Leyendo y viendo películas pasa los días el escritor segoviano Ignacio Sanz. Un hijo hace la compra para que ni él ni su pareja salgan por nada desde hace más de un mes. Subiendo y bajando escaleras para ejercitar y también escribiendo «pero poco», porque «el estupor» le mantiene «casi paralizado». Lúcido, sin embargo, para responder a bote pronto cuando le llama El Día y le lanza sin previo aviso la misma pregunta que al resto, la que muchos se hacen: ¿cambiará la sociedad tras la crisis del coronavirus? «Uno no es un oráculo, lo digo porque se nos pregunta habitualmente a los escritores cuando hay alguna conmoción y entonces… El mundo es un poco disparate, pero entiendo que alguien tiene que hacer de interlocutor», asume.
«En mi caso, lo único que puedo decir es que, efectivamente, de la misma manera que nuestros mayores nos hablaban de lo que había ocurrido en la época del hambre o la época de la Guerra, pues muchos de nosotros, la sociedad, va a quedar marcada ahora», señala. «Se supone que esto nos va a hacer mejores, pero yo lo dudo porque hay también una parte animal en nosotros, y una vez que esto lo dejemos atrás volveremos a las viejas rencillas, a las viejas disputas, a mirar con cierta inquina al vecino por lo que sea… En definitiva, que el hombre ha pasado por situaciones semejantes a lo largo del tiempo, no sólo pandemias, guerras, pestes, sino todo tipo de situaciones, y luego la vida vuelve a su cotidianidad, donde hay elementos maravillosos, personas desprendidas, generosas, que trabajan por la comunidad. Y luego el propio sistema se encarga de ofrecernos elementos que hincan el diente, que ponen los pies encima de los demás y tratan como sea de salir adelante, dando codazos y provocando todo tipo de… digamos situaciones agresivas. No sé si estoy respondiendo de manera precipitada, pero esto es lo que pienso».
Sanz guarda una metáfora en positivo: «Pese a todo siempre surge la poesía. La vemos en las manifestaciones maravillosas de los cantantes, actores, narradores orales o pintores, tratando de poner una pequeña nota de poesía para que todo este estupor sea más leve, aunque yo creo que la vida va a seguir por las mismas coordenadas».
¿Y no le queda un hueco al optimismo por una sociedad que evolucionara hacia algo mejor? «Ojalá esto tuviera alguna incidencia y nos planteáramos hacia dónde vamos, pero yo creo que no, que esto va a quedar atrás y se nos irá olvidando. El propio sistema nos volverá a meter en el ritmo de consumo desaforado, de hacernos 500 kilómetros los fines de semana para estar cuatro horas en una playa y volver otra vez al día siguiente, pudiendo decir así sobre todo que hemos estado en esa playa».
«No tenemos remedio, pero al mismo tiempo que digo esto, pienso también en esa parte poética» que no sólo ve como patrimonio de los artistas. «Está en esos gestos que no sólo son de un familiar con otro familiar, sino gestos colectivos donde la poesía, la poesía como abstracción de los gestos poéticos, también va a seguir a nuestro lado, y ahí estaremos conviviendo». Porque «a pesar del estupor que vivimos también se producen hechos maravillosos».