Que un pueblo de la meseta castellana se metiera en el corazón de un tinerfeño que añoraba el mar es uno de esos pequeños milagros que la convivencia procura en el corazón de algunas personas. Así sucedió en el caso del periodista y escritor Fernando G. Delgado, fallecido hace unos días a los 77 años, y Torrecaballeros - que fuera su refugio en los últimos años del siglo XX- evoca y lamenta la pérdida del que por un tiempo fue uno de sus vecinos más ilustres.
Fernando Delgado conoció este pueblo en la década de los 80 de la mano del también periodista y escritor Juan Cruz, con quien compartía su origen canario, y que le animó a acercarse a las fiestas y tertulias promovidas por Pedro Altares y Javier Giráldez en sus domicilios contiguos de La Aldehuela. Giráldez recuerda que los encuentros comenzaron a sucederse de forma natural a través de la llegada de amigos comunes procedentes del ámbito del periodismo, la cultura o las artes que tomaron Torrecaballeros como punto de encuentro. «Algunos de los que llegaban, al conocer el pueblo buscaron un lugar donde tener una segunda residencia, y ese fue el caso de Fernando, que pronto quiso adquirir una casa en el pueblo», asegura el hostelero y político segoviano.
En aquellas tertulias no faltaban figuras de la talla de Carlos Barral, y eso las hacía más atractivas para Delgado, al que Giráldez define como «un gran conversador y, sobre todo, un hombre positivo y alegre».
En aquella época, Delgado vivió sus años dorados como periodista con hitos como la dirección de Radio Nacional de España, la del programa 'A vivir que son dos días' de la Cadena Ser, o como presentador de los informativos del fin de semana en Televisión Española. De igual modo, allí fraguó de forma definitiva su pasión por la literatura y a buen seguro, obras como 'La mirada del otro' - con la que ganó el Premio Planeta de novela en 1995- fueron pergeñadas en las paredes de su refugio de Torrecaballeros.
Su espíritu inquieto y su compromiso político le llevaron a principios del siglo XXI a fijarse en la comunidad valenciana como nuevo lugar de residencia, y eligió Faura, un pueblecito muy cerca de Sagunto para iniciar un nuevo rumbo. Así, su militancia de izquierdas hizo que integrara la candidatura del PSOE a las Cortes Valencianas, donde fue procurador entre 2015 y 2019.
Pero en ningún caso olvidó Torrecaballeros. Su alcalde Rubén García recuerda con emoción el pregón que pronunció en las fiestas del pueblo el año 2017, cuando ya su estado de salud comenzaba a decaer. Así, el regidor recuerda que aceptó «encantado» la invitación al pregón en el que evocó recuerdos de su estancia y que emocionó a quienes le escucharon bajo el balcón de la Casa Consistorial.
Así, el municipio hacía constar su pesar en sus redes sociales lamentando la pérdida del escritor y periodista que eligió el pueblo como refugio para su actividad.
Defensor del diálogo Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, inició su trayectoria periodística como locutor de Radio Nacional de España en su Santa Cruz natal en 1967. De ahí se trasladó a Madrid, donde permaneció en la radio pública, de la que fue director durante dos periodos, 1982-1986 y 1990-1991.
En 1992 Delgado dio el salto a Televisión Española, donde presentó el Telediario junto a María Escario y consiguió un Premio Ondas y una Antena de Oro. También fue miembro del Consejo de RTVE, a propuesta del PSOE.
Con la llegada al Gobierno del PP en 1996, abandonó el ente público y recaló en la Cadena Ser para dirigir durante nueve años 'A vivir que son dos días'. En 2006 dejó definitivamente la radio para dedicarse a su otra gran pasión, la literatura.
Como escritor, publicó su primera novela, 'Tachero', en 1974. En 1994 lanzó 'Háblame de ti' y un año más tarde consiguió el premio con más dotación económica de las letras españolas, el Planeta, con 'La mirada del otro', que fue llevada al cine por Vicente Aranda.
Tanto en su faceta literaria como política, Delgado se manifestó como un gran defensor del diálogo. En el discurso de apertura que pronunció en 2015 en el parlamento valenciano como presidente de la Mesa de Edad, aseveró: «No sé si la palabra es el remedio para los males que aquejan a nuestra sociedad, como si se tratara de una milagrosa medicina, pero sí es, con toda seguridad, una luz para la escena del diálogo, no para el espectáculo en el que a veces se convierten las cámaras, sino para la conversación documentada».