Los porteros de fútbol y los toreros tienen cosas en común. Obligados a vivir al borde del abismo, la distancia entre el éxito y el fracaso es minúscula para ellos. Un detalle en la mayoría de las ocasiones. Una parada que salva una victoria. Un balón fácil que se escapa de las manos. Una faena redonda. Un fallo con la espada. Milímetros. A pesar de su juventud ya lo saben los hermanos Héctor y Jorge Oliva, portero de fútbol y novillero, respectivamente. Promesas con hambre de triunfo y pasión por la adrenalina de estar al límite pero con plan b.
El Día de Segovia los reunió el pasado viernes 6 de septiembre para hablar de sus sueños. De sus miedos. De por qué. Esto último está claro en ambos casos. «Cuando tenía tres años y mi primer entrenador nos colocó a todos los del equipo en fila y dijo que quién quería ser portero, yo levanté la mano. Mi padre era portero, yo le iba a ver jugar, le tenía como referente y me llamaba la atención ser portero», explica Héctor. «Yo siempre iba con mi abuelo a ver los encierros de campo de alrededor de nuestro pueblo (Aldea Real) y con seis años le pedí a mi abuela que me hiciera un capote», señala Jorge.
Se llevan tres años y medio de diferencia –Héctor tiene 20 años, y Jorge, 17–, pero los dos ya están en el camino. Empecemos por el mayor. Héctor es el segundo portero de la Gimnástica Segoviana, donde ya ha estrenado su palmarés con el ascenso a Primera RFEF de la temporada pasada. Además, estudia el grado de Derecho. «Mi rol es el que es actualmente porqueno dejó de tener 20 años y es lo que toca. Más les gustaría –me atrevería a decir que al 95% de los chicos que juegan al fútbol y tienen 20 años como yo– estar en la categoría en la que estoy de segundo portero, que al fin y al cabo, a la mínima que pase algo, estoy yo. Tengo mucho que aprender de Carmona (el primer portero de la Segoviana)… Y bueno, que Carmona aprenda de mí lo que pueda, que al final estamos aquí para aprender todos de todos», reflexiona tras enfundarse el traje de portero para la fotografía que ilustra este reportaje.
Aunque está dando los primeros pasos en el fútbol profesional, Héctor ya ha vivido momentos que justifican toda una carrera para un jugador del fútbol modesto. Ese ascenso y también su participación el curso anterior en la Copa del Rey, donde su brillante actuación no pudo evitar que la Segoviana cayera eliminada frente al Sestao River. «Me defino como un portero con reflejos y recursos bajo palos y valiente del área hacia adelante. Soy un portero –como se escucha por ahí– que está un poco loco, que no piensa mucho en las consecuencias que le puede acarrear ir a un choque o a un balón dividido. No pienso más que en ir a por el balón y cogerle si puedo. Y si no, pues al choque», cuenta rompiendo su timidez.
El bromista y travieso de los dos hermanos, confiesan, es Jorge, también aficionado al fútbol y lateral de niño en el Unami y en la Segoviana. «Cuando era infantil, mi madre me dijo que toros o fútbol y me decanté por los toros», desvela este integrante de la escuela taurina que el matador Emilio de Frutos tiene en Espirdo. Allí hacen entrenamientos físicos («Que para ser torero es fundamental», remarca) y por supuesto se empapan del ganado bravo que posee De Frutos: «Está muy pendiente de nosotros, nos enseña las reacciones que puede tener el toro y todo lo que tiene que ver con el mundo del toro».
Tras un verano en el que ha toreado en dieciséis ocasiones entre novilladas, festivales taurinos y clases prácticas, Jorge no tiene prisa. Quiere «coger ambiente» -como se dice en el mundillo y él replica- antes de empezar a torear con picadores, pero ya ha elegido sus referentes –José Miguel Arroyo 'Joselito' y Morante de la Puebla– y cuál va a ser la esencia de su toreo. «Tengo mucha entrega delante del toro y creo que también un ramillete de arte» apunta. Como las grandes figuras ya tiene sus propios rituales.
«Dos horas antes o tres de torear me intentó echar una siestecita de media hora. Me levanto de la siesta, me ducho, me cambio y rezo. Para mí es fundamental rezar», revela este también alumno de primero de Bachillerato en el instituto Mariano Quintanilla al que le gustaría estudiar Ingeniería Agrónoma. Cuenta con el apoyo de sus padres. Igual que Héctor. «Aunque sabe que me juego la vida, mi madre no quiere perderse una corrida mía. Y si algún día me pasa algo sabe que yo he sido feliz», resalta el novillero. «Conmigo sufrió porque qu tu hijo elija ser portero por decisión propia es algo que a una madre siempre le chirría un poco. Pero después de 17 años viéndome jugar lo tiene asumido y la gusta venir a verme jugar. Además, no tiene nada que ver con lo de mi hermano. A mí lo máximo que me puede pasar es que me dé un cabezazo contra un palo», añade el portero.
Héctor y Jorge son el mayor fan del otro. El primero no falta en las plazas y el segundo es un fijo en La Albuera. «Nuestra relación es inmejorable. Cuando estamos en casa no nos encerramos cada uno en nuestra habitación sino que compartimos mucho tiempo juntos. Y también hacemos cosas juntos fuera de casa. Somos nuestro primer apoyo», dicen al unísono. Salen a relucir aquí las coincidencias entre el oficio de portero y el de torero. «Yo siempre se lo digo a mi hermano. Son muy similares. De ti depende todo», asevera Héctor, que aun así piensa en grande: «La meta que yo tengo es llegar al fútbol profesional, al fútbol de élite. Es todo lo que queremos y por lo que luchamos los futbolistas. Llegar al fútbol de élite y jugar en un estadio con 40.000 o 50.000 personas en las gradas».
Tampoco le falta ambición a Jorge. «Mi sueño es llegar a torear en todas las plazas del mundo y ser una figura del toreo. Que todo empresario que quiera dar una corrida de toros en un pueblo o en una ciudad como Madrid tenga mi nombre en mente», confiesa. Su hermano le ayuda a quitarse la chaquetilla después de posar para las fotos y, tras la entrevista, se marchan juntos. Tras la puerta de La Albuera se pierde la estela de dos hermanos muy unidos y prometedores.