Se nota que es un enamorado del Camino de Santiago. Dice Eduardo Busquiel que son ya 15 años y 30 caminos los que lleva a sus espaldas, con sus diferentes recorridos y en distintas épocas del año. Y nunca es el mismo. Desde 2007 ha tenido una cita con Compostela, a excepción de los dos años de la pandemia de covid, 2020 y 2021. El 17 de noviembre pasado partió para Galicia desde Segovia dispuesto a pasar la Nochevieja, como es su costumbre desde hace años, con otros peregrinos amigos en el albergue de Fisterra, una tradición que empezó en 2010. Después ha estado quince días como hospitalero en un albergue de Corcubión que gestiona la Asociación Galega de Amigos do Camiño de Santiago.
«Es una forma de devolver al Camino lo mucho que da», dice. Fue en este albergue donde el 5 de enero se enteró de la llegada a las costas gallegas de parte de los residuos del vertido de 26 toneladas de pellets de plástico frente a la costa de Viana do Castelo (Portugal), tras el accidente sufrido por un carguero el 8 de diciembre, que motivó la caída de seis contenedores al mar.
No se lo pensó mucho y enseguida llamó a Begoña, coordinadora de albergues de la citada asociación, que trabaja en el de Fisterra, para ofrecerse como voluntario para ayudar a liberar de pellets esta zona de la Costa de la Muerte que para muchos peregrinos es el lugar donde finaliza el Camino. Tras un primer intento fallido, porque las condiciones meteorológicas no eran buenas, finalmente sí consiguió formar parte de un grupo de cuatro voluntarios, junto a tres mujeres, entre ellos una mariscadora buena conocedora del terreno.
Cuenta Busquiel que la Unión Europea paga a estas trabajadoras, que aprovechan las mareas para recoger almejas o berberechos, para que, además, mantengan limpias las playas.
«Estaba muy preocupada con el vertido porque es su pan, y ya están escarmentados con lo que ocurrió con el Prestige, aunque también es cierto que hay gente en la Costa de la Muerte que en su vida han trabajado en el mar pero recibieron dinero entonces y he llegado a escuchar barbaridades como que un vertido cada seis años estaría bien», asegura este segoviano, indignado por ese comportamiento incívico.
Jornada productiva. Su colaboración solidaria fue especialmente gratificante porque la mariscadora quería que se perjudicara lo menos posible al ecosistema de la playa de Estorde, situada a medio camino entre Corcubión y Fisterra, de manera que utilizaron limpiacristales grandes de goma para «barrer» las bolitas de plástico de la playa y después cribaron todo lo recogido en una red tupida, de agujeros de unos 5 por 5 milímetros. Así descartaban algas mientras la arena y las bolitas caían a un gran serón, como los que utilizan las mariscadoras, de manera que la primera se hundía y quedaba limpia en el fondo y el plástico flotaba y podía recogerse fácilmente.
Para Busquiel que fue una mañana productiva porque en tres horas consiguieron retirar de la playa entre tres y cuatro kilos de plástico que metieron en un saco. Después enviaron la localización GPS al organismo de la Xunta que se dedica a su transporte y almacenado.
No todos los grupos de voluntarios utilizan el mismo método; por general no criban los residuos, pero este segoviano considera que es la manera más sostenible.
Esta semana, recién llegado a Segovia con un buen catarro cosechado también en Galicia, aseguraba que, por supuesto, volverá este año al Camino, porque cuando divisa el Monte Pindo siempre piensa «ya estoy en casa», su segunda casa.