"Por la muy alta e muy poderosa princesa"

Gonzalo Ayuso
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Tres historiadores de Segovia hablan de Isabel la Católica y de su proclamación como reina de Castilla en la ciudad hace más de cinco siglos, subrayando la importancia del contexto histórico

Proclamación de Isabel I como Reina de Castilla. Mural de Carlos Muñoz de Pablos en la Sala de la Galera del Alcázar. - Foto: Patronato del Alcázar de Segovia.

Es «una ocasión extraordinaria para revisar y contextualizar toda la información y la documentación que se tiene de Isabel I y de la huella que deja en Segovia, así como de la huella que Segovia deja en Isabel, y de muchas de las decisiones que pudo tomar en su vida». La historiadora Mercedes Sanz de Andrés asegura que no se cansa de repetir que la proclamación de Isabel la Católica como reina de Castilla en el atrio de la Iglesia de San Miguel de Segovia el 13 de diciembre de 1474 «es el acontecimiento más trascendental que ha tenido la ciudad, como escenario. Hay un antes y un después en torno a esa fecha».

Cuando se cumplen 550 años de esa efemérides y el Ayuntamiento de Segovia ha organizado para este fin de semana una recreación histórica, con un desfile y una representación de lo que fue el acto de proclamación, tres historiadores segovianos: la propia Mercedes Sanz de Andrés, Teresa Cunillera y Eduardo Juárez coinciden al reconocer que se trata de un personaje histórico de gran relevancia, aunque con matices que apuntan «a las luces y sombras de su reinado», como indica Juárez, quien no se muestra tan de acuerdo con Sanz sobre la trascendencia de la proclamación en sí y recuerda que hay segovianos «olvidados o prácticamente olvidados» - como por ejemplo Diego Velázquez de Cuéllar, primer gobernador de Cuba, o los Arias Dávila - que tuvieron un gran protagonismo tanto en Segovia como en las primeras campañas americanas a partir del 'descubrimiento' de América en el que también Isabel I tuvo mucho que ver.

Juárez sostiene que esta reina «es uno de los personajes más importantes de la historia de la humanidad pero hay que comprender el contexto, si no no se entiende el personaje, que no tiene nada que ver con la persona, el relato que se construye en torno a ella y que ella misma se esfuerza en construir».

Por su parte, Cunillera, afirma que «la proclamación de una reina no es algo que ocurra todos los días y, además, de una figura que ha tenido tanta repercusión, por lo que como segoviana estoy orgullosa de que fuera en Segovia. Puntualiza, por otro lado, que fue proclamación y no coronación porque, a diferencia de otros reinos, como Aragón o Inglaterra, la corona la impone alguien superior, Dios a través de la Iglesia, pero en el caso de la princesa Isabel es primero el Concejo de Segovia el que reconoce su legitimidad para reinar y lo hace en el atrio de la iglesia de San Miguel, el lugar donde se congregaban los corregidores para tratar asuntos de la ciudad.

Simbólico. Es por lo tanto un espacio de mucho poder simbólico, como lo fue toda la proclamación que se conoce gracias a una copia del acta que expidió el escribano Pedro García de la Torre que conserva el Archivo municipal.

Juárez conviene en que Segovia era una de las ciudades más importantes de Castilla, como Toledo, y en su Alcázar se guardaba el tesoro del reino, en este caso del hermanastro de Isabel, Enrique IV, que fallece en Madrid la madrugada del 11 al 12 de diciembre. Sin duda, la princesa se apresura a organizar su proclamación como reina en Segovia. Teresa Cunillera, quien indica que la ciudad «siempre se había distinguido por ser muy fiel a los reyes», reconoce que es posible que hubiera irregularidades, como el hecho de que desapareciera el testamento de Enrique IV, e Isabel sabía «que el acceso al trono no estaba ni mucho menos consensuado».

Mercedes Sanz de Andrés detalla muchos elementos «simbólicos» en esa proclamación ocurrida hace casi 550 años, como la presencia de testigos, llegados desde Madrid, que, además de jurar sobre los evangelios que «el rey ha muerto», junto a otros partidarios de la princesa convencen a todos los estados de la ciudad (representantes de caballeros, escuderos, clérigos de órdenes religiosas, etc.) representados en el Concejo y reunidos «a campaña tañida», como era costumbre, de que «había muerto sin dejar hijo o hija legítimo heredero, por lo cual tenía que ser ella la que debía sucederle en los reinos de Castilla y León, obedeciendo 'a las leyes de estos reinos'; es decir, a las Partidas de Alfonso X, donde se establece el orden de sucesión».

Añade esta historiadora que Enrique IV había titulado a Isabel como «princesa legítima heredera de estos reinos» en el año 1468, y así lo cita el acta de proclamación, haciendo alusión a los pactos de Guisando.

Cunillera también se refiere a los pactos de Guisando y añade que era un momento crucial con diferentes partidos en la política de la época, como el portugués, la alta nobleza castellana leal a Juana (hija de Enrique IV), o el aragonés del esposo de Isabel, Fernando, «en quien Maquiavelo se inspiró», según Eduardo Juárez, para su tratado 'El Príncipe', considerado como el origen de la ciencia política moderna.

Sin embargo, para esta experta es importante «que Isabel y Enrique IV hicieran las paces» y argumenta que «para ser gobernante en ese momento, ser rey o reina, tenías que estar hecho de una pasta muy especial y, a mi modo de ver, Enrique debió ver que lo mejor para el reino era que la reina fuera Isabel; es una lección porque para él es más importante fortalecer la monarquía, y así se puede comprender mejor esa decisión, por delante incluso de su propia hija, aunque todo esto entre comillas porque desconocemos el sentido de su testamento; pero ahí está el acuerdo de Guisando, donde consintió en la negociación posiblemente porque la nobleza lo único que buscaba era una figura a la que poder manejar».

Sanz de Andrés pone el acento enn que durante su proclamación como reina, Isabel jura guardar las leyes «de estos reinos, así como a la ciudad y al Concejo de Segovia pero también dice que va a intentar con todas sus fuerzas acrecentar «los dichos reinos», un avance de un programa político que cumplió con creces con la conquista de Granada, las expediciones de Colón para las Indias, que llevaron hasta América o los matrimonios concertados con otras casas reales como Inglaterra, entre otras medidas. 

Por su parte, Juárez incide en el papel de propaganda que ejercieron los cronistas de Isabel en su época, en detrimento del reinado de Enrique IV, hasta el punto de que ha quedado la imagen negativa en cuanto al carácter, aspecto físico y taras del monarca castellano.

Aún así, en pleno siglo XXI todavía quedan en Segovia partidarios de Enrique IV detractores de Isabel I y «beltranejos», por Juana la hija del rey considerada ilegítima por los isabelinos.

San Miguel. Cunillera insiste en que "la figura de Isabel tiene un atractivo increíble y la ciudad se ha conservado fenomenal pero hay que dejar claro que la iglesia románica de San Miguel, en cuyo atrio ocurrió la proclamación, estaba entonces en el centro de la Plaza Mayor". Desapareció tras el derrumbe de parte de su cubierta en el siglo XVI, pero se aprovechó parte de su construcción para la actual, en un lateral de la Plaza Mayor, de estilo gótico, que conserva varios elementos interesantes de la anterior como esculturas en relieve del Arcángel San Miguel y de San Pedro y San Pablo (siglo XII), según comenta Sanz de Andrés, así como el Sepulcro de Diego de Rueda y Mencía Álvarez (siglo XV), una imagen medieval tallada en piedra de un obispo y posiblemente la imagen de la reina Isabel la Católica en una vidriera de la capilla de Nuestra Señora de la Paz del templo actual. 

Así las cosas, la recreación histórica se llevará a cabo este sábado muy cerca, en el enlosado de la Catedral, donde Isabel volverá a jurar ante el reino y la ciudad y donde se escuchará a viva voz, como entonces en el atrio de San Miguel: «Castilla, Castilla, Castilla, por la muy alta e muy poderosa princesa e Señora, nuestra Señora la Reyna Doña Isabel e por el muy alto e muy poderoso Príncipe Rey e Señor, nuestro Señor el Rey Don Fernando como su legítimo marido».