De las quizás no tantas cosas que tienen en común Ancelotti y Simeone es que son estrategas de escuela conservadora. Luego sus jugadores, dotados de enorme talento individual, pueden convertir una entrada cara en algo que mereció la pena pagar, pero los libros de estilo de ambos técnicos empiezan con la frase «mantengan la puerta a cero». El derbi del Bernabéu respondió exactamente al 99 por ciento de los pronósticos: el de dos equipos muy influenciados por entrenadores que repitieron hasta la extenuación lo de «esto dura 180 minutos». Quizás fue mejor el Atlético, pero le faltó convicción en el último tercio para sobrepasar a un Real Madrid que renunció a la pelota durante más de una hora. Y con tanta vigilancia, con tanta precaución, con tanto pensar en que todavía queda un partido de vuelta, se disputó un partido relativamente descafeinado, con más emotividad que juego, en el que triunfó el talento puntual sobre la cautela colectiva: cuando la táctica invita a la prudencia mutua, solo la calidad individual (tres golazos enormes) alteran el «0-0 y nos lo jugamos en la vuelta» que imaginaron el 'Cholo' y 'Carletto'.
¿Y Kylian?
De un duelo jugado con tanta mesura y vigilancia algunos jugadores quedaron sobre la raya del sobresaliente (Valverde espectacular incluso lesionado, Griezmann omnipresente…) y otros marcados bajo la línea del 'aprobado'. Kylian Mbappé no se halló en ningún momento. Quizás las teorías de que es un jugador de fallo y contragolpe, un purasangre que necesita metros y metros de libertad para ser gigante, son erróneas; como se demostró ante el Manchester City en dieciseisavos, al que arrolló con inusitada sencillez, tal vez necesita un conjunto dominante, no necesariamente dueño del balón pero que sí presione con orden, recupere pelotas en zonas conflictivas y pueda lanzar al francés a la aventura en solitario, donde es el mejor del mundo. Con el mediocampo superado (que Modric, a sus 39 años, tenga que seguir saliendo a poner cierta lógica en el juego) y dos futbolistas prácticamente eximidos de labores defensivas, Mbappé meterá muchos goles porque es muy bueno… pero olviden su mejor versión. E incluso la peor, la de un jugador apático al que el choque le pasa por encima, aparece en noches como la del pasado martes.
Resistencia
El Barça por fin tiene 'cara b'. Muchos partidos de su historia moderna terminaron con sus jugadores incrédulos, como quien ha visto pasar un fantasma, mirando un marcador adverso. «¿Cómo es posible si tuvimos la pelota el 101 por cien del tiempo?». Flick no solo ha dado una vuelta de tuerca al concepto 'dominio', sino que ha instalado el de 'resistencia'. Con casi 70 minutos de inferioridad, los azulgrana actuaron como un bloque ordenado y sacrificado. Szczesny y Raphinha fueron los nombres del duelo, pero el apellido lo puso Pedri: ese genio que brilla a favor de viento pero que, en circunstancias adversas, recorre kilómetros como un poseso y encuentra salidas donde solo hay piernas rivales. Aprender a resistir, básicamente a comportarte como un pequeño cuando toca, es una parte fundamental de la grandeza.
Baño sin premio
Con permiso del derbi madrileño, la eliminatoria estrella de octavos (PSG-Liverpool) fue un homenaje a ese fútbol incomprensible en el que la moneda al aire cae de canto. El PSG tuvo el 71 por ciento de la posesión, disparó 27 veces (10 a puerta), sacó 14 córners… El Liverpool, desbordado por primera vez en todo el curso, solo ejecutó dos tiros, uno de ellos a puerta: en el 87. Gol. 0-1. Luis Enrique ha construido un equipo majestuoso y arrollador, que en circunstancias normales ganaría todos sus encuentros por empuje, fútbol y actitud. Pero «fútbol es fútbol» porque 'lo normal' no siempre sucede. Arne Slot, técnico de los 'reds', salió del Parque de los Príncipes blanco, con la cara del vaquero solitario que sale sin un roce en un tiroteo contra 100 forajidos. «Esto solo pasa en las películas», dicen…