El gran revolucionario del claroscuro, Caravaggio, halló en Roma su gloria artística, pero también su desdicha personal. Ahora, más de cuatro siglos después, la ciudad eterna reúne una gran muestra con cuadros de medio mundo, desde Madrid a Estados Unidos, para ahondar en su vida y en su estilo, «manchado» de realidad.
«La exposición recorre todas las etapas de su camino artístico y también humano y además ofrece la posibilidad de ver cuadros casi inaccesibles porque son custodiados en colecciones privadas», explica la comisaria, Maria Cristina Terzaghi.
El Palacio Barberini de la capital italiana reunirá hasta el próximo 7 de julio un total de 24 pinturas del maestro del Barroco, algunas recientemente descubiertas como el Ecce Homo de Madrid, por primera vez colgado en una exposición internacional de este tipo.
Michelangelo Merisi Caravaggio, nacido en Milán en 1571, conoció las mieles del éxito en la Roma de las papas, gracias a los encargos de ricos mecenas como el cardenal Francesco María Del Monte o el banquero Ottavio Costa.
Su destreza reveló enseguida un estilo inédito mediante el dominio de las luces y las sombras, una pintura nueva que encendió la mecha de un cambio revolucionario hacia la teatralidad del Barroco.
La exposición Caravaggio 2025 arranca con sus albores artísticos, con una de las pinturas cuya autoría es aún debatida, El Narciso, en el que un joven mira su reflejo sobre el agua.
Enfrente se levanta una de las obras más difícilmente accesibles de toda su nómina, la Conversión de Saulo (1600-1601), propiedad de la Colección Odescalchi y que el maestro realizó para una capilla de la iglesia de Santa María del Popolo, raro ejemplo en «tabla».
Otro de los cuadros recientemente hallados es el Retrato de Maffeo Barberini (1595-1596), oculto al público desde 1963.
Otro aspecto destacable de esta nueva exhibición, abierta en pleno Jubileo, es que reúne pinturas que casi nunca se muestras juntas y en las que el autor usó el mismo modelo, hombres y mujeres de su propia cotidianidad que le inspiraban para los temas que abordaba.
Es el ejemplo de la cortesana Fillide Melandroni. Se cree que es ella quien mira al espectador de lado, encarnando a Santa Catalina, un cuadro llegado del Museo Thyssen.
La exposición tendrá además un epílogo inédito: la posibilidad de visitar la Villa de la Aurora, antiguo palacio de una de las dinastías más importantes de Roma y que, en una diminuta instancia, cuenta con la única pintura mural atribuida a Caravaggio, una representación de Júpiter, Neptuno y Plutón.