«No entiendo». Entablar una conversación con alguno de los mendigos que piden ayuda en la Calle Real ha sido imposible para El Día de Segovia, que se ha dirigido a tres de ellos para tratar de conocer su historia e informarlos de los recursos públicos que tienen a su disposición para tratar de cambiar su situación. Con educación y tranquilidad han rechazado hacer declaraciones a esta redacción y han continuado con su actividad, la cual realizan sobre todo en el casco histórico. En la Calle Real no suelen faltar a diario, aunque este pasado martes no había ni rastro de ellos, presumiblemente porque se encontraban en otra ciudad.
El miércoles ya estaban de vuelta en Segovia desde media mañana repartidos por diferentes zonas. Uno se encargó de cubrir la Calle Real. Se le pudo observar sentado frente a la Casa de los Picos y, después, en el entorno de la plaza de San Martín. Pedía limosna con un vaso siempre con educación pero sin pronunciar ninguna palabra. Los turistas son su objetivo prioritario e incluso un miércoles a las doce del mediodía, Segovia está repleta de grupos de visitantes. Va consiguiendo monedas sin que altere su comportamiento la negativa de la mayoría de las personas con las que se cruza.
Más predispuesta a interactuar se muestra una mujer apostada a la puerta del supermercado Unide. «No quiero dinero, quiero comida. Aceite, detergente y carne», contesta cuando se le pregunta qué necesita. Pero tampoco insiste en sus peticiones. Llegadas las tres de la tarde, este grupo de mendigos se reunirá en una plaza del centro de la ciudad para descansar durante una hora antes de volver a disgregarse por las calles. De momento, el buen tiempo favorece su estancia en la calle pero pronto comenzarán los días de frío y algunos las tendrán que soportar a pesar de que sufren discapacidades o problemas de salud mental.
«La dificultad que tiene Segovia es que es una ciudad muy turística, estas personas están en puntos muy céntricos y, como todo los días se renueva la población, el turista le da un euro o dos y al día siguiente viene otro que también se los da. Al final es un flujo constante de dinero que les permite no acudir a las entidades sociales y no tener que marcharse a otras ciudades», reflexiona Álvaro Pérez, técnico de Cáritas.
Sus jornadas se pueden llegar a prolongar hasta más allá de las ocho de la tarde. Y al día siguiente, vuelta a empezar. «Se nota que están más profesionalizados porque les ves un día, luego otro no... Pero como tenemos los frentes abiertos de los guías turísticos que trabajan sin estar acreditados, el aumento de carteristas y como no roban ni acosan, no estamos alerta por estas personas», señala la presidenta de la Asociación de Guías de Turismo de Segovia, Leticia Hernández, testigo del aumento en el número de visitantes que está experimentando Segovia. Un apogeo que no pasa inadvertido para las mafias que se aprovechan de las necesidades de los más vulnerables.