La segoviana pionera de la neuroarquitectura

Nacho Sáez
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Beatriz Rubio apuesta por esta disciplina, que aplica la neurociencia a la arquitectura.

Beatriz Rubio posa en el restaurante Juan Bravo-Fonda Ilustrada, el pasado 6 de septiembre. - Foto: Rosa Blanco

Por qué los pacientes ingresados en hospitales experimentarían una recuperación más rápida si desde la ventana de su habitación vieran un bosque en lugar de una pared de ladrillo? La neuroarquitectura cree tener la respuesta. «Es la neurociencia aplicada a la arquitectura.  Se trata de estudiar lo que ocurre en nuestro cerebro dentro de un determinado espacio y, a partir de ahí, generar estrategias de diseño que provoquen bienestar en las personas», explica Beatriz Rubio, una de las pioneras en España de una disciplina que acaba de estrenar su primer máster universitario.

La Universidad de Alicante impartirá un posgrado para extender entre sus alumnos la capacidad de desarrollar espacios en los que prime el bienestar cognitivo, socioemocional y fisiológico de sus habitantes. Eso que exploró John Paul Eberhard, fundador en 2003 de la Academy of Neuroscience for Architecture de San Diego (EEUU). «Esto es súper nuevo y no creo que haya nadie en Segovia ni en Mallorca –donde vivo– que lo haga, pero España es uno de los países pioneros y tiene muchísimo potencial», señala Rubio.

Esta segoviana licenciada en Arquitectura de Interiores por la Universidad Politécnica de Madrid pasó en 2020 de diseñar hoteles en el departamento de proyectos de la cadena Iberostar a volcarse en su propio estudio, Studio Azul, y a apostar por la neuroarquitectura. «Se me quedaba un poco corto solamente hacer espacios bonitos y  súper estéticos. Unido a un crecimiento personal interno bastante potente, me empecé a plantear qué pasaba con las personas en los espacios, cuáles son las emociones que se sienten, por qué cuando llegas a un espacio te sientes de una manera o de otra...», expone sentada en una de las mesas del restaurante Juan Bravo-Fonda Ilustrada, en cuyo diseño participó.

Tras realizar una mentoría de negocio comenzó a estudiar neuroarquitectura de la mano de Ana Mombiedro, alfa y omega de esta disciplina en España. «Igual me meto en un lío diciendo esto pero hay que soltar un poco el ego del arquitecto. Estamos al servicio de los demás y hay que incluir al usuario en la ecuación. Por ejemplo, ya se está hablando de que tenemos no solo cinco sentidos sino 33, que nos dicen cómo nos afecta la proporción, la temperatura, el equilibrio...», continúa Rubio, que no se considera experta en neurociencia pero que sí posee conocimientos.

El madrileño parking de Recoletos, remodelado durante dos años y reinaugurado recientemente con una revolución en su diseño, es uno de los proyectos en los que ya aplicado la neuroarquitectura. Otro, una vivienda en Mallorca, donde además ha sumado biohabitabilidad. «Es trabajar con todo el tema de tóxicos. Con los campos electromagnéticos, la contaminación electromagnética. Es decir, una casa saludable. Esto no es esoterismo sino algo científico que está medida por la NASA. La Tierra tiene una serie de rejillas energéticas que, en ciertos puntos donde se cruzan, pueden ser perjudiciales para nuestra salud. Es importante, por ejemplo, la distribución de los dormitorios, las zonas de descanso y el salón porque, si tú los pones en uno de esos puntos, la energía telúrica que recibes no es positiva», argumenta Rubio.

Además de por el máster universitario que ha creado la Universidad de Alicante, la neuroarquitectura se abre camino en España a través de un congreso que ha comenzado a organizar la Universidad Politécnica de Valencia y otras como la Universidad Politécnica de Madrid comienzan a incluir profesorado con este perfil. «Forma parte de la evolución natural del mundo. Yo creo que hay un vacío existencial muy grande y que necesitamos humanizar todo. Y la arquitectura tiene que humanizarse también», subraya Rubio.

–¿Pero va a suponer que la arquitectura sea más cara?

–No, no tiene porqué. A día de hoy yo no estoy cobrando un plus a mis clientes por esto. Se trata de hacer proyectos teniendo en cuenta todas estas estrategias de diseño. El parking de Recoletos no ha sido más cara por haber aplicado neuroarquitectura. Hay estrategias muy baratas, como solamente poner un aroma en un lugar, que  ya puede generar un tipo de memoria. El olfato es el sentido más potente del cuerpo y te puede traer memorias de incluso cuando eras un niño.

Esta arquitecta segoviana habla con pasión de ello: «Tienes que conocer cómo funciona el cerebro, cuáles son las partes del cerebro, por dónde entran los estímulos...  Entran primero por el cuerpo y después pasan al cerebro. O sea, primero desde el inconsciente, después al consciente. Hay muchas cosas que saber». El escepticismo de muchos emerge como uno de los principales obstáculos a salvar, pero la neuroarquitectura ya está en numerosos lugares. «Al volver hace poco de un viaje por Bali pasé por el aeropuerto de Singapur y está lleno de jardines verticales, los techos son tan altos como habitualmente en los aeropuertos y no generan sensación de alerta... Y la gente estaba más tranquila. El espacio genera todo eso» remarca Rubio.