Aunque el 28 de diciembre anunció el cierre de su establecimiento y dos días después lo concretó con el último día de servicio a sus clientes, Juan José Marín acude diariamente al ya cerrado negocio para dejar todo atado y bien atado. En su pequeña oficina ubicada junto al obrador de su panadería-pastelería de la calle Gobernador Fernández Jiménez ultima el papeleo que supone el cierre de un negocio, pero con la vista puesta en un posible relevo para el que ya está sondeando algunas propuestas.
La noticia del cierre de Marín cayó de forma sorpresiva en los últimos días de 2024, aunque para el veterano panadero era una decisión pensada desde hace tiempo y espoleada también por su familia. «Con 72 años hay que pensar que ya no eres un torero que sólo va a hacer festivales taurinos, porque si sales a torear tienes que salir al ruedo en plenitud de facultades, y la edad ya ha comenzado a establecer limitaciones», asegura con un símil taurino.
Aunque la tecnología ha simplificado mucho las labores cotidianas del oficio de panadero y pastelero, éste sigue siendo un oficio muy sacrificado, que no conoce de fiestas ni de fines de semana, y quizá por ello el relevo generacional se hace difícil a la hora de garantizar la continuidad del negocio. En el caso de Marín, sus hijas se han decantado por la farmacia y la arquitectura, por lo que la posibilidad de mantener este ilustre apellido en la historia de la panadería segoviana se perderá de forma irremisible.
Reconoce sentir cierta sensación de zozobra al dejar un oficio con el que consiguió labrarse un merecido prestigio no sólo en Segovia sino fuera de las fronteras de la provincia y que le llevó a ocupar cargos de relevancia en las asociaciones profesionales de la región, pero al echara la vista atrás muestra su orgullo por haber conseguido «el reconocimiento y el cariño de los clientes segovianos, que me han aupado hasta el lugar que ocupo».
Así, señala que el balance comercial y económico en este tiempo «ha sido bueno», pero precisa que es aún mejor «ir por la calle y saludar a clientes que te dicen: cuánto siento que cierres, porque eso significa que la labor ha ido más allá de lo comercial».
Marín señala que los segovianos «sabemos lo que es el buen pan, y sabemos distinguirlo», y asegura que actualmente el pan «es un poco como el vino o el queso, donde cada vez hay mas personas que demandan determinadas variedades o marcas», pero pone en cuarentena la producción industrializada que acaba en su opinión con la esencia de un producto con miles de años de historia.
De cara al futuro, el veterano pastelero asegura que trabaja con la ilusión de que alguien pueda seguir la estela de su marca y poder reabrir el local «siempre bajo los parámetros de calidad y atención al cliente que hemos defendido en la casa desde el inicio». Porque Segovia es menos dulce sin Marín.