La mafia de la mendicidad itinerante desembarca en Segovia

Nacho Sáez
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La Policía Local tiene identificado a un grupo de personas trasladadas cada día a Segovia que piden limosna y que rechazan la ayuda de las instituciones.

La mafia de la mendicidad itinerante desembarca en Segovia - Foto: Rosa Blanco

Nadie sabe con exactitud cuántos turistas llegan cada año a Segovia porque la única estadística oficial existente es la de viajeros alojados del Instituto Nacional de Estadística (INE) y esa cifra obvia a los decenas de miles que visitan la ciudad y, al final del día, duermen en otros destinos o en sus localidades de origen. Pero una cosa son los datos objetivos y otra las sensaciones, y estas apuntan a que el número de visitantes está alcanzando cifras récord gracias a la oferta habitual (el Acueducto, la Catedral, el Alcázar y el resto del patrimonio artístico y gastronómico que atesora la ciudad) y a otros nuevos alicientes como el Mercado Romano o la recreación de la coronación de Isabel la Católica. Un creciente tirón turístico que tiene efectos colaterales. El Ayuntamiento de Segovia ha detectado un aumento de los mendigos llamados 'itinerantes'.

En las últimas semanas se ha vuelto habitual ver reunido a mediodía en una plaza del centro a un grupo de cinco personas que, durante el resto del día, se disgrega por varias zonas de la ciudad, especialmente el casco histórico. Algunos tienen su sitio fijo y ahí permanecen, mientras que otros se mezclan entre los viandantes. En común tienen que no hablan con quienes están pidiendo ayuda y que, al contrario que las carteristas que han comenzado a proliferar también en Segovia, no delinquen.

«Se trata de gente a la que traen por la mañana y se llevan por la noche», señalan fuentes del Ayuntamiento en referencia a las mafias que controlan a estos mendigos. «Un matrimonio rumano explotaba a compatriotas con discapacidad para que pidieran hasta doce horas al día en Madrid»; «Así actúan las mafias de la mendicidad»; «En Santiago siguen operativas las mafias de mendigos esclavizados»... Son algunos de los numerosos titulares que han publicado los medios de comunicación durante el último lustro sobre una lacra difícil de combatir. Sin denuncias de las víctimas es casi imposible demostrar el delito.

Fuentes de la Subdelegación del Gobierno revelan que la Policía Nacional no tiene abierta ninguna investigación en este ámbito en Segovia, aunque indican que mendigar puede suponer una infracción administrativa de las ordenanzas municipales. No es el caso de la Ordenanza de Convivencia Ciudadana de Segovia. O no del todo. La norma establece que están prohibidas «aquellas conductas que, bajo la apariencia de mendicidad, representen actitudes coactivas o de acoso u obstaculicen e impidan de manera intencionada el libre». «En aquellos casos de conductas que adoptan formas de mendicidad no previstas en los apartados anteriores, y que tengan raíz social, los agentes de la autoridad contactarán con los servicios sociales al efecto de que sean estos los que conduzcan a aquellas personas que las ejerzan, con la finalidad de asistirlas, si fuera necesario tránsito de los ciudadanos y ciudadanas por los espacios públicos», añade esta Ordenanza de Convivencia Ciudadana.

La Policía Local tiene identificado a ese grupo de mendigos dirigidos por mafias. «Pero no podemos hacer nada más porque rechazan sistemáticamente la ayuda que se les ofrece y no están delinquiendo ni acosando», remarcan fuentes municipales, que lanzan a la ciudadanía la recomendación de no colaborar económicamente con estas personas. para no reforzar el círculo delictivo en el que están atrapados.

El Ayuntamiento mantiene un acuerdo de colaboración con Cáritas para que esta ONG se dirija a  los mendigos observados en la calle. «Gente en la calle en Segovia siempre ha habido pero, por el estigma, al ser una ciudad tan pequeña y haber tan pocos recursos, ese perfil que tenemos todos en el imaginario de persona que duerme en espacios públicos no se ve con frecuencia o, si lo hay, rápidamente ponemos solución. El caso está en que, como sucedió el año pasado, hay un grupo de personas que rechazan las ayudas. No llegan a diez y se conocen previamente entre ellos, pero hay que entender la libertad de cada uno. Nosotros les informamos de los recursos que hay, les dejamos teléfonos de contacto y les animamos a que inicien un proyecto diferente», destaca Álvaro Pérez, técnico de Cáritas.