Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


El deshielo

17/01/2025

El presidente de Junts, Carles Puigdemont y el presidente de ERC, Oriol Junqueras, y el han comenzado una suerte de deshielo en sus relaciones tras la reunión que han mantenido en Waterloo (Bélgica) con la que pretenden iniciar una "nueva etapa de relación" y recuperar la "fuerza" del movimiento independentista. Es decir, tratan de volver a que la unidad de acción sea el factor que devuelva a los independentistas la preeminencia en Cataluña, ahora en manos del PSC de Salvador Illa que les ha despojado del poder político en la Generalitat.  

El encuentro es el primero desde que ambos fueron reelegidos al frente de sus respectivos partidos, pero cada uno de ellos ha salido demediado de ese proceso. Junqueras con un sector crítico que le disputó el cargo, y Puigdemont sin poder ejercer de líder de la oposición dada su condición de prófugo y perseguido por la justicia española hasta que se concrete, si así los decide el Tribunal Constitucional, la aplicación de la ley de amnistía.

Al igual que Pedro Sánchez, a ambos no les queda más remedio que hacer de la necesidad virtud, a pesar de que sus relaciones personales son manifiestamente mejorables. Junqueras forzó a Puigdemont a declarar la independencia de un país más breve del mundo, y el expresidente de la Generalitat le devolvió la jugada al burlar la acción de la justicia y dejando a Junqueras que asumiera todo el peso de la sentencia del 'procés' y la cárcel.    

En todo este periodo, Junqueras se ha vuelto más pragmático y ha adoptado la estrategia de dar un paso atrás para coger impulso, mientras que Puigdemont sigue imbuido de la épica del 'procés', que ha sido derrotada en las urnas y mantiene la ficción de su posible repetición, a pesar de la evidencia que da la razón a Junqueras de que no existen las condiciones objetivas para volver a plantearlo.  Tras la reunión ambos han manifestado su compromiso de crear espacios de trabajo coordinado para "debatir las cuestiones que afectan al futuro nacional y al progreso social de Cataluña"…, "a pesar de las diferencias". Con ese planteamiento es Junqueras quien más tiene que perder, porque ya parte como segundón en las expectativas de voto de los independentistas y tendrá difícil recuperar la primogenitura, y porque las diferencias entre ambos juegan a favor de quién más duro se muestra a la hora de plantar cara al Estado. Ahí juega la estrategia de Junts de presentar a ERC como una muleta del Gobierno que obtiene menos réditos para Cataluña que ellos.

Que los dirigentes de ambos partidos hayan firmado que su intención es buscar lo mejor para Cataluña entra en colisión con su determinación de no apoyar los presupuestos del Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat y del Estado, en cada uno de los casos por diferentes motivos -aunque algunos concordantes-, porque, en efecto, lo mejor es enemigo de lo bueno e impiden que lleguen más recursos a los ciudadanos, si bien en unos casos no les interesa porque perjudica sus expectativas electorales y en otro porque la gobernabilidad del país no es su prioridad.   

Cierto que el Gobierno arrastra los pies a la hora de cumplir algunos de los acuerdos pactados para la investidura de Sánchez o de Illa, pero no lo es menos que la desconfianza entre el Gobierno y Junts opera en ambas direcciones y ambas partes parecen no aceptar su actual situación, que Pedro Sánchez necesita a Junts y que Puigdemont ya no es el más votado en Cataluña.  Aquí no hay deshielo.