Dice José Manuel Albares, el peculiar ministro de Asuntos Exteriores, que confía en que todos los partidos democráticos y europeístas apoyarán la ampliación de gasto para potenciar la defensa ante la aparente escalada de la guerra de Ucrania.
No tiene que gritar muy fuerte. El partido más alejado del PSOE de Sánchez y Albares, el PP, no tiene el menor complejo en asumir que los países democráticos están obligados a garantizar la seguridad de sus ciudadanos, y eso significa dotar a sus ejércitos de todos los medios para cumplir la tarea encomendada. No se sabe, sin embargo, qué ocurrirá en las filas de Vox, tan revueltas en los últimos tiempos, porque el apoyo incuestionable a Trump - tan orgulloso Abascal de ese compromiso internacional- conlleva posicionarse con Rusia frente a la guerra de Ucrania, y cualquiera con dos dedos de frente sabe perfectamente que la militancia y los votantes de Vox no ven con excesivo entusiasmo la alineación con Putin y el comunismo. Que supone respaldar los modos dictatoriales del amo y señor del Kremlin, que de la misma manera que invade territorios ajenos, envenena con gases mortales a sus detractores, sin que le tiemble el pulso ni le abandone su gélida sonrisa convertida en temible mueca.
Albares, en vez de gritar para que sus palabras lleguen a demócratas y europeístas, tendría que llamar suavemente a los despachos cercanos, a los socios de su gobierno, que se resisten a ampliar cualquier tipo de presupuesto de Defensa. Políticos enrocados en la antigualla de que hay que luchar por la paz en todos sus aspectos, sin comprender que la paz se negocia con bazas sobre la mesa: entre ellas, la disuasión y mostrar fortaleza ante el agresor.
El problema de Pedro Sánchez para cumplir los compromisos de la UE no se lo va a plantear Feijóo, sino sus "colegas". Fundamentalmente, su compañero de coalición, Sumar, en donde una Yolanda Díaz muy debilitada, puede tener la tentación de ponerse en plan gallito con un "no pasarán", para presentarse como una implacable líder de izquierdas.
Pedro Sánchez expresa su desprecio a Feijóo poniéndole todas las trampas que puede y negándose a un mínimo diálogo con él para tratar asuntos que solo se pueden emprender si van de la mano el partido de gobierno y el principal partido de la oposición.
Feijóo tiene sentido de Estado, aunque Sánchez le echa en cara lo contrario; el que carece de ese sentido es el presidente. No hace falta recordar sus demostraciones de escaso respeto a los principios vertebrales de una democracia, son conocidas. Que no tema por la aprobación del presupuesto de Defensa, Feijóo sabe lo que debe hacer. El que no lo sabe es el presidente, que ahora quiere hablar con el líder de la oposición para convencerle del apoyo.
A quien debe convencer es a quienes le bailan el agua a través de sucesivos chantajes. A ver que le exigen ahora a cambio de votar una ampliación presupuestaria para Defensa.