La odisea de Ayoub

SPC-EFE
-

Llegar a nado desde el sur de Marruecos hasta Fuerteventura se convirtió en una auténtica pesadilla para este joven magrebí que logró culminar la travesía con un neumático de camión, unas aletas y la única compañía de un amigo

La odisea de Ayoub - Foto: EFE/Carlos de Saá

En el épico poema de Homero, el héroe griego Ulises tardó una década en regresar a Ítaca junto a su esposa Penélope, en un trayecto que debería haber completado en un mes de navegación. La odisea de Ayoub duró ocho días, pero se convirtió también en una auténtica pesadilla a la que sobrevivió de milagro. 

Su historia pone voz y rostro a un drama que sufren decenas de miles de personas, que lo arriesgan todo en busca de un mejor porvenir. Solo el año pasado, casi 64.000 inmigrantes llegaron de manera ilegal a España, una cifra que rozó el récord histórico. La mayoría, más de 46.800, entraron por las islas Canarias, cuya situación ilustra la magnitud de la crisis. 

La saturación en el archipiélago ha regresado recientemente al debate político por el acuerdo alcanzado entre el Gobierno de Pedro Sánchez y el Ejecutivo canario de Víctor Clavijo para el reparto de 4.500 menores migrantes no acompañados. Las comunidades esperan a conocer los detalles del pacto, que aún sigue en el aire. Sin embargo, las llegadas a las islas no cesan y la situación no deja de agravarse.

El caso de Ayoub no es único, pero su testimonio resulta tan increíble que los servicios de emergencia que le rescataron lo pusieron en duda hasta que lo comprobaron con sus propios ojos. El joven les mostró los vídeos que había grabado con su móvil durante la travesía y demostró que decía la verdad.

Fue el día de 7 de enero de 2024 cuando Salvamento Marítimo rescató a 16 kilómetros de Fuerteventura, casi desfallecido, a un chico magrebí sobre un neumático de camión que aseguraba que había partido a nado desde Tarfaya, a unos 100 kilómetros de allí. 

Para conocer su historia es preciso remontarse tiempo atrás, antes de que decidiera emprender este arriesgado viaje. Ayoub se ganaba un jornal como pescador en Dajla, en el sur del Sáhara Occidental, hasta que las autoridades alauítas decidieron aumentar la vigilancia en la zona y comenzaron las represalias sobre el gremio de pescadores.

Cuando decidió emigrar

«Nos quitaban el pescado y la situación económica empeoró». El salario que aportaba a sus padres para contribuir al sustento familiar ya no alcanzaba y fue entonces cuando empezó a pensar en emigrar. Según cuenta, descartó la opción de subirse a una patera por «miedo a que pudiera volcarse» y, su conocimiento del mar le llevó a considerar que podía hacerlo sobre un neumático. Primero intentó cruzar a España desde Tánger, en el norte de Marruecos, pero su plan duró el tiempo que tardó en ser interceptado en aguas internacionales y devuelto a tierra.

Pero lejos de cambiar de idea, Ayoub decidió volver a probar suerte. Así, puso rumbo a Esauira para visitar a su mejor amigo, Moussin,  y ambos se convencieron de que el mejor camino para llegar a Europa era a través de la ruta canaria. 

Juntos e ilusionados, empezaron a planear el trayecto. Lo primero que hicieron fue mirar el parte meteorológico, y al ver que los pronósticos eran favorables, prepararon el material: un neumático de camión, cargadores de baterías para móviles, aletas, trajes de neopreno, agua y comida. Hicieron la mochila y marcharon a Tarfaya. Desde allí se echaron al mar el 30 o 31 de diciembre (no recuerda la fecha exacta). 

El GPS del teléfono les iba marcando el camino pero, cuando llevaban 46 kilómetros y se veían cada vez más cerca de Canarias, la marea les arrojó 10 kilómetros atrás. 

A partir de ese momento, el viaje con el que habían soñado se esfumó y empezaron los problemas. Mientras nadaban veían pasar a su lado animales que creyeron identificar como orcas y delfines, y el miedo se fue apoderando de ellos. «Pero seguíamos confiando en que podíamos conseguirlo», afirma. Ayoub relata que las dos últimas jornadas se quedaron sin comida ni agua. De día, el sol les quemaba la piel y, de noche, el frío y la humedad se les metían en los huesos.

El peor momento

En esa desesperada situación, Moussin empezó a delirar y en una de esas alucinaciones se cayó al agua. «Lo saqué a flote, le di de beber y lo reanimé». Como su amigo se vio incapaz de seguir moviendo las aletas, Ayoub decidió subirlo a su neumático. Pero Moussin no tardó en desvanecerse y volver a caer al agua. «Ya no tenía energía para volver a sacarlo; empezó a echar espuma por la boca y a agonizar. Se murió en mis manos y tuve que soltarlo».

Sin saber qué hacer y roto de dolor por la pérdida, trató de seguir adelante. «Estaba sin fuerzas e intentado componerme, pero tuve que hacer un esfuerzo para contener esas emociones y continuar».

Ayoub se encontraba a la deriva en medio del océano, cuando la Salvamar Ízar, que había salido de Fuerteventura al rescate de una neumática con 57 personas, le encontró montado sobre la rueda y con síntomas de hipotermia.

El joven recuerda «el alivio inmenso» que sintió a ver la embarcación que le llevó al muelle de Gran Tarajal y de ahí fue a parar a un centro de atención humanitaria en Puerto del Rosario. Aunque sintió consuelo, la tragedia vivida le impidió experimentar la alegría que otros chicos contaban. «Nunca la sentí porque siempre tenía en mente a mi amigo».

Tras 26 días en la isla, fue derivado a un centro de acogida en Murcia, donde pasó un mes. A partir de entonces, empezó a buscarse la vida: recogió naranjas en Granada y cortó el pelo en Tormelloso (Albacete). Pero lo más difícil desde que pisó España ha sido el limbo derivado de la falta de documentación. «Siendo inmigrante irregular la vida se complica mucho más».

A finales del año pasado, se trasladó a Italia en busca de nuevas oportunidades. En su día a día como emigrante en Europa no hay grandes sueños ni utopías, solo el deseo de «llevar una vida normal, tener una casa digna y un trabajo».

Ayoub tiene muy claro tras la dramática situación sufrida que «jamás» volvería a hacer este viaje.