vende por folclore lo que es ya alta cultura, como en el caso del flamenco, que tiene indudables raíces y en su origen lo fue, pero hoy día es un arte escénica. Las fronteras nunca son claras y la folclorología a lo que ayuda es precisamente a buscar las características de lo popular - asegura el profesor- El folclore no es rural ni de clase baja porque se genera por todos los grupos humanos y no está comercializado ni institucionalizado».
Pese a ser España un país con una riqueza folclórica inmensa, Prat lamenta que no tenga la importancia que merece, y aboga por  la creación de una cátedra o un instituto de estudios folclóricos capaz de vehicular todas las investigaciones y estudios sobre esta rama. Así, señala que el folclore «queda metido en la antropología, la filología o la musicología pero no existe como disciplina o ciencia independiente».

«En España hay muy buenos investigadores y estudiosos. En Castilla y León tenemos a Joaquín Díaz y el Centro Etnográfico que abrió en Urueña, pero no podemos depender del trabajo de individuos aislados. En países como Rusia o EEUU hay estudios específicos de folclorología y en Panamá la Escuela Nacional de Folclore tiene respaldo constitucional, por poner algunos ejemplos», asegura el investigador.

En este sentido abogó por  una escuela o un instituto de estudios folclorísticos, «donde se estudiaran las tradiciones, las costumbres, canciones… otra cosa es que haya voluntad de pagar investigadores que sepan que pueden vivir de eso, que es donde se va el dinero».