Los extrabajadores del Dia de San Lorenzo: "Éramos una piña"

Nacho Sáez
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El establecimiento cierra sus puertas por la jubilación de su responsable y sin la certeza de que vaya a reabrir.

El hasta ahora responsable del supermercado, Antonio Díez, segun por la derecha’, junto a cuatro de sus extrabajadores. - Foto: Rosa Blanco

Unos vienen y otros se van. Llegan Lupa a La Granja y Carbonero el Mayor y Ahorramas a Segovia y se marchan Antonio Díez y sus trabajadores, franquiciados durante más de ocho años del supermercado Dia de la avenida de Vía Roma. Este cierra por la jubilación de Antonio y al menos de momento no tiene relevo. Un disgusto para San Lorenzo, que los había integrado como miembros de la gran familia que conforma este barrio.

Antonio jugaba con ventaja cuando dio el paso de asumir la gestión de este supermercado. Ya conocía el barrio, pues vive en la calle Riaza. Pero su decisión no estuvo exenta de valentía. Con 56 años cambió toda una vida trabajando para otros por convertirse en su propio jefe. Tras haber pasado por SuperEu, Caprabo, Eroski y Dia, esta última marca le propuso quedarse con el establecimiento de Vía Roma y aceptó.

«La cadena me presentó números para que viera que era rentable y que merecía la pena pero, cuando das un paso de esta índole y tienes que tener a personal a tu cargo, tienes intranquilidad porque, si va mal, el que va fuera no eres solo tú sino otras seis familias. He mirado mucho por mis trabajadores porque ellos también han sido mi familia», señala Antonio, que reconoce las dificultades de ser autónomo pero también las numerosas enseñanzas que le ha dejado.

Una podría ser la importancia de disfrutar de cada día. Había estallado la pandemia y cayó enfermo durante un mes. «Entre mi madre, las compañeras y yo, mañana y tarde, lo sacamos adelante», cuenta Daniel Díez, hijo de Antonio y ejemplo perfecto de cómo ha avanzado la conciliación y la corresponsabilidad del hombre en las tareas del hogar. «Tenía la opción de quedarme con ello pero tengo un niño de dos años y me ha tirado más estar con él que pasar en el supermercado tantas horas. Si él va al cole por las mañanas, buscaré un trabajo por las mañanas para poder estar con él por las tardes», desvela.

Tal y como remarca su padre, la exigencia para quienes llevan un comercio no entiende de pandemias, de bajas por enfermedad ni muchas veces de descansos por festivos. «De empleado sabes que tienes tu jornada, tienes tus vacaciones, tienes tu salario... Trabajando para ti mismo no sabes cuál es la jornada porque entras a una hora y no sabes a cuál vas salir nunca, siempre pueden surgir problemas...», reflexiona Antonio, que también hace hincapié en cómo ha evolucionado el negocio de los supermercados. «Desde que empecé a trabajar hace 34 años en supermercados ha cambiado. Hay muchos más productos nuevos y todo ha evolucionado a mejor. La comodidad para comprar, que también son mejores para los clientes...».

También ha sido testigo de la transformación del signo de los tiempos María José Fernández, más conocida por todos en este supermercado como Nona. Tras más de dos décadas en el sector se abre un periodo de incertidumbre para ella. «Me agobia un poco quedarme en paro porque estoy entrando en una edad complicada, pero pienso que algo saldrá. Soy muy positiva», afirma con un tono de voz alegre aunque la procesión vaya por dentro. El cierre rompe un equipo de trabajo muy cohesionado. «Éramos una piña. Hemos tenido nuestros más y nuestros menos en algunos momentos, pero lo hemos arreglado y lo que me llevo es su amistad, además de que me alegro mucho por la jubilación de Antonio», subraya.

Tampoco es lo mismo perder el  trabajo en San Lorenzo que en otros barrios. Aquí se muere algo en el alma cuando toca partir. «Yo voy a empezar a trabajar otra vez si Dios quiere, pero pienso que lo que hemos tenido aquí no lo vamos a tener en ningún lado. Por el jefe, por los compañeros, por los clientes... Es que en realidad esto es una tienda de barrio porque al final tenías clientes fijos todos los días que no te bajaban una vez al día sino más de una vez. Es una pena», apunta Miriam Perlado, otra de las extrabajadoras. 

La reja ya está bajada y dentro,  vacíos 400 metros cuadrados de instalaciones. El futuro es incierto. De momento no tienen noticias de que Dia vaya a franquiciar de nuevo el establecimiento, una circunstancia que también va a sufir Nerea Brañas, que se encargaba de cubrir bajas y vacaciones de los empleados. «Me he sentido como en casa. Cuando empecé llevaba solo un mes trabajando en otro Dia y todos me enseñaron muy bien», remacha Nerea.