El mayor juicio de pederastia de Francia arrancó ayer en la ciudad bretona de Vannes, donde el cirujano Joël Le Scouarnec, actualmente de 74 años, se sienta en el banquillo de los acusados por supuestos abusos sexuales y violaciones a 299 pacientes menores de edad entre 1989 y 2014.
Además del elevado número de víctimas, de una edad media de 11 años, el caso tiene una segunda dimensión, la de las disfunciones en el sistema sanitario que permitieron a este cirujano actuar durante más de 30 años en varios hospitales y clínicas, públicos y privados, sin que fuera alejado de los menores pese a numerosas señales de alerta.
«He cometido actos odiosos. Comprendo y comparto el sufrimiento que han podido provocar en cada una de esas personas la violencia de mis escritos. A lo largo de los interrogatorios me he esforzado en distinguir lo que eran violaciones y agresiones sexuales de lo que a mi juicio no lo eran», aseguró el acusado, que se enfrenta a una pena de 20 años de cárcel.
«No puedo volver al pasado y ante todas esas personas, ante sus allegados, debo asumir la responsabilidad de mis actos y las consecuencias que han podido tener y que tendrán a lo largo de toda su vida», insistió ante los jueces.
Vestido de negro, serio, Le Scouarnec ya había reconocido algunos de los actos por los que está en el banquillo, puestos en evidencia por los relatos que él mismo iba escribiendo en sus diarios, donde detallaba los abusos y violaciones que cometía. Pero, en otros casos, aseguraba que no eran más que fruto de su imaginación, que se dejaba llevar narrando sus propios fantasmas sexuales. En esos diarios, en los que narra caricias, felaciones, penetraciones con los dedos y otras acciones, Le Scouarnec reconocía ser un «exhibicionista, voyeur, sádico, masoquista, escatológico, fetichista, pedófilo» y aseguraba «ser muy feliz» con todo ello.