El nacionalismo parece seguir al alza en España. No solo en Cataluña o en el País Vasco. También en Galicia, donde el BNG fue el amargo vencedor de las elecciones regionales de ayer. Y es que el Bloque fue el partido que más mejoró sus resultados -pasó de 19 a 25 parlamentarios-, pero este dato fue insuficiente. Algunos sondeos le llegaban a dar hasta 30 escaños, pero, en cualquier caso, la formación dependía de un tercero para gobernar. Y el PSdeG no cumplió con las expectativas y se hundió.
Ana Pontón lo dio todo por la causa. Metió a las cámaras en casa de sus padres, quiso mostrar su faceta más familiar llevando a su pareja y a su hija de cuatro años a los mítines y se ha mostrado orgullosa de su origen rural, pero también de su actual vida urbana.
Sin medias tintas, la política se presentaba como lo que era: la esperanza de la izquierda en una Galicia donde la derecha ya llevaba gobernando, con mayorías absolutas, más de tres lustros. Y Pontón quería frenarlo. Sin éxito, ya que el PP seguirá otros cuatro años más al frente de la Xunta.
La candidata más joven -tiene 45 años- y la única que repetía fue la encargada de remodelar un BNG a la deriva a partir de 2016. Desde entonces, ha conseguido que su partido sea la segunda fuerza política en la región y, sobre todo, la única amenaza para la hegemonía popular, que vio en ella a su clara enemiga y contra la que cargó duramente durante la campaña.
Porque en Galicia, la izquierda es el BNG. Y Pontón, el rostro del cambio. Desde su llegada, el Bloque ha conseguido un incremento notable de votos y popularidad, sobre todo en sectores jóvenes y feministas. Colectivos socialistas se han sumado a su causa y eso es, en parte, lo que ha hecho al PSdeG -su socio indispensable para gobernar- hundirse nuevamente.
Sin ocultar en ningún momento sus aspiraciones nacionalistas, que no independentistas, Pontón ha llegado a participar en controvertidos actos convocados por EH Bildu, lo que le ha costado duras críticas de sus oponentes, pero, lejos de entrar en polémicas, ha preferido seguir haciendo lo que mejor sabe: acercarse al ciudadano con un mensaje directo y cercano, en el que la Sanidad y la Educación públicas contaban con un gran protagonismo, así como políticas sociales que beneficiasen a un mundo rural clave en Galicia.
Su discurso parece estar calando, cada vez más. Pero todavía es insuficiente. Aunque para la lucense aún no se ha tocado techo y promete dar más batalla.