Son los ángeles de los fogones en la zona cero de la DANA. Un equipo de coordinadores y un grupo de chefs profesionales que, tras montar en un tiempo récord una infraestructura para cocinar a gran escala, reparten 6.000 raciones diarias con los tres macronutrientes más imprescindibles en la dieta recomendada en los pueblos arrasados por la riada, con la colaboración de cientos de voluntarios que, cada día, pelan, cortan, friegan, envasan y etiquetan en un despliegue organizativo similar al militar.
Simón López, cabo del Ejército especialista en alimentación castrense, y otras ocho personas, cada una experta en un campo, gestionan la iniciativa denominada Cocineros en Acción. Y lo hacen en una nave industrial cedida en la localidad valenciana de Alaquás, por la que pasan desde 30 o 40 voluntarios entre semana hasta el centenar que llega los sábados y domingos.
Entre ellos está Teresa, vecina del municipio, que impactada por la tragedia, como tantos, ha decidido transformar esa tristeza en alegría «al ver a tanta gente solidaria y haciendo cosas por los demás».
En esa nave, pegada al casco urbano, recibe al voluntario una mesa «de recepción» donde comunica su DNI y le colocan su nombre escrito en un trozo de precinto en la camiseta. Una vez dentro, los coordinadores se encargan de dirigir por grupos de trabajo, cambiando de tarea en función de las necesidades y el momento del día.
Es el caso de cuatro estudiantes de Ingeniería Informática, amigos de 20 años de Vilanova i la Geltrú y de El Prat de Llobregat, Adrià, Albert y Gina, que el fin de semana pasado acudieron a colaborar porque son «jóvenes y para ayudar a la gente» y tuvieron como primera tarea pelar una gran caja de huevos duros. De esta manera, cortar queso, trocear todo tipo de frutas y verduras, fregar las enormes ollas, calderos y paellas de la primera tanda de comidas, emplatar y etiquetar se convierte en un trabajo de numerosas manos que, además, permite conocer a gente llegada de todo el país.
«Muchos repiten, otros vienen un solo día», explica el cabo Simón López, del Ejército de Tierra, destinado en Marines-Llíria, con un perfil en Instagram (cabocook) desde el que nació Cocineros en Acción.
Es una infraestructura provisional civil -López tiene un permiso de dos semanas y dice que mientras el Ejército no le reclame, estará ayudando-, donde llega materia prima de calidad facilitada por el Banco de Alimentos, y las cocinas militares del fabricante Arpa son manejadas, con la ayuda de un cabo primero retirado que conoce las características de estas máquinas, por seis o siete cocineros profesionales que llevan dos semanas durmiendo en el almacén y se pasan 15 horas al día trabajando «sin ningún problema».
"Dando el callo"
Vienen de Córdoba, Valencia o Murcia, de donde es José Luis, dueño de dos restaurantes: «Aquí estamos dando el callo», dice mientras explica el menú, pollo al mango con arroz y guacamole, guiso de garbanzos con carne, potaje de verdura, guiso de pollo, fideuá y arroz con verduras o con pollo. Una cocina «de improvisación», según los alimentos que llegan, que da para 5.000 o 6.000 raciones diarias de comida que contenga los tres macronutrientes (proteína, hidratos de carbono y grasas), alimentación energética para las personas que han pasado la catástrofe, que no tienen comida caliente, y para voluntarios de toda España, para que no estén todos los días ingiriendo bocadillos.
Y que se cocina en grandes calderos, algunos de ellos prestados por una de las fiestas emblemáticas en Alaquás, el Porrat de San Francisco de Paula, en abril, donde se cocina olla para todos los vecinos.
Todo ello, dice Simón López, manteniendo el orden que se usa en el Ejército y bajo unas premisas de higiene, calidad y seguridad en la alimentación para avalar que todo lo que sale tiene «la seguridad necesaria para que pueda ser consumido con fecha y tipo de producto».
Desde esta industria reconvertida ahora en almacén y cocinas profesionales, en un punto fácil por «céntrico» y por accesos, distribuyen, gracias a voluntarios con sus vehículos particulares, en prácticamente todos los pueblos afectados por la DANA y también en residencias de ancianos. La ubicación también ayuda para que uno de los laterales de la nave sirva de cobijo a policías, guardias civiles o militares que acuden de paisano, no con sus unidades, para colaborar en la reconstrucción.
El cabo asegura que es «una auténtica fortuna» disponer de la colaboración de las empresas y de las donaciones, porque sin ellos «no podría haber sido nada de esto», y señala que casi un mes después de la catástrofe, va descendiendo el número de voluntarios porque la gente «vuelve a sus vidas».