Hace ya algo más de una semana que monseñor César Franco ha pasado a ser el administrador apostólico en sede vacante de la diócesis de Segovia tras concretarse el nombramiento de su sucesor como obispo de Jesús Vidal, que a partir del 18 de enero tomará las riendas de la vida de la Iglesia en la provincia. Han pasado diez años desde que fuera él quien llegara a Segovia desde la Archidiócesis de Madrid, donde ejerció como obispo auxiliar desde 1996 hasta 2014, y ahora la historia se repite con un nuevo prelado diocesano procedente de la capital de España.
El carácter receloso y a veces poco abierto a los cambios de los segovianos acogió con prevención al entonces sucesor de Don Ángel Rubio, que llegaba a Segovia con una amplia experiencia como pastor, pero con la desventaja de aterrizar en una diócesis con una compleja estructura fruto de su atomización parroquial, la elevada edad del clero diocesano y el cada vez más evidente despego social por el hecho religioso.
Lejos de arredrarse con este panorama, Don César se puso manos a la obra no sólo para conocer la realidad de la diócesis de Segovia, sino para intentar buscar soluciones a los problemas que le aquejan. Sólo la enfermedad ha conseguido frenar durante una época su incesante labor, materializada en las visitas pastorales con las que ha recorrido los cuatro puntos cardinales de la provincia y que le han servido en este tiempo como base para desarrollar y asentar un proyecto capaz de mantener la atención religiosa sin perder la identidad de las parrpquias de los pueblos de la provincia, dando valor al trabajo de los sacerdotes y apoyado en la colaboración de los laicos a tal fin.
Su apuesta decidida e inequívoca por la juventud le ha llevado en esta década al frente de la diócesis a impulsar la pastoral juvenil con su presencia en las ediciones de 2016 y 2023 de la Jornada Mundial de la Juentud, y el trabajo realizado en prpuectos que promueven la participación activa de los jóvenes en la vida de la Iglesia en Segovia. En paralelo, el desarrollo de la pastoral vocacional ha conseguido sus frutos con la ordenación de dos nuevos sacerdotes diocesanos y la reapertura del Seminario Menor.
En materia de patrimonio, la tarea de Don César se ha centrado en el mantenimiento y la puesta en valor de la ingente relación de bienes históricos y arquitectónicos de la diócesis, siendo uno de los hitos más destacados la reapertura del Palacio Episcopal, ahora gestionado por la Catedral.
No es mi intención enumerar al completo el balance de la actividad del que será obispo emérito de Segovia, pero estas pinceladas de trazo grueso que anoto en estas líneas tratan de referenciar la actividad de un hombre que ha sido capaz de hacer suya una diócesis a la que ha servido sin descanso. En el anuncio que realizó él mismo de su relevo, aseguró no ser amigo de balances, pero es obvio que el saldo de su trabajo no deja números rojos, a tenor de lo anteriormente expuesto.
Quienes hemos tenido el honor de compartir trato y alguna que otra conversación con Don César, tenemos pruebas sobradas de su trato afable y su cercanía hacia los demás, sin interponer barreras por el peso de la púrpura. De esta manera, ha conseguido su propósito de ser un segoviano más, como pretendía a su llegada a la diócesis, y de ella se marchará dejando el recuerdo de una labor humilde, eficaz y que ha conseguido insuflar algo de vida a una diócesis que sufre más que otras los efectos del signo de los tiempos en materia religiosa.
Pero por encima de todo, y recordando la frase con la que su antecesor el obispo Antonio Palenzuela se autodefinía, César Franco ha demostrado ser «un hombre de Dios», en el más amplio sentido, ya que sólo desde el amor y la fe se puede servir con entrega y generosidad a los demás. Gracias, Don César.