El baloncesto de Segovia llora a Juan Pascual Manzano

Nacho Sáez
-

Fundador de su propio club, fue también un mentor insustituible para muchos de sus jugadores.

En la época del JPM junto a un grupo de jóvenes jugadores. - Foto: Foto cedida por Carlos Herranz

Fundar un club y bautizarlo con tus iniciales delata a alguien especial. A una persona egocéntrica quizás. Sin embargo, la vida y obra de Juan Pascual Manzano dejan en una anécdota cuestiones como esa porque era muchas personas en una sola. Obrero, entrenador, directivo, captador de talentos, amigo,  mentor, confesor... Lo saben quienes jugaron al baloncesto en Segovia en los años 50, 60, 70 y 80, que estos días lloran la pérdida del que fue el segundo padre para algunos de ellos.

Pascual Manzano falleció el pasado sábado a los 89 años de edad, pocos días después de que le hubiera visitado el exárbitro internacional de baloncesto Francisco Monjas. «Le vi muy lúcido», cuenta Monjas. Como él han sido muchos exjugadores suyos los que no se han olvidado de él en los últimos años y se han acercado a la residencia de Cantimpalos para acompañarle. Su huella entre quienes le conocieron ha permanecido imborrable. Numerosas personas se movilizaron el pasado fin de semana para darle un último adiós.

«Todos hemos tenido muchos entrenadores a lo largo de nuestra vida, pero él ha sido nuestro entrenador con mayúsculas», apunta Carlos Herranz, uno de los jugadores a los que dirigió. Pascual Manzano fue el espejo de una pasión. La que sentía por el baloncesto y por formar a todos los chavales que pasaban por sus manos. Con una singularidad: costeaba todos los gastos de sus equipos.

Campus de baloncesto de Castilla y León que organizó el JPM.Campus de baloncesto de Castilla y León que organizó el JPM. - Foto: Foto cedida por Fernando Mínguez

Parecía llevar dentro el gusto por la formación y por estar rodeado de jóvenes. Comenzó como monitor de 'los hogares' de la Organización Juvenil Española y, más tarde, se unió al mítico club Imperio. «Cuando yo llegué al Imperio a principios de los años 70, entrenaba al equipo de balonesto, al de balonmano y al de las chicas. No sé cómo lo haría», se ríe Herranz.

Soltero y empleado de la imprenta de la Academia de Artillería, Pascual Manzano se volcaba en su tiempo libre en el deporte. «Jugar en el Imperio era lo máximo en ese momento porque allí jugaban los mejores de Segovia, y Juan fue una figura clave para el desarrollo de nuestra vida. Antes no había tantas cosas como ahora y pasábamos casi más tiempo con él que con nuestros padres», destaca Herranz.

Pero el Imperio fue solo la primera parte del legado de su figura. A finales de los 70, el club atravesaba problemas económicos, cambió de presidente y Pascual Manzano se sintió relegado en un puesto de vicepresidente honorífico. Su respuesta fue fundar en 1979 un nuevo club, el JPM. 

Equipo femenino del Imperio que entrenó Juan Pascual Manzano.Equipo femenino del Imperio que entrenó Juan Pascual Manzano. - Foto: Foto cedida por Carlos Herranz

«Que un equipo lleve tus iniciales es bastante personalista, pero era su equipo», apunta Juan Carlos Manrique, otro de los jugadores de la época. Pascual Manzano costeaba el alquiler de los pabellones, la compra de las equipaciones, las fichas de los jugadores, los árbitros... La práctica totalidad de los gastos sin la ayuda de patrocinadores. «Su sueldo en la imprenta de la Academia de Artillería tampoco era mucho, pero hasta invitaba a algo a los jugadores después de los partidos», subraya Manrique.

El bar Las Cuevas de Duque era la sede oficiosa del JPM y desde donde diseñaba sus estrategias. «Lo que le gustaba era formar jugadores desde jóvenes, así que lo que hacía era captar a los mejores jugadores de Segovia. Y la verdad es que tenía buen ojo para ver quiénes podían ser los buenos en un futuro y les cogía muy prontito y trabajaba con ellos», indica Manrique. Sobre la cancha tenía dos caras. «Yo creo que como entrenador era muy listo viendo las situaciones de juego, dirigiendo los partidos... Luego entrenando era muy particular porque prácticamente no se entrenaba nada técnico, ni nada táctico, sino simplemente era jugar cinco contra cinco, unos contra otros y lo que pudiera dar cada uno. Pero eso hacía que cada uno demostrara lo que valía», concede el propio Manrique.

También se ganó el respeto y el cariño de los árbitros. «Yo no recuerdo que ningún árbitro le pitara nunca una técnica. No era de estos entrenadores ahora que gritan, corren, saltan. Jamás alzaba la voz ni protestaba», resalta Francisco Monjas.

El JPM no alcanzó grandes cotas deportivas pero quien jugaba en sus filas tenía un estatus y sabía que estaba en el lugar adecuado. «A mí, por ejemplo, me vino bien salir de mi barrio, que no era nada bueno, la verdad», confiesa César Núñez, uno de los jugadores que creció en el JPM. «Mi hermano empezó a subirme al pabellón con ocho o nueve años y estuve con él ahí hasta los 35», continúa. «Tenía su carácter cuando estábamos jugando, pero luego era una buena persona. Siempre estaba mirando por nosotros cuando éramos chavales. Estábamos por ahí y nos decía 'venga, que os invito a comer, toma un duro para la cabina y llamas a casa a tus padres'. Quedábamos incluso antes de los partidos para desayunar, teníamos una relación de equipo pero también de amistad tremenda fuera de la cancha».

Tras su muerte, los homenajes escritos se sucedieron en el grupo de Whatsapp 'Amigos del JPM' que comparten muchos de los que estuvieron a sus órdenes. «A mí me llamaba mucho la atención que él siempre decía que al baloncesto se aprendía jugando a baloncesto. A él los sistemas, las tácticas y las pizarras no le iban, él se fiaba mucho de tu calidad  innata. Por eso, siempre buscaba a jugadores que fuesen distintos», argumenta Fernando Mínguez, otro de sus discípulos, que lo define como de la vieja escuela y recuerda una anécdota: «Cuando íbamos a tomar algo, Juan solo pagaba cañas. El que se pedía una Coca Cola ya sabía que se la tenía que pagar él».