Víctor Arribas

VERDADES ARRIESGADAS

Víctor Arribas

Periodista


Los ex

16/03/2025

En un vibrante momento de la serie que fantasea con un ataque de ciberseguridad a gran escala contra Estados Unidos, provocando miles de víctimas mortales en unas infraestructuras manipuladas por el Mal, hay una reunión entre la presidenta del país más poderoso del mundo y su antecesor. El ambiente está cargado en el Despacho Oval, se masca la gravedad del momento histórico. El gobierno defiende que se le otorguen plenos poderes para disponer de carta blanca en la investigación de los atentados, dejando de lado si es necesario incluso la decisión de los jueces. El ex presidente pregunta: "¿Vas a detener a la gente sin tener una orden?". Y la inquilina de la Casa Blanca lo explica todo en seis palabras: "A decir verdad, lo harás tú".

En España no está suficientemente regulada la figura del ex presidente. Sabemos, eso sí, que pueden optar por un sueldo vitalicio con derecho a una oficina, un pequeño gabinete con secretaría, coche oficial y escolta. O pueden también ingresar como miembros consultivos del Consejo de Estado, la institución que debería elaborar informes sobre las leyes y las decisiones del ejecutivo, a la que el actual gobierno burla sistemáticamente. A lo que íbamos: si el presidente quiere contar con quien le antecedió en la alta magistratura que ocupa, nadie se enteraría ni del encargo, ni del tiempo para llevarlo a cabo, ni de sus emolumentos, ni de nada. Algo parecido a lo que está ocurriendo con Pedro Sánchez y Rodríguez Zapatero. No se ha informado a la ciudadanía respecto a ninguna tarea oficial encomendada al que fuera jefe del gobierno entre 2004 y 2011, pero Zapatero ha realizado gestiones ostensibles, incluso cuestionables, respecto a determinados intereses de nuestro país en Venezuela, en Marruecos y en Suiza. Intereses que van siempre en una misma dirección, que muchos considerarían ajena completamente al interés general.

Hay algunos que han sido mejores como ex que como presidentes. Zapatero ha estado en esa categoría muchos años. Al acabar un acto hace años, tuve la oportunidad de decirle que su etapa en Moncloa había sido nefasta, aunque nos legó grandes cosas como la Dependencia y la ley contra el tabaco. Se consideró mejor su segunda etapa que la primera hasta que su heredero llegó al poder y convirtió la política española en un pendenciero espectáculo lleno de muros y de bulos. Pero también puede ocurrir lo contrario, que al presidente se le recuerde mejor que al cesante. Nadie ha entendido durante años la postura permanentemente antipática y justiciera de José María Aznar, cuya mayoría absoluta ha cumplido esta semana veinticinco años, después de dejar el cargo. Enfadado siempre con todo lo que no le gusta, no ha dudado en irrumpir en el debate público abroncando a quien le sucedió, casualmente colocado por su dedo divino para tan importante responsabilidad. Y por último está la categoría perfecta: el que tiene al cabo de las décadas tanto prestigio sobre su etapa de presidente como sobre su etapa de ex presidente, y seguro que todos pensamos en Felipe González o Adolfo Suárez.