Las localidades segovianas colindantes a la carretera A-601 son aquellas que contabilizan mayores índices de contaminación lumínica rondando los 5.000 grados kelvin, según un estudio elaborado por el astrofísico Alejandro Sánchez de Miguel, del Departamento de Física de la Tierra de la Universidad Complutense de Madrid, en colaboración con el International Research Center of Big Data for Sustainable Development Goals (CBAS) en base a un mapa de contaminación lumínica calibrado, de alta resolución, de la Península Ibérica.
Así, según la leyenda, los colores van desde el naranja, que supone unos 1.600 grados kelvin, hasta el azul eléctrico, color que se puede apreciar en aquellos lugares en los que se alcanzan los 5.000 grados kelvin. De esta forma, en el mapa de la provincia de Segovia se pueden distinguir claramente los puntos más azules, que se registran en los municipios más cercanos a la A-601. Destacan así Valverde del Majano y el Polígono Industrial Nicomedes García, Valseca, Tabanera la Luenga, Carbonero el Mayor, Mozoncillo, Bernardos, Migueláñez, Navalmanzano, Navas de Oro, Nava de la Asunción, Samboal, Pinarejos, Sanchonuño, Chañe, Cuéllar, Vallelado, Mata de Cuéllar o Zarzuela del Pinar.
En otro de los puntos de la provincia en el que también destaca el paso de la carretera, en este caso la N-110 en dirección este, destaca también el color azul en el mapa en localidades como Prádena o Santo Tomé del Puerto.
En cuanto a la capital, las zonas que mayor contaminación lumínica registran son el Polígono Industrial del Cerro, el Polígono Industrial de Hontoria y el Complejo Hospitalario.
Por el contrario, los municipios en los que se observa un menor índice de contaminación lumínica destacan por el color naranja. Entre ellos se encuentran San Rafael, Hontalbilla, Cabezuela, Sebúlcor o Carrascal del Río.
Y es que, a pesar de que Sánchez explica que según la definición de la ONU 'contaminación lumínica' es todo, «implica todo el alumbrado nocturno exterior, incluso la luz que sale de las ventanas de los domicilios particulares», la recomendación actual del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (Idae) se sitúa en 2.200 grados kelvin.
El autor desvela que este estudio no tiene en cuenta el horario de funcionamiento de las luminarias, tampoco si en los emisores led se puede graduar la intensidad y la direccionalidad, y si en la zona en la que iluminan es necesario ese alumbrado. A pesar de esto, apunta a que en los próximos meses se publicará un ranking en el que se desvelarán los municipios con mayor índice de contaminación lumínica con los datos validados.
Aunque hay algo que destaca en Castilla y León, y es que el gasto por habitante en el alumbrado público en las zonas rurales de la Comunidad puede llegar a ser muchas veces hasta seis veces superior al de las zonas urbanas. «Hay dos opciones para que esto suceda: o que tienen instalado material de poca calidad o que no hace falta tanta iluminación en esas zonas», explica, y es que revela que «muchas veces se intenta iluminar los pueblos del mismo modo que las ciudades, y el gasto energético es enorme en zonas en las que no es necesario». Pone como ejemplo muchos pueblos en los que hay más farolas que habitantes. «Recuerdo una pedanía de Andalucía, que no tenía ningún vecino empadronado y tenía 40 farolas», lamenta. Aunque en la otra cara de la moneda explica que hay pueblos castellano-leoneses que cuentan con tecnologías para paliar esta contaminación. «Hay municipios de Burgos o Soria que han sido valientes y tienen pulsadores o aplicaciones en el móvil a través de las cuales pueden encender las luces del pueblo como si apretaras un interruptor que está en tu casa. Es una solución buenísima», apunta. Así, el astrofísico enumera cinco medidas con el objetivo de reducir en la medida de lo posible la contaminación lumínica. En primer lugar, evitar poner luz donde no es necesario, y sobre eso en España, añade, hay una norma de la Dirección General de Carreteras, que dice «cuándo debes o no iluminar, y es que se iluminan cosas que no son necesarias». La segunda, tampoco hacerlo en espacios naturales. «En España tenemos muchas zonas protegidas por la Red Natura 2000, y según la Ley de Impacto Ambiental la contaminación tanto directa como indirecta dentro de esas zonas necesitaría pasar un informe de impacto ambiental, algo que muchas zonas actualmente no habrían pasado». En tercer lugar, explica que cuando no haya gente por la calle, «procurar apagar las luces o reducir su intensidad», algo que establece la Ley de Eficiencia del Alumbrado Exterior de 2008, «pero que casi nadie cumple». El cuarto punto es apuntar la luz hacia abajo si es preciso iluminar; y por último, «usar solo la luz azul que sea estrictamente necesaria, y si hay que hacerlo, instalar solo la cantidad necesaria, no más de lo que hace falta».