Es muy posible que el principal quebradero de cabeza de Pedro Sánchez a la hora de conformar el proyecto presupuestario de 2025 ya no sea Carles Puigdemont y su ristra de nuevas exigencias para darle el visto bueno. Su gran preocupación tiene ahora otro nombre y apellidos: se llama Donald Trump. Sólo lleva sentado poco más de un mes en la Casa Blanca y en ese tiempo ya ha puesto patas arriba el tablero geopolítico internacional.
Una de sus obsesiones pasa porque los países adscritos a la OTAN eleven el gasto militar de forma importante. Antes de las elecciones, avanzó que si ganaba retiraría la protección de Estados Unidos a los socios de la Alianza que no dediquen el 2% de su PIB a gasto militar. Y, más tarde, lanzó un órdago mayor (e inasumible) advirtiendo que deberían elevar el nivel hasta el cinco por ciento. Dígitos que España ve con preocupación porque está a la cola del pelotón con sólo un 1,28% de su Producto Interior Bruto dedicado a la Defensa común, un índice que lo coloca al mismo nivel que Eslovenia y Luxemburgo.
España está muy lejos de este objetivo mínimo. Con ese 1,28% (cálculo oficial de la OTAN) que destinó en 2024 al gasto en Defensa, unos 19.700 millones de euros, ni se acerca a lo que le exige el mandatario norteamericano y también la cúpula de la Alianza.
Ninguno de los aliados gasta menos en relación al tamaño de su economía. El listado lo encabeza Polonia, que destina el 4,12% de su PIB a gasto militar, superando junto a Estonia (3,43%) la marca de Estados Unidos (3,38%). Alemania sobrepasa ampliamente el 2%, Francia se encuentra al filo de la directriz de los aliados, con un 2,06% y Portugal está ya por debajo, en el 1,55% al igual que Italia, con el 1,49%.
El compromiso del Gobierno de Pedro Sánchez es alcanzar el 2% en 2029. Sin embargo, para empezar a ponerse en el camino que le están señalando desde Bruselas y Washington, deberá incluir en los próximos Presupuestos un incremento de 10.500 millones de euros en su gasto anual en el capítulo militar.
Lógicamente, esa cuantiosa partida deberá sustraerse de otras y ahí comenzará el dolor de cabeza que le aguarda al Ejecutivo. Resulta evidente que toda acción dirigida a acelerar ese compromiso tensionará el plan de consolidación presupuestaria que impulsa el Gobierno para tratar de sanear progresivamente las cuentas públicas, y cumplir los objetivos de déficit y deuda exigidos por la Unión Europea.
En el momento actual, cuando la alianza entre Trump y Vladimir Putin está obligando a redefinir a toda prisa las relaciones internacionales, Sánchez sabe que en este asunto no podrá ponerse de perfil ni tampoco arrinconarlo.
Se lo dejó claro hace poco más de un mes el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. «Sabemos que el objetivo del 2%, fijado hace una década, no será suficiente para hacer frente a los retos del mañana. Eso significa que tenemos que gastar más en nuestra defensa ahora», subrayó. Incluso se permitió una ironía sombría: «Si el gasto no aumenta, los europeos deberían empezar a apuntarse a cursos para aprender ruso o bien marcharse a Nueva Zelanda».
Dosis de equilibrismo
El actual panorama obligará al jefe del Ejecutivo a agudizar su contrastado sentido de equilibrista. Con el inevitable aumento del gasto en Defensa tendrá que hacer malabares, porque si tiempo atrás afirmó en una comparecencia que «en ningún manual está escrito que la seguridad se conquiste reforzando arsenales», en la cumbre de líderes europeos celebrada esta semana en Francia insistió en que España está comprometida a alcanzar el 2% del PIB.
Pero al mismo tiempo, también reclamó planes mancomunados y se posicionó a la defensiva respecto al anuncio de la Comisión Europea de que será posible esquivar las reglas fiscales de la UE para avanzar en este objetivo. Según recalcó en la cumbre gala, incumplir el techo de déficit para reforzar la seguridad con un mayor gasto en Defensa «es una medida positiva, pero no es suficiente».
Al margen del complejo escenario económico, al presidente del Gobierno se le presentará otro escollo: la negativa de la mayoría de sus socios a abrir esta vía. Sumar, Podemos, Esquerra Republicana de Catalunya, Bildu y el BNG se han manifestado contrarios a incrementar la partida del gasto militar.
La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, se lo dejó claro: «No va de incrementar los Presupuestos. Una política de Defensa europea basada solo en el aumento del gasto militar ensanchará las políticas de los populismos de extrema derecha», advirtió Díaz.
Podemos, incluso, registró hace unos meses en el Congreso una proposición de ley planteando reducir un 15% el gasto militar en los próximos Presupuestos Generales del Estado y que sea la Cámara Baja la que tenga que autorizar también la compra, venta y el tránsito de armas en el país.
Ante esta situación, el gasto en Defensa se ha convertido en un nudo corredizo que se aprieta cada vez más en torno al cuello del presidente del Gobierno.