Se entiende la tendencia lógica a buscar votos "hasta debajo de las piedras" para resolver un problema de mayor cuantía: la gobernabilidad del Estado. Y tanto. Nadie niega ese derecho. Lo que se discute es el precio. Y en ese punto nadie aplica con tanta desenvoltura el dogma maquiavélico de que el fin justifica los medios. El fin es la continuidad de Sánchez en la Moncloa. Los medios no importan "si se respetan los marcos legales".
Es de cajón que si la amnistía a los líderes del "procés" acaba llegando al BOE en forma de ley previamente aprobada por las Cortes -posibilidad nada desdeñable-, claro que encajaría en los marcos legales. Una ley nunca puede ser ilegal. Lo que puede ser es inconstitucional. Duda razonable. Los corifeos de la causa de Sánchez "for president" la afrontan sabiendo que cuentan con la última palabra de un Tribunal Constitucional bajo sospecha de haberse convertido en terminal del llamado bloque progresista. Siete a cuatro en su actual composición.
Ese argumento ha ido desapareciendo del discurso que se despliega para ir preparando el terreno a la "desjudicialización" del problema catalán, so pretexto de que nunca debió utilizarse el Código Penal para afrontar un conflicto político.
Pero los estrategas de la Moncloa han descubierto que al menos uno de los magistrados "progresistas" se situaría en el bando de los objetores a la concesión de una amnistía de muy dudosa constitucionalidad. El resultado ya sería de seis a cinco. O sea, un tribunal escandalosamente dividido sobre un asunto tan delicado como el que se deriva de desautorizar al Tribunal Supremo, que se limitó a aplicar el vigente Código Penal de un Estado legítimamente constituido sobre bases democráticas.
Sería como dar la razón a quienes cometieron uno o varios delitos, al margen de que su motivación fuera o no fuera política. Peor que peor es si el despropósito -dar la razón a los golpistas del 1 de octubre de 2017- se inspira en un interés de partido por encima del general.
El contradiós está servido: por interés de partido, la voluntad de una mayoría se doblega ante la voluntad de una minoría "en fase de extinción" (Felipe González dixit) y liderada por un delincuente. Así lo percibe una parte de la familia socialista cada vez más dispuesta a decirlo en voz alta. Véase lo ocurrido el miércoles pasado en el Ateneo, con socialistas de antes y de ahora aplaudiendo las objeciones de González y Alfonso Guerra a la política de Pedro Sánchez.
Más previsible, pero menos dañina para Sánchez será la manifestación convocada para este domingo por el PP. Tal vez Núñez Feijóo puntúe en su carrera de sacos con Vox, pero me parece que frente a los planes del presidente del Gobierno en funciones será pólvora mojada.