El único tren convencional (no alta velocidad) que le queda a Segovia, el que conecta con Cercedilla por la sierra pasando por las estaciones de Navas de Riofrío-La Losa, Otero-Herreros, Los Ángeles de San Rafael, El Espinar, San Rafael y Tablada, agoniza desde hace años, pero especialmente desde que se desató la pandemia. Renfe suspendió por completo su servicio el 1 de abril y lo reanudó con la desescalada del primer Estado de Alarma, pero sólo a medias. Con casi la mitad de frecuencias que se han quedado en el camino, al menos de momento, y moviendo mucho hierro vacío en horarios difícilmente compatibles con un uso más o menos regular por parte de sus viajeros potenciales. Si antes de la crisis sanitaria ya lo tenía complicado para resultar atractivo, aunque contara con su particular minoría de asiduos estudiantes, trabajadores, vecinos de la sierra o turistas, ahora lo tiene todavía peor.
Según informan a El Día fuentes oficiales de Renfe, «las frecuencias se irán aumentando progresivamente conforme vaya aumentando la demanda de los viajeros», una previsión difícil de conciliar en positivo cuando la pérdida de usuarios viene de lejos y no ha hecho más que agravarse, igual que el deterioro de su oferta. En 2018 contabilizó 77.400 viajeros; un 19% menos en 2019, alrededor de 62.700; y en el acumulado de este año, de enero a septiembre, apenas 15.900 frente a los 48.300 de ese mismo periodo del año pasado. Un desplome del 67,1% que refleja «los efectos de la pandemia y el confinamiento», argumenta Renfe; y podría añadirse también la pérdida de frecuencias, evidentemente.
¿Pero puede recuperar viajeros en las circunstancias actuales, no sólo por las restricciones y particularidades del escenario covid, sino con la escasa oferta de circulaciones que mantiene? Antes de la pandemia había seis diarias (tres por sentido) de lunes a jueves, ocho los viernes y diez los sábados y domingos, 52 en total contando idas y vueltas; y actualmente son apenas la mitad, 28, con dos por sentido de lunes a domingo. Desde la vieja estación de Obispo Quesada, además, no sale ninguno por lo mañana en días laborables: el primero a las 14.42 y el segundo y último a las 20.46; y desde Cercedilla antes se ofrecía uno a las 7.43 de la mañana, pero ahora no arranca hasta las 9.50.
¿Y qué fue antes, la baja demanda o el abandono del ferrocarril tradicional? El pasado mes de mayo se cumplían siete años de la supresión de la conexión convencional directa Segovia-Madrid, después de que Renfe aplicara un drástico plan de racionalización de los servicios de media distancia. Los trenes que cubrían este recorrido eran más largos que ahora, contribuyendo a retratar en la estadística unos niveles de ocupación especialmente bajos que ‘justificaron’ la decisión de reducirlos a la mitad. Fue entonces cuando quedaron tres de ida y tres de vuelta de lunes a jueves, cuatro los viernes y cinco los sábados y domingos.
El viaje de Segovia a Cercedilla dura tres cuartos de hora e ir a Madrid se alarga desde entonces hasta rondar las dos horas o más, según cuál sea la demora en el transbordo, si bien buena parte de sus usuarios no tienen la capital española como destino, sino pueblos. Y la demanda ya era así pobre antes de la pandemia, con una veintena de viajeros como media en un tren que entonces ya movía mucho hierro vacío hasta el punto de que, salvo días puntuales de fin de semana, entre todos no llenaban un tercio de un vagón.
Todo por el AVE. «La frecuencia de este servicio es bajísima porque sólo incentivan la demanda de la alta velocidad», recuerda el portavoz de la Coordinadora Estatal por el Tren Público, Social y Sostenible, José Luis Ordóñez, quien lamenta que no se aprecie más el viejo ferrocarril como «clave para mantener buenas comunicaciones entre el medio urbano y el rural». «No olvidemos que ese tren no sólo da servicio a las ciudades de Segovia y Madrid, sino a mucha gente de los pueblos, y ese potencial Renfe no lo valora porque da prioridad a su sistema de contabilidad».
El tren Segovia-Cercedilla es deficitario, claro. Con sus ingresos no cubre ni un tercio de sus costes y su déficit se sitúa en torno al medio millón de euros al año, por lo que está incluido dentro de la relación de trayectos ferroviarios catalogados como Obligación de Servicio Público. «Así Renfe no pierde dinero, sino que se garantiza compensar el déficit a través de los Presupuestos Generales del Estado», resume Ordóñez.
El portavoz de la Coordinadora por el Tren Público considera por ello que Renfe «no debería hacer las cuentas así» a la hora de fijar frecuencias. «Debe trabajar facilitando un servicio atractivo para que la gente vea que realmente tiene la opción de ir y volver en el día, en lugar de esperar a que se le llenen los trenes con los horarios que ofrece».
Por otro lado, Ordóñez valora que el ferrocarril sea el medio de transporte menos contaminante «después de ir a pie o en bici», así que «teniendo en cuenta el objetivo que marcó la Unión Europea de luchar contra el cambio climático reduciendo los gases de efecto invernadero (hasta un 80% en 2050 con respecto a 1990), eso pasa por reducir el uso del transporte por carretera y apostar más por el tren». En su opinión, a escala local, potenciando la ruta Segovia-Cercedilla, pero también incluso recuperando la de Segovia-Medina del Campo, que ya perdió hasta las vías después de hacer su último viaje hace casi 30 años, en el lejano 1993, «aunque su suelo (hoy vía verde) sigue reservado para uso ferroviario». Reivindicaciones por el viejo tren que, en vistas de los planes de Renfe y el Gobierno, suenan aún más lejanas.