Rafael Calderón Fernández (Villavante del Paramo, León, 1954) es químico de formación. Comenzó su larga vinculación con la docencia en un instituto gaditano para después recalar en Segovia, como profesor de Física y Química en el Instituto Giner de los Ríos, del que fue su director nueve años. Profesor tuttor del Centro Asociado de la UNED, durante 20 años y ahora en la Universidad de la Experiencia. Es un apasionado de la Astronomía y de sus cuatro nietos: Alba, Sara, Daniel y la benjamina, Maia.
1. Monasterio de la Virgen de la Hoz. Uno de los lugares más bellos que ha visto nunca. A unos cinco kilómetros de Cantalejo, en una espectacular hoz de las centenares que labró el Duratón. Hay soberbios pinos piñoneros, milenarias sabinas, majestuosos enebros y, de pronto, aparece al fondo, enigmático, en ruinas, de otra época, pero de ayer mismo si lo comparamos con la historia del lugar, trabajado intensa y largamente por un río que hoy camina casi sin agua y cuyo embalse hace posible el agua que desde arriba se ve.
2. El Acueducto. No se cansa de verlo, de frente, de perfil, desde arriba, desde abajo. Desde su llegada a Segovia, a principios de los 80, ha caminado bajo sus arcos todas las semanas: desde José Zorrilla hasta la UNED. Ahora todos los martes, con su nieto Daniel, el paseo a ver el Acueducto es obligado. Hace menos de un mes, contamos los arcos, 166. «Como tus años, abuelo, 66», dijo Daniel.
3. La calle José Zorrilla. Residente desde 1983, con la calle recién remodelada, lo que volvió a ocurrir hace una década. Arteria que conecta a la ciudad con la sierra a través del barrio del Cristo y del parque de la Dehesa. Una calle para pasear por sus amplias aceras, al sol o a la sombra, y para comprar. El comercio se resiente y el futuro de la calle estará muy condicionado por la respuesta que los vecinos «demos al comercio de proximidad».
4. Bar Jamonería Jelus. Tomar el aperitivo de la mañana: una larga barra, cientos de jamones adornando el largo pasillo y aperitivos a elegir, decantándose casi siempre por la oreja de cerdo. En uno de sus toneles, aprovechar para leer la prensa. «Que sirvan estas breves palabras para expresar mi entrañable recuerdo a Jesús».
5. Villavante del Páramo, León. De niño estudió que su pueblo y toda la comarca era «desolado y frío». Hoy, regado el campo por el pantano de Barrios de Luna y automatizado el riego desde el último verano, «mi pueblo y toda la comarca del Páramo tiene futuro». Placeres irrenunciables: los atardeceres de verano, el reencuentro de viejos amigos y bajo el crepitar de los aspersores.
6. Mirador del Último Pino. Desvío obligado, en sus paseos por el Pinarillo, ir a este mirador asentado junto al último pino antes de las perpetuas sabinas. Te sitúa cerca del Alcázar, al otro lado del Clamores, pero con la distancia justa para admirar su belleza y la de todo el valle de ese río escondido que oyó el llanto del destierro de los que fueron, en otros tiempos, vecinos nuestros», como homenaje José A. Abella y ‘Yuda’,
7. Las Calderas. Bañarse en un río en verano y lanzarse a una poza de varios metros de profundidad, así es el Cambrones. que ha fabricado las Caldera. Un arroyo salvaje, «sin domar», al que hace una década «chuparon parte de su agua,» en la zona de ‘siete arroyos’ para venderla embotellada. En los 70 y 80, ir a las Calderas y Las Arenas era obligado. Las Calderas permanecen como entonces y «eso comienza a no tener precio».
8. La Laguna de los Pájaros. Su lugar favorito de los muchos preferidos de la sierra. Una laguna glaciar, en forma de ameba, desde hace un par de años muy protegida. Aquí el tiempo se detiene;con un agua incolora y transparente; una temperatura rondado los cuatro grados y el cielo de un azul oscuro casi negro. El Risco de los Claveles y el Pico de Peñalara , emergen poderosos desde la laguna. Una visión que ningún segoviano debería perderse.
9. Callejear. A la luz de esos faroles de luces amarillas que realzan la piedra caliza, el bario de los arciprestes, el barrio judío, el atajo entre el Alcázar y la Catedral, el que va al lado de la muralla, los valles, la senda de los molinos … sin rumbo fijo, dejándose llevar, admirar edificios, torres e iglesias.
10. El cielo desde aquí. A Segovia trajo su telescopio. Con sus alumnos del Giner, observaron el cometa Halley , en el 1987. Después, año tras año, planetas, galaxias, nebulosas y cúmulos globulares. Ahí sigue, conservado el espejo entre algodones, y disculpa para muchas noches, con amigos o estudiantes, observar los mismos planetas aunque en un cielo que la contaminación lumínica ha hecho más difuso.