Las elecciones generales en Alemania han confirmado la necesidad de un liderazgo sólido en un país clave para la estabilidad europea. La victoria de Friedrich Merz y la CDU/CSU en una cita con una participación del 83%, la más alta desde la reunificación, evidencia que los alemanes han optado por una propuesta de gobierno que garantice estabilidad en un contexto de incertidumbre geopolítica, crisis económica y auge del populismo. La gran coalición que Merz formará, previsiblemente, con el SPD se erige como la única vía viable para asegurar un gobierno estable frente a una realidad innegable: el auge de Alternativa para Alemania (AfD). Con un 20,8% de los votos y convirtiéndose en la segunda fuerza parlamentaria, el partido de ultraderecha ha captado el descontento de amplias capas de la población, especialmente en el este del país ante las políticas migratorias fallidas, el encarecimiento del coste de la vida y una desconexión cada vez mayor entre las élites políticas y los problemas reales de la sociedad alemana.
Ignorar las causas de su ascenso sería un error fatal para un futuro gobierno en el que el SPD, desangrado electoralmente, será un socio menor y sin capacidad para contrarrestar un giro a la derecha de las políticas que hasta ahora han preferido sacrificar el crecimiento económico y la seguridad energética, puesta en solfa por la guerra entre Rusia y Ucrania. Y es que el reto que enfrenta el país germano es monumental. La recesión, la crisis energética y el estancamiento industrial han puesto en jaque el modelo productivo del país centrado, sobre todo, en la industria automotriz, en plena transformación hacia la automoción eléctrica.
En todo caso, es innegable que en Europa, los resultados en Alemania se leen como un punto de inflexión. La firmeza de Merz al reivindicar una Europa menos dependiente de Estados Unidos y la necesidad de reforzar su autonomía estratégica son señales que deberían ser atendidas por los líderes europeos y España, con un Gobierno que ha dado bandazos en su política exterior, no puede permitirse quedar al margen de esta transformación.
En clave nacional, el debate sobre la gran coalición en Alemania resuena inevitablemente en España, donde las tensiones políticas han hecho inviable hasta ahora una fórmula similar entre PP y PSOE. En momentos de crisis, la cooperación entre partidos tradicionales puede ser la llave para evitar el auge de los extremos pero nuestro país sigue atrapado en una política de bloques donde el consenso parece inalcanzable. Es una lección que la política española haría bien en considerar si quiere recuperar la estabilidad y la confianza de los ciudadanos.