Los Juegos Olímpicos son lo máximo a lo que puede aspirar un deportista pero también se pueden convertir en una pesadilla. Javier Guerra ha anunciado que se retira de la pelea por clasificarse para la cita del próximo verano en París por una lesión. A las puertas de poner punto y final a su carrera deportiva, el atleta segoviano puede presumir de haber sido olímpico -en Tokio en 2021- pero también acumula un largo historial de desgracias y adversidades con los Juegos como telón de fondo.
«La verdad es que nunca he tenido muy buena suerte en los años preolímpicos. He conseguido ser olímpico pero sudando mucha sangre», remarcó esta semana en declaraciones a La 8 Segovia. El capítulo de infortunios arranca en 2012. Guerra, que había recibido la visita de unos atletas vascos, se encontraba junto a ellos en la gasolinera del Centro Comercial Luz de Castilla cuando vio que su vehículo se desplazaba sin conductor. Su reacción y la de los otros atletas fue intentar frenarlo y, al final, Guerra se quedó entre medias del coche y de otro con las piernas aprisionadas. «Me han dicho que lo más normal hubiera sido que me rompiera las tibias o algún ligamento», contaba entonces.
Aunque esquivó una lesión grave, el fondista segoviano tuvo que detener su preparación durante un mes y perdió todas las opciones de estar en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Su hoja de ruta era asaltar la mínima olímpica de 10.000 metros en pista en una Copa de Europa que se iba a celebrar en Bilbao, clasificarse para el posterior Europeo y sellar allí su pase para los Juegos.
Con Rafa Nadal, en Río de Janeiro 2016. - Foto: DSLo que no sabía en ese momento es que estaba a punto de tomar la decisión que iba a transformar para siempre su vida deportiva. Cambió la pista por el asfalto. Los 10.000 metros por la maratón, la distancia a la que lo asociarán los libros de historia. Guerra será recordado como maratoniano y como uno de los maratonianos españoles más sorprendentes.
En su debut en la distancia se proclamó campeón de España e inició sus mejores años como deportista. Sin embargo, ni en este momento pudo sacudirse el infortunio. Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro estaban llamados a ser su cima. Iba a devolver al deporte segoviano a una cita olímpica por primera vez desde 1992, año en el que el marchador Miguel Ángel Prieto participó en los Juegos de Barcelona. Participó en el desfile inaugural, pisó la villa olímpica y se fotografió con mitos como Rafa Nadal o Pau Gasol, pero una tromboflebitis lo apartó de la competición y le hizo atravesar sus peores miedos.
«Fueron unos días horribles. No me dejaban moverme mucho, porque me decían que era bueno que la pierna estuviera en reposo, y veía a mis compañeros que se iban a entrenar mientras yo tenía que estar casi todo el rato en la habitación de la Villa. Sientes que no pintas nada allí. Era algo con lo que había soñado mucho tiempo, convivir con deportistas de otras disciplinas, y sólo pensaba en volver a España», relataba meses después en una entrevista en El Día.
Se sobrepuso a esta experiencia traumática para seguir persiguiendo su sueño de ser olímpico, que al final alcanzó en los Juegos de Tokio aunque también con sobresaltos. La pandemia obligó a aplazarlos un año, se celebraron en 2021 pero sin público en las competiciones y la mala suerte se volvió a cebar con Guerra a pesar de que esta vez sí que pudo tomar la salida en la maratón. «En el kilómetro ocho me han enganchado por detrás y me he pegado un golpetazo enorme. Posiblemente tenga fisura en un dedo. También he sufrido un fuerte golpe en la cadera y en la rodilla. Así me ha tocado correr 34 kilómetros, a contracorriente, tratando de recomponerme mentalmente, pero la parte final ya se me ha hecho muy dura. Pero había que llegar. Esto son unos Juegos Olímpicos y, aunque el resultado no haya sido el deseado, por lo menos he llegado a meta y he hecho un esfuerzo por los míos, que han estado detrás de mí mucho tiempo», relataba al terminar la carrera.
SUPERACIÓN. Su capacidad de superación define la trayectoria de Guerra, que todavía fue capaz el año pasado de proclamarse, a los 39 años -el pasado 10 de noviembre cumplió los 40-, campeón de España de maratón por cuarta vez. Y estaba decidido a luchar por estar en los Juegos de París de este próximo verano, pero una fractura por estrés en la rodilla le ha apartado de la pelea. En la Media Maratón de Valencia notó molestias y una resonancia confirmó la lesión.
Tras varias semanas en las que solo ha hecho gimnasio y piscina, el atleta segoviano ha vuelto a comenzar a correr. Su objetivo será el Europeo de media maratón de Roma. «Ya tengo la mínima y a ver si puedo conseguir una de las seis plazas y despedirme con la selección», ha apuntado sobre el que puede ser su último año al máximo nivel.
Enfila el camino de la despedida envuelto en un aire de malditismo por tanta desgracia, pero sus resultados están por encima. Además de campeón de España de maratón cuatro veces, fue cuarto en el Europeo de Zúrich en 2014, ha participado en tres campeonatos del mundo de maratón (Moscú 2013, Pekín 2015 y Londres 2017) y ha sido una de las referencias españolas del cross en la última década. «Ahora tengo que aceptar [no poder optar a estar en los Juegos Olímpicos de París] y buscar otros objetivos», ha subrayado estos días lejos de rendirse el que no hay duda que es uno de los mejores atletas segovianos de la historia.