El presidente viajará el lunes a Ucrania para prestar su apoyo a Zelenski, una buena decisión. Pero eso no oculta que la Unión Europea deja mucho que desear sobre su reacción ante la alianza Trump-Putin para hacerse con el poder en Ucrania.
Pedro Sánchez fue uno de los gobernantes convocados por Macron días atrás para abordar la grave situación que vive Europa, sobre todo Ucrania, pero nadie en esa reunión, incluido Sánchez, presentó una iniciativa lo suficientemente sólida como para que se abriera un debate para analizar la situación y qué decisiones se podían tomar. Solo el británico Starmer – fuera de la UE- hizo los deberes y al menos propuso la creación de una fuerza de paz para garantizar que se cumplen los acuerdos sobre Ucrania. Pero llegaría después de que haya acuerdo, y ahí es donde la UE tendría que intentar que se hiciese con participación de Ucrania y que la UE al menos tuviera voz.
Sánchez, al que cercan los problemas internos, los españoles, solía encontrar munición en su política exterior para presumir de hombre de Estado, pero hace tiempo que tampoco ese papel es relevante. En Bruselas ya no es el favorito de Úrsula; la alemana fue ministra de Defensa, y no solo conoce bien las reticencias del gobierno español respecto a todo lo militar, sino también sabe que Puigdemont es quien marca camino a Sánchez. Por otra parte, que el afán del ministro Albares se centre en conseguir el uso del catalán en las instituciones europeas, no ayuda, su perfil empieza a verse ridículo. La inquina de Sánchez hacia Estados Unidos puede pasar factura, y además Marruecos está potenciando su acercamiento a Estados Unidos para presentarse como sustituto en el Estrecho si Trump decide alejarse más de España, país hacia el que el presidente americano siente escasa simpatía por su gobierno de socialistas y comunistas. Marruecos podría controlar el tráfico marítimo a través del monumental puerto que ha construido en Tánger, y cuenta ya en su territorio con bases americanas preparadas para cumplir la función que hoy cumple Rota.
En política interior, no hace falta recordar la situación que hoy viven Sánchez y su gobierno, que acumulan fracasos parlamentarios frente a escasos éxitos, no consigue aprobar los presupuestos: con las presidentas primera y segunda a tortas -dialécticas- , interpretando a continuación escenas amorosas para que se olviden las tortas; los sondeos recogen el declive del sanchismo, con el CIS protagonizando memes por el empecinamiento de su director en difundir lo contrario, y a todo ello se suman las puertas de los tribunales plagadas de cámaras para recoger a los altos cargos convocados para declarar sobre los presuntos delitos cometidos.
Pedro Sánchez vuela el lunes a Ucrania para expresar su apoyo a Zelenski. Hace bien. Pero, mal que le pese, cada vez que coge el Falcón, es inevitable llegar a la conclusión de que viaja fuera porque solo se siente a gusto cuando se aleja de España: en su país, no puede salir a la calle sin ser abucheado. Su grado de aceptación va en picado.