Editorial

La envidia de millones de españoles a ese unicornio llamado 'gran coalición'

-

La determinación con la que el presidente Sánchez explota su discurso único para legitimar su rendición en bucle a todos los partidos nacidos para dinamitar la concordia constitucional ha sido tal que incluso las elecciones en Alemania acaban retratándole. La victoria de la CDU (homologable al PP español) y el auge del nazismo de AfD (la ultraderecha más radical de Europa) ha propiciado un escenario similar al que ya sirvió a Angela Merkel para su último gobierno y que pasa por el apoyo de los socialistas de SPD (derrotados en las urnas y homologables al PSOE español, también en ese particular) al canciller in pectore, el conservador Friedrich Merz, para formar gobierno y apartar a los ultras de toda posibilidad de mando. Es la llamada 'gran coalición', el unicornio por el que millones de españoles suspiran resignados.

El caso alemán es el más manido, pero no el único. En Portugal, sin ir más lejos, han sido varios los apoyos tácticos de los socialistas al Gobierno actual para garantizar su estabilidad. Algo impensable en España, un imposible desde que un por entonces secretario federal del PSOE español llamado Pedro Sánchez prefirió dimitir que facilitar la investidura de Mariano Rajoy, que había ganado las elecciones. Sánchez salió por la puerta de atrás, el PSOE cambió el voto de un grupo de diputados y Rajoy fue presidente en segunda votación. Pero Sánchez regresó y lo hizo con un rumbo monolítico: menos el PP, cualquier cosa. Encontró, eso sí, un poderoso aliado en el auge de Vox, que sirvió para dividir el voto conservador en España y para excitar el miedo a la ultraderecha como única razón para justificar pactos infames e inéditos en la historia democrática. Hoy, la musculación de Vox sigue siendo imperativa para que Sánchez se mantenga en el poder, algo que el presidente sabe y explota hasta más allá de los márgenes.

Es política. A sus afines les parecerá alta política. En el peor de los casos, un mal necesario mejor que otros males. A sus detractores, una traición a todos los principios de igualdad entre iguales. Pero es política. Lo inexplicable es que sea el propio Pedro Sánchez el que, aprovechando los resultados de las elecciones alemanas, haya tenido el cuajo de pedir al PP que tome nota de los socialistas germanos y le apoye para que pueda gobernar en paz. Olvidó el presidente algunos detalles seguramente menores en su visión del mundo y de sí mismo. Por ejemplo, que él es el político que mejor representa el bloqueo en toda Europa. Por ejemplo, que buena parte de sus socios no son menos ultras e indeseables que los que dice temer. Por ejemplo, que él, a diferencia de Merz, perdió las elecciones y antepuso su interés particular a cualquier visión de Estado, no digamos de país.