«Encerrado» en su casa del barrio de La Albuera se encuentra el gestor cultural Juan Carlos Monroy; por suerte y desgracia, con mucho tiempo por delante para «afianzar proyectos que tenía en marcha», trabajos expositivos de comisariado o de gestión de distintos espacios públicos y privados. «Enfrascado» en su cuarta novela, aunque piensa acabarla «más bien a medio o largo plazo»; y también con tiempo para reflexionar sobre el momento que vivimos, del que siempre busca lecturas en positivo. Lo suele hacer a diario en su blog personal (‘nadaqueobjetar.com’): «¿Cuántas veces más tendremos la oportunidad de pasar tantas horas al lado de nuestros hijos? (...) ¿En qué circunstancia anterior nos hemos acordado de nuestros mayores más que ahora? (…) ¿Cuántas veces anteriores has tenido la ocasión de volver decirle a tu pareja lo que sientes por ella y nunca lo has hecho por no haber encontrado el momento adecuado? (...) ¿Cuándo has visto a tus vecinos preocuparse por ti como lo están haciendo ahora? ¿Y a tus compañeros de trabajo o a tu propio jefe? ¿Crees que volveremos a ver lo mejor del ser humano como en estos días de confinamiento? ¿Crees que volverás a ser mejor persona de lo que eras antes? ¿Y si cuando todo termine aprendemos que tanto dolor no ha sido en vano y cambiamos el mundo para siempre?».
«Yo soy muy optimista y destaco principalmente lo bueno que se está haciendo visible en estos días, como el valor de la sanidad pública y los profesionales que la integran», señala ya durante su conversación con El Día. «También destaco la generosidad del conjunto de la población, con vecinos que están ayudando a vecinos, jóvenes ayudando a los mayores; y una cosa muy importante que está quedando claro estos días es lo esencial frente a lo superfluo: podemos vivir perfectamente sin liga de fútbol, pero no sin cultura, por ejemplo».
«En la parte que me toca a mí como gestor cultural, me ha enorgullecido mucho confirmar el papel de la cultura como elemento identitario de la sociedad. El reconocimiento de la ciudadanía a la cultura, que debe ser mimada principalmente por los máximos responsables. Y también la consideración de los profesionales del sector cultural como generadores de riqueza tanto social como económica», continúa Monroy.
«Yo creo, o al menos quiero creerlo, que después de todo esto la relevancia de la cultura dentro de la sociedad quedará como algo incuestionable que no podrá ser menospreciado por ningún ministro. Es lo primero a lo que se ha agarrado la sociedad en estos momentos de dificultad», hasta revelarse «como un bien de primera necesidad». El legado artístico que quedará de este periodo será por ello prolijo, «la primera piedra de un gran edificio».
¿Y cambiará la sociedad más allá de la cuestión cultural? «Yo creo que quien va a cambiar después de todo esto es el individuo, así que también cambiará la sociedad, que no deja de ser la suma de individuos. Soy muy optimista y creo que va a haber una gran modificación social: tendremos que acostumbrarnos a vivir con menos, pero no por ello seremos menos felices. Con una sanidad pública cubierta y con cultura, yo creo que esto sí que va a cambiar».
Esas alteraciones en positivo de la escala de valores admite que también las nota en sí mismo. «Aquellos aspectos que ya de antemano consideraba prácticamente como no relevantes ahora van a ser invisibles, y los que antes ya consideraba que eran esenciales ahora se van a multiplicar», prosigue Monroy.
Por otro lado, en un sentido parecido destaca la consideración que la sociedad tenía de ciertas profesiones que hasta hace apenas mes y medio se minusvaloraban y ahora sucede justo lo contrario: «Antes llamar a alguien por su labor profesional, hablar de una cajera de supermercado, se tomaba como algo prácticamente denigrante, mientras ahora de repente son prácticamente héroes. La mirada del ciudadano a su homólogo se va a modificar mucho, será más respetuosa. El tiempo dirá si se mantiene ese respeto, pero confío en que así sea», concluye.