La soledad no deseada, que se detecta especialmente entre las personas mayores, es un problema social en aumento al que se le intenta poner coto en Zamora, para luego extenderlo al resto de España, implementando un modelo de intervención social que se ha testado con éxito en Finlandia y que en la ciudad del Duero se ha mejorado en algunos aspectos.
La investigadora del Centro Internacional sobre el Envejecimiento (CNIE), que ha desarrollado el proyecto piloto denominado Juntos damos más vida a Zamora, Regina Martínez, admitió que la soledad no deseada es un tema que está «muy estigmatizado» y del que cuesta que las personas que la sufren reconozcan su situación y den el paso para cambiarla.
El modelo de intervención elegido en el último año, que ahora se pretende extrapolar a otros puntos del país, arrancó con la detección de personas, que más allá de que vivan o no sin compañía, se sienten solas, para lo que se recurrió a farmacias y ortopedias, parroquias y centros de salud donde se podían identificar situaciones de este tipo.
De esta forma lograron contar con 60 personas en situación de soledad no deseada de las que se ha intervenido con 40 en la primera anualidad del proyecto al que ahora se quiere dar continuidad.
Por qué enfermeras
Con esos primeros asistentes se ha trabajado en grupos de 10 que han estado tutelados por una veintena de voluntarios a los que previamente se ha formado, que son tanto estudiantes de Enfermería como enfermeras jubiladas.
La elección de esa profesión no es al azar, ya que la enfermería es «una disciplina fundamental en el abordaje de la vulnerabilidad de las personas mayores porque tiene incorporada en sí misma una lógica del cuidado que acompaña en todo el proceso», declaraba la directora de la iniciativa Soliedad desarrollada en Zamora, Elisa Sala.
Tampoco esta ciudad se ha elegido porque sí para este proyecto piloto, sino que se debe a que es «de las más envejecidas, con un índice del 25 por ciento frente al 19 por ciento de media nacional», explica.
Entre las voluntarias que impulsaron los grupos de una decena de personas que se sentían solas estaba Covadonga Gutiérrez, una profesional jubilada que subraya que han creado «un grupo de amistad» y la implicación y generosidad de los participantes ha sido «enorme, solo veo cosas positivas», declara.
También voluntaria ha sido la estudiante de Enfermería Victoria Abad, de 21 años, que ha reconocido que inicialmente tenían sus dudas sobre si «este estilo de voluntariado intergeneracional iba a funcionar» por la diferencia de edad con las personas, en algunos casos octogenarias, con las que intervenían grupalmente.
Sin embargo, a medida que avanzaban las sesiones y unos y otros se iban conociendo más se vio que sí funcionaba y al final ha sido «muy enriquecedor» y «un proceso humano muy bonito», apuntaba.
Como conclusiones puso de relieve que los mayores con los que han compartido su tiempo antes se sentían más solos y ahora más respetados y escuchados, a lo que se añade la amistad que ha surgido entre algunos de ellos.
A todo ello se suma, como algo novedoso en este sistema de intervención, la interacción que ha habido entre los distintos grupos de 10 personas en soledad en jornadas de convivencia o visitas a museos, algo en lo que no se había avanzado en la implementación de ese modelo en Finlandia y que ha tenido resultados positivos en Zamora.