Cuenta atrás para la Estrategia Nacional de Alimentación

Vidal Maté
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Agricultura elabora una propuesta para potenciar la industria agroalimentaria comprometiéndose a mantener la viabilidad de la actividad agraria

Cuenta atrás para la Estrategia Nacional de Alimentación - Foto: Luis López Araico

El Ministerio de Agricultura ha iniciado la cuenta atrás para la aprobación y desarrollo de la denominada Estrategia Nacional de Alimentación como marco general de todas las políticas dirigidas conseguir un sistema agroalimentario más sostenible, rentable y competitivo, desde el campo a la industria. En base a esta Estrategia, otro de los objetivos es colocar a España como una referencia mundial en la excelencia alimentaria, pero también con capacidad para cubrir las necesidades actuales y futuras de la población, a la vez que revitalizar las zonas rurales, donde el campo y la industria alimentaria juegan un papel clave.

Para la implantación de la Estrategia, Agricultura contempla cumplir con media docena de desafíos. Un primer objetivo es lograr disponer de un abastecimiento basado en el principio de Autonomía Estratégica Abierta, lo que se traduce en la posibilidad de que España pueda actuar de forma autónoma en áreas como la suficiencia alimentaria sin comprometer sus relaciones exteriores. En esa línea se plantean medidas para favorecer la disponibilidad y estabilidad del suministro de alimentos en coordinación con otras políticas comerciales que garanticen la competitividad del sector agroalimentario, optimizando la cadena de valor y con protocolos de resistencia ante una crisis.

En segundo lugar se plantea la exigencia de ir hacia sistemas de producción sostenibles con equilibrio entre las necesidades de producción y el respeto y protección del medio ambiente, la salud humana y el bienestar animal. Ello implica producir protegiendo los recursos naturales y reduciendo el impacto ambiental para garantizar la viabilidad de cara a futuras generaciones, a la vez que potenciar la sostenibilidad social y el apoyo a las economías locales. Además, entre otros aspectos, se contempla la defensa de la biodiversidad, la valorización de los subproductos y el descenso de los desperdicios alimentarios.

El fortalecimiento de las zonas rurales se considera vital para un desarrollo equilibrado del territorio en toda la península frente a la despoblación, el envejecimiento y la falta de infraestructuras, desde el transporte a todos los demás servicios. En esos objetivos se consideran medidas clave los apoyos para el relevo generacional, mayores incentivos económicos y políticas de formación ligadas a las necesidades de la actividad para lograr una mayor eficiencia.

Con la mirada puesta en el conjunto de la sociedad, se apuesta por una mayor promoción de la alimentación saludable simplemente cumpliendo las recomendaciones de las dietas Mediterránea o Atlántica, lo que implica un mayor consumo de productos frescos con más fruta y verdura, todo ello apoyado por campañas de educación alimentaria y la promoción de este tipo de hábitos desde edades tempranas.

Por otro lado, la innovación tecnológica y la transformación digital se valoran como herramientas claves para mejorar la productividad y, a la vez, para producir alimentos de más calidad y nutritivos ante las nuevas demandas de una parte de la población y protegiendo el medio ambiente.

Finalmente, se considera importante la necesidad de que los consumidores, a la hora de elegir un producto alimentario, tengan suficiente información sobre el mismo, desde los procesos de producción hasta sus características nutricionales, para que puedan tomar decisiones responsables. En esa línea, además de las campañas de información, se abunda en la mejora del etiquetado y de la transparencia en todos los puntos de venta de la distribución.

La Estrategia Nacional de Alimentación parte de la existencia de una industria agroalimentaria -según datos de Instituto Nacional de Estadística registrados en el último año- con una facturación de 170.000 millones de euros correspondientes a la actividad de 29.000 empresas, de las que un 90% tenían menos de 50 trabajadores, lo que supone una actividad estratégica, tanto para el sector agrario como para el sostenimiento del mundo rural. De ese volumen de sociedades, el grueso corresponde a empresas dedicadas a la elaboración de pan y pastas, con 10.000 establecimientos, seguidas de casi 5.000 que se dedican a la fabricación de bebidas, más de 3.000 en el sector de la carne (donde destacan las pequeñas y medianas sociedades artesanas frente a los grandes grupos) y las más de 1.600 correspondientes al sector de los productos lácteos y otras tantas en el aceite, entre las que dominan también las pequeñas almazaras.

Éxitos y amenazas.

De esos 170.000 millones que factura la industria alimentaria, la importancia para el sector agrario viene determinada por el empleo para su transformación industrial o manipulación de una parte muy importante de los productos agrícolas y ganaderos nacionales, especialmente vino, aceite, frutas y hortalizas o porcino, con una oferta que en el último año ascendió a la cifra récord de 68.430 millones de euros entre demanda interior y exportaciones.

El potencial de la industria española agroalimentaria viene determinado igualmente por su actividad en el comercio exterior, con unas exportaciones entre noviembre de 2023 y el mismo mes de 2024 de 75.000 millones de euros que dejan una balanza en positivo de 19.500 millones. Datos cerrados de 2023 señalan unas ventas en el exterior de 67.000 millones de euros, de los que 46.700 corresponden a productos alimentarios transformados entre los que destacan vinos y aceites y otros 20.700 que corresponden a productos no transformados, donde destaca el capítulo de las frutas y hortalizas frescas. Frente a estas cifras, las importaciones totales, en aumento, ascendieron a más de 51.000 millones.

Pero el sector agroalimentario en su conjunto, aparte de los datos que reflejan un cierto éxito, especialmente en las exportaciones, también tiene sus riesgos y amenazas. Sufre especialmente las importaciones de frutas y hortalizas desde terceros países. Pero, además de ello, la actividad agraria y de la industria alimentaria se enfrentan hoy a nuevas exigencias, como las derivadas del cambio climático, además de a las tensiones geopolíticas existentes en diferentes zonas del planeta por la importancia de la alimentación como un arma estratégica, a la necesidad de asegurar el abastecimiento alimentario, a la sostenibilidad de las producciones con atención especial al mantenimiento de unos suelos vivos frente al uso abusivo de sustancias químicas y, finalmente, a la necesidad de adaptar su oferta a las necesidades que vendrán en las próximas décadas.